de medio tiempo en algun almacen, por ejemplo?

Le conteste sin vacilar que no estaba dispuesto a vivir sometido a un regimen de interno de segunda ensenanza y esa misma tarde abandonaria la Ciudad Universitaria. Respecto de la repatriacion estaba dispuesto a aceptarla y habria de pasar manana mismo por el Consulado. Sobre la promesa vaga de volver 'cualquiera de estos dias', me despedi secamente del Padre y sali a la calle.

CUADERNO N.° 7

Era un edificio pintoresco por fuera y siniestro por dentro, en la rue du Sabot, que desemboca en la de Rennes. Habia que trepar a oscuras por una crujiente escalera de caracol, tenebrosa aun en mitad del dia, humeda aun en pleno verano, sucia y maloliente siempre. Habia un bano en una pension vecina. El W. C. era apestoso y lo compartiamos, igual que el lavamanos, con dos sirvientas que vivian pared de por medio en el cuarto vecino. En los bajos vivian una vieja grunona -la portera- y un perro. En el primero, un cura anciano que dictaba un curso de apologetica en el seminario de la plaza de San Sulpicio, y un ama de llaves esqueletica que debia de ser su hermana. En el segundo, dos senoritas equivocas que vivian de noche y dormian de dia. En el tercero, una familia de tramoyistas del Vieux Colombier. En el cuarto, dos familias de negros expulsados de Argelia, conocidos de Marsha. Las dos sirvientas que compartian la mansarda con nosotros servian en un hotel del barrio, situado al lado de una tienda de articulos piadosos. '

Comiamos en el bistrot que yo frecuentaba hacia meses en la rue de Rennes, casi en la esquina de Saint- Germain des Pres. Al cafe de La Coupole solo ibamos cuando teniamos que hablar con el negro sobre mi viaje a Varsovia y sobre las traducciones para las revistas hispano-americanas. Inicialmente, me habian dado doscientos francos, pero desde hacia varias semanas no recibia ni un centimo. Nos sosteniamos con lo que Marsha recibia de Nueva York, pero hubo dias enteros en que vivimos de amor y de cafe con leche que nos suministraban al fiado nuestras vecinas las sirvientas.

El padre de Marsha era norteamericano con dos generaciones en el Nuevo Mundo, y de la tercera hacia atras profundamente insertado en algun lugar de Escocia. Habia venido a Europa como corresponsal de una revista, con los ejercitos de ocupacion. Se habia casado en Alemania con una actriz rusa, de quien habia tenido a Marsha. La madre se divorcio y se volvio a casar con un director de cine, y ahora andaba por alguna parte de Europa y le enviaba a Marsha postales de vez en cuando. El padre se caso nuevamente en los Estados Unidos y le giraba con una irregularidad desesperante, una pequena pension en dolares, de la cual ella vivia en Paris desde hacia unos tres anos. Habia venido con el pretexto de estudiar frances y decoracion, pero principalmente para dejar en libertad a su padre cuando este se enamoro de una companera de Marsha y se caso con ella en segundas nupcias. Por distraerme voy a anotar lo que Paris representa para esta muchacha:

Paris es ciertas cosas que se deben pensar, se deben hacer y se deben decir. Las que se deben pensar:

Todo lo tradicional, moral, rutinario y burgues, es detestable. Marsha abomina el matrimonio, el catolicismo - su padre es platonicamente protestante y su madre no tiene religion- el arte anterior a la segunda guerra mundial y la literatura no comprometida con el marxismo ortodoxo. Las que se deben hacer:

Vivir de cualquier manera, cambiar de amigo con frecuencia para no rutinizarse, viajar a Rusia, ser miembro del partido comunista, luchar por el derrumbamiento final del capitalismo en el mundo. Y las que se deben decir:

Todas las que provengan de una fuente comunista irreprochable. Solo las que publican las revistas autorizadas por el partido.

Para la madre de Marsha vivir en Paris es tener un hotel particular en la Avenue Foch, un Mercedes Benz con chofer uniformado, un peluquero propio, una modista de gran casa, un marido millonario y complaciente, un amante impaciente y artista, un perrito que no parezca un perro, una villa en Cannes, un yate, etc. Tambien contar entre las amistades un principe destronado de los que viven en Portugal, un Premio Nobel de fisica, un actor de cine, un novelista norteamericano, un homosexual, un cardenal, un italiano.

Por sus aficiones y su caracter, Marsha salio mas a su padre que a su madre; pero de esta heredo la nariz, los pomulos salientes y la volubilidad. Le gustaba hablar de la vida bohemia de su padre en Paris y seria incapaz de vivir de acuerdo con la concepcion de su madre, la cual, y dicho sea de paso, era una actriz muy discutible que jamas habia podido realizar su sueno, no de grandeza, sino de burguesia.

– Me recuerdas a una americanita sucia como un 'ciochard', vestida de overol azul, que vendia el New York Times el verano pasado en la plaza de Saint-Michel.

– Era yo, cuando todavia no trabajaba con el negro.

Una noche en que dos o tres Ricards la habian vuelto muy expansiva, me confeso que era una masoquista inveterada y ademas tenia el complejo de Edipo. Se lo descubrio un estudiante de psiquiatria, muy inteligente aunque completamente neurastenico, con quien habia vivido durante un mes antes de conocer al negro. El negro la insultaba, la llamaba prostituta, la escupia y la obligaba a que le besara los pies. Tenia que quitarle los zapatos y frotarle el cuerpo con un perfume de peluqueria que al negro debia gustarle porque disipaba su almizcle. Marsha se enfurecia porque yo no hacia el sadico con suficiente conviccion, y se revolvia contra mi, me perseguia con un zapato en la mano y me mordia las orejas hasta sacarme sangre. Tenia una amiga hurana y silenciosa, que venia a pasar la noche del domingo, pues entre semana trabajaba de dama de compania en una casa de la Avenue Victor Hugo. Se acostaban las dos en la cama y me relegaban al divan, un mueble sucio y destartalado, con los resortes rotos. Sentian placer, me parecia a mi, en que las viera comportarse como dos tiernos enamorados. Yo tenia tal repugnancia por la amiga de Marsha que una noche la expulse del cuarto y le adverti que si la volvia a encontrar alli seria capaz de matarla.

Lo que llego a hacerme imposible la vida con Marsha, mas que sus extranos caprichos amorosos y su tendencia a la suciedad -el bano frecuente perjudica las defensas de la piel y echa a perder el cutis, dice mama-, era lo que podia llamar el lado politico de sus amistades. Eran las dos familias de negros tristes y enfermos que vivian en el cuarto piso de la casa y hablaban monosilabicamente de Argelia y de sus problemas de adaptacion a la dificil vida de Paris. Era el argentino con su pedanteria racial y sus teorias cinematograficas. Eran las pintoras lesbianas y sus genios incomprendidos que aun no habian comenzado a pintar. Sobre todo, el espiritu de contradiccion y la petulancia del negro, con sus pretensiones de escritor 'comprometido', me sacaban de quicio. Reconozco que es un tipo inteligente y tiene un agudo sentido critico, pero su fanatismo me exaspera. Me exaspera el que para pensar bien, por fuerza haya que pensar como el. El que, como les decia ayer en el cafe, todo pensamiento individual que se aparte una linea del fijado por una convencion del partido, se considere cismatico.

– Tu error -le decia a Marsha- consiste en colocar el paraiso en la tierra, en Rusia y en 1917. Los judios colocan el paraiso al comienzo de la historia, que es irreversible. Los cristianos no lo ponemos en la tierra, sino en el Cielo y mas alla de la historia. Por eso, los judios y los cristianos no defraudamos a nadie.

– Tendras que discutir todo eso con el negro…

– Otro error tuyo consiste en creer que el hombre puede concebir la felicidad en terminos colectivos: como un catorce de julio con fuegos artificiales, organillos que cantan a la orilla del Sena y banderas de colores. Y tu sabes que no hay paraisos colectivos; hasta los paraisos artificiales son individuales… Lo que Cain quiso destruir al matar a Abel con la quijada de un asno, fue ese paraiso personal que parecia flotar en el cielo al cual miraba su hermano. El se fastidiaba, en cambio, en su mezquino paraiso terrestre, en su pequeno kolhoz familiar, en su granja poblada de cosas y de animales sujetos todos a una rigida legislacion agraria.

Nota: Todas las experiencias humanas son personales. Al nacer y al morir, cuando sufre y cuando goza intensamente, el hombre esta solo. La mas intima de las experiencias vitales, que es el amor, es rigurosamente personal. El acto sexual es un onanismo compartido. La muerte, que es la ultima experiencia del hombre, es intransferible y personal.

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