Tiene el temor de que cualquier dia, en un momento de desesperacion, me intoxique con las pildoras que tomo para poder dormir. Nunca pense utilizarlo en mi novela por la razon de que en el entierro de un personaje como el Rey Midas, dentro de una concurrencia de personajes importantes y gente de sociedad, un ser como el, opaco y triste, nada tendria que hacer. Sin embargo, pocos dias despues decidi sacarlo del anonimato, y relatar dentro del procedimiento de los detalles 'banales pero significativos', esta aventura que me parece interesante:

'El farmaceutico se encontraba entre los concurrentes del entierro, en un rincon oscuro, medio oculto detras de una de las columnas del templo. Sentia afecto por aquel hombre importante que estaba ahora metido dentro de un catafalco cubierto de panos negros con bordados de plata. Las llamas de los cirios ascendian rectas, inmoviles, como lanzas metalicas. Creia sinceramente que el muerto habia sido un hombre honrado y bondadoso. La vispera de su defuncion acudio a ponerle una inyeccion de morfina, como todos los dias, y a revisar el aparato del plasma gota a gota con que lo alimentaban. El hombre ya no podia hablar, pero por senas le pidio la libreta y el lapiz que tenia en la mesa de noche. Escribio, con letra muy confusa, estas palabras: 'Abra el cajon central del escritorio. Saque cincuenta mil francos… (o dolares, o nacionales, o pesos, o soles, que eso lo definire cuando resuelva en que ciudad ha de celebrarse el entierro. Por igual razon, la nacionalidad del farmaceutico todavia esta en el aire). Esto, porque una de las primeras veces en que acudio a inyectar al enfermo, le habia contado que tenia una novia, como se lo contaba a todo el mundo convencido de que su pobre existencia constituia un tema de conversacion apasionante. Pensaba casarse cuando consiguiera un departamento barato y pudiera montar una farmacia propia en los bajos del mismo edificio, mas un laboratorio para fabricar un mejunje milagroso contra la seborrea y la calvicie. Para realizar este sueno burgues -en locales arrendados, claro esta- aun le faltaban cincuenta mil francos.'

Soy sadico con mis personajes y me complazco en atormentarlos para probar su resistencia moral. Lo que estoy haciendo con el farmaceutico ya lo habia hecho Jehova con el desventurado Job.

'Con las manos temblorosas el farmaceutico comenzo a contar los billetes de banco que se alineaban en el cajon, por paquetes de distintas denominaciones. Andaba en esas, aturdido por una emocion que le empanaba los anteojos, cuando se abrio la puerta de la alcoba y entro el medico seguido de la enfermera. Dejo entonces el dinero en su sitio y cerro el cajon. El medico lo cito para el dia siguiente a la misma hora, y el enfermo lo miro con unos ojos turbios y tristes. Cuando lleno de ilusion regreso a la casa del millonario veinticuatro horas despues, uno de los choferes que conversaban a las puertas del jardin le dijo que no se molestara en entrar, porque el enfermo habia muerto hacia veinte minutos escasos.”

Lo unico positivo dentro de aquel retorno a la pobreza, era la recuperacion de mi mismo en presencia del farmaceutico. Quiero decir que mi abuela y mi hermana volvian a ser lo que realmente eran: gente modesta que vive humildemente en un pais desconocido y lejano. Mi padre habia readoptado su condicion de empleado publico, muerto de fatiga y agobiado de deudas y preocupaciones. Y yo era un pesimo estudiante que habia desperdiciado una beca, dilapidado una repatriacion, gastado un dinero que no me pertenecia, y ahora no tenia un centimo entre los bolsillos. El no tener que mentir continuamente y construir castillos de naipes para Rose-Marie, su familia, sus amigos y los que habia adquirido en mi rapida incursion por el barrio de la Estrella, todo eso me regocijaba dentro de mi amargura, si asi puede decirse.

La plaza de Notre-Dame suda asfalto derretido gracias a un sol que apenas se desplaza en un cielo de cobre. Estoy sentado en un duro banco de cemento, bajo la sombra de los arboles, en el jardin de Saint-Julien le Pauvre. Esta sera mi primera noche en el deposito de drogas, un cobertizo destartalado y gigantesco en el Quai de Javel, cerca del Pont Mirabeau. Es uno de los barrios mas tristes de Paris: un comercio de pacotilla, unos bistrots sin caracter, unas feas estaciones de gasolina y unos edificios pretensiosos que no logran alegrar y ennoblecer las calles. Tengo mucho tiempo por delante pues mi oficio de vigilante nocturno -lo consiguio el farmaceutico con sus patrones- no comienza sino a las diez de la noche v apenas son las cinco de la tarde.

Quisiera escribirle una carta a Rose-Marie, pero no me atrevo. La imagino en Venecia, inclinada sobre el parapeto de un puente, mirando un estrecho canal de aguas verdes y quietas que ondulan cuando pasa una gondola por el canal vecino y chapotean en la escalinata de marmol de un palacio viejo. Seguramente estara pensando en mi, cosa natural si se considera que yo estoy pensando en ella. Con la melena al viento y los grandes ojos oscuros y aterciopelados velados por una niebla de tristeza, tratara de descubrir las razones de mi desaparicion, de mi fuga, de mi silencio. Un imperceptible soplo de brisa, o un beso fresco y humedo, me rozan los labios. Siento una ligera presion en la mano derecha. ?Por que se fue? ?Por que me fui? ?Por que me engane a mi mismo al enganarla a ella?

Cierro este cuaderno y me pongo a estudiar los anuncios por palabras de las paginas rosadas del 'Figaro' Literario. Me interesa un sueldo fijo con el cual pueda vivir modesta, pero decentemente en un hotel como el de la Avenue Port-Royal, y algo me quede para cigarrillos, cafe y un vaso de cerveza de vez en cuando… Un vaso de cerveza helada, espumosa,, amarga, refrescante, que quite la sed… Eso es lo que por el momento necesito.

Me traslade al cafe del 'Petit Pont', al pie de Notre-Dame, siguiendo la sombra de los arboles y el sector mas fresco de la calle.

– Una cerveza helada, por favor.

No he podido escribir una sola linea en el cuaderno del Rey Midas. Las notas, los escorzos de personajes que asisten al entierro, el prospecto general, hasta una guia de modelos y 'un anecdotario revelador de caracteres', nada de eso me sirve ahora. A la luz de este implacable verano el tema resulta extemporaneo, aunque yo tenga muy claras las ideas sobre la universalidad y la intemporalidad de las obras literarias. Concebido por mi en un periodo de exaltacion y en un medio desconocido y extrano, el Rey Midas se marchita en esta mesa de cafe a las seis de la tarde, y resulta anacronico como estos horribles zapatos de cuero trenzado que me regalo el farmaceutico.

La mayoria de mis notas estan escritas en una letra muy confusa, en plena exaltacion alcoholica o en momentos de profunda depresion en mi hotel de la Avenue Wagram y despues de una noche de fiesta.

Personajes asistentes al entierro:

Embajador hispanoamericano a quien el Rey Midas conocia en Paris. Modelo, el embajador chileno amigo de Rose-Marie: menudo de cuerpo, distinguido, cabello gris,.ojos claros, trajes de Saville Road y como toques juveniles un sombrero de alas minusculas a la italiana y trajes muy claros. Tics: al escuchar hace con los labios un movimiento de succion como si sorbiera las palabras que pronuncia su interlocutor.

?De que pueden servirme estos datos puramente fisicos y externos? Yo no soy un dibujante, sino un escritor que no conoce sino contados embajadores de carrera.

Del Anecdotario Revelador de Caracteres: Cuando alguien se refiere, por ejemplo, a la conferencia de educacion de la Unesco celebrada recientemente en Ginebra, exclama:

– ?Tonterias! Yo asisti como delegado y, como ocurre siempre, de aquella conferencia no salio nada. ?Descubri en cambio, un, pequeno restaurante cerca de la placita de la Catedral donde preparan una 'fondue a la bourguignone' que no se come ni en Paris!

Todo eso es falso, mas que revelador. Para escribir sobre los duques, se necesita examinarlos crudos, o paladearlos en su salsa, como lo hacia el de Saint-Simon en sus Memorias; o mirarlos desde el punto de vista de quien sin ser duque, tiene alma de ayuda de camara, como Marcel Proust. Ademas, hoy no estamos socialmente parados en la roca del derecho divino de Bossuet sino en arena movediza. Ya no hay categorias sociales inmutables y apenas quedan castas en la India, luego no puede haber 'Guia de Modelos de Personajes' ni un Anecdotario Revelador de Caracteres.

La terraza del cafe se va llenando poco a poco de gente. Grupos de aficionados a los libros se detienen ante

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