Joel tiene instrucciones de eliminarla pues se teme que haya caido en las redes de la policia y pueda denunciar la organizacion criminal:
Las palabras recibir, despachar, liquidar, experto, equivalian a ordenes e instrucciones y las direcciones de locales se referian a los, agentes; pero la clave tenia un doble sentido que solo comprendian los jefes de la organizacion. Cuando 103, rue Couseau recibia ejemplares de mariposas, Chantal avisaba a sus clientes que tenia droga a su disposicion, pero Joel sabia que tendria que vigilarla sin que ella lo sospechara, e inclusive eliminarla mediante una accion criminal.
Presiento, por cierta tirantez en la encia, que me va a doler el colmillo.
Me fatiga la exposicion encadenada de hechos menudos que se refieren a acontecimientos vulgares, a cosas sin importancia si se consideran aisladamente: objetos encontrados en el baul de un automovil abandonado, contenido del bolso de Chantal o de Valerie, anotaciones en una libreta de direcciones, vocabulario de los anuncios por palabras, etc. Concentrar mi imaginacion, que es expansiva y telescopica, en el ocular de un microscopio de laboratorio de investigacion criminal, o en la raiz de un colmillo que vibra a la menor caricia de la lengua, es un ejercicio que me enerva. ?Miguel Angel habria dejado de pintar el fresco de la Capilla Sixtina -cualquiera de mis grandes novelas abandonadas- para ponerse a dibujar una mayuscula en un breviario religioso? No puedo seguir. Voy a tomarme tres aspirinas y un vaso de Ricard.
A veces me asalta la tentacion, solo la tentacion, de dejar de lado mi novela y la investigacion criminal para convertirme en un complice del farmaceutico y de Joel, y en un delincuente de veras. Tengo mas imaginacion que ellos dos juntos, y la imaginacion es fundamental en la planeacion y la comision de un delito. No se si estoy cometiendo una solemne tonteria al descubrir y denunciar los proyectos del farmaceutico, enajenandome su amistad para siempre. Primero de mensajero en su farmacia, luego de socio suyo en el negocio que montara con el producto del atraco, tal vez conquistaria esa tranquilidad y esa mediania dorada que constituyen para millones de personas el mejor lote de felicidad en este mundo. No me tienta la idea de repetir la existencia hipocrita y mentirosa que llevaba una vez, cuando no era yo quien se sentaba a la mesa de Fouquet's, sino un hijo de familia que gastaba alegremente en Paris el dinero de un padre complaciente e imaginario que vivia en America… ?Ay! ?Este dolor sordo que se me riega como un licor ardiente por todo el rostro!… No puede ser. No puedo meterme en lios con la policia, ni echar a pique mi novela, ni abandonar una investigacion que comunicare a los duenos del deposito para granjearme su reconocimiento, un ascenso de puesto y tal vez una prima cuantiosa. Seria indigno de mi el convertirme en el agente y en el instrumento de un farmaceutico y un homosexual.
– Pasado manana es primero -me dijo el farmaceutico por telefono-. Necesitamos con mi jefe saber si vienes pasado manana a ocupar el puesto de mensajero. ?Ya diste el preaviso en la direccion del deposito? Las oficinas son en la Plaza de la opera. ?Contamos contigo? ?Te paso el dolor del colmillo?
– No me hables de eso, por favor. ?Pero, oye, oye un momento!
He perdido el sentido cronologico del antes, el ahora y el despues. Ignoraba que hoy fuera la antevispera del primero de mes; no me acorde de avisar hace trece dias en las oficinas del deposito que me retiraria pasado manana; no se a que dia estamos hoy. Esto solia ocurrirme cuando bebia demasiado y no solo la nocion del tiempo, sino el recuerdo de lo que habia hecho la vispera se borraban por completo de mi memoria. Pero en una epoca de perfecta normalidad, como esta, la incapacidad de apreciar el tiempo me preocupa. Debe ser fatiga mental, excitacion nerviosa, o este dolor lancinante, terebrante, que me asalta a veces en el colmillo izquierdo de la mandibula inferior y por contagio se transmite a todos los dientes y muelas de ese lado. No puedo pensar y el tiempo gotea como plomo derretido en la raiz del colmillo; pero cuando cesa el dolor y me deja tranquilo, caigo en un estado de placidez en que el tiempo desaparece o pasa tan de prisa que no lo siento pasar. Tengo que pedirle al farmaceutico un nuevo frasco de aspirina.
Mi arbitrario horario de comidas contribuye a esta desintegracion de mis percepciones cronologicas. Seria incapaz de ordenarlas, de situarlas una detras de la otra, dentro de una sucesion cotidiana. Ni siquiera puedo utilizar, para esto, las notas de mis cuadernos. En mis cambios de residencia he perdido dos o tres, tal vez aquellos que me interesaban mas, pues contenian los planes generales de mis futuras novelas. Menos mal que los ultimos, los que relatan el atraco proyectado por Joel y el farmaceutico, estan intactos. Los presentare manana mismo, primero a los directores del deposito luego a la inspeccion de policia a la cual seguramente ellos van a llevarme. Tengo que ponerme ahora mismo a ordenarlos, pues al romperse los ganchos que sujetaban las hojas, varias se perdieron y casi todas han cambiado de lugar. Cuando intentaba, si no anotar la fecha en lo alto de la pagina, por lo menos ponerle un numero, no tardaba en perderme.
Iba, por ejemplo, en el 167, pero al cabo de algunos dias, cuando despues de varios de reposo volvia a escribir, anotaba los numeros arbitrariamente: 672 o 267 o 762.
Once de la manana. Estoy en la Plaza de la opera, ligero de cuerpo y espiritu, en un delicioso estado de beatitud, pues tengo que recurrir al vocabulario de los misticos para expresar lo que siento. No me duele el colmillo, despues de una noche larga e infernal. No hace calor; el cielo esta despejado y azul. Tengo en la mano los cuadernos de mi novela y las notas en que desmonto pieza por pieza el proyectado asalto al deposito de drogas. Me quedan casi diez francos entre el bolsillo, suma mas que suficiente para comprar el periodico y tomarme dos Ricards en este cafecito del Boulevard des Italiens…
Cuando vi en los titulares de la primera pagina del periodico que se habia entregado el asesino de Valerie, el mundo parecio abrirse bajo mis pies. Volvi a leer la informacion recorriendo las lineas con el dedo, pues no podia ver claro. Senti como si alguien me hubiera robado mis cuadernos y hubiera publicado mi novela con otra firma. Estando a punto de descubrir no solo el crimen de la Place Pigalle, sino el asalto del deposito, me quedaba con un palmo de narices. El asesino era Joel, como yo suponia, pero no el Joel que suponia yo. Desde un punto de vista puramente tecnico, yo habia descubierto en mis cuadernos que el asesino era Joel. El que este, como la equis de una ecuacion matematica, fuera el amigo del farmaceutico o una persona distinta, no altera en nada la severidad y el rigor de mi razonamiento. El mio es analitico y el relato del periodico es vulgarmente anecdotico. ?Por que me hiciste esto, Dios mio? ?Por que todo me sale mal?
La novela no importa. Escribire otra con un tema completamente distinto, pues a la verdad el genero policiaco me cansa, como fatigaria a Miguel Angel el tallar la cupula de San Pedro en un grano de arroz. Digo esto porque la china de la mesa vecina -no me gustan las chinas- me esta mirando. Acabo de perder una novela y, sin embargo, continuo sentado aqui, en la terraza de un cafe, sin que ni yo mismo, que tengo la extrana facultad de sorprenderme de todo, en el fondo me sorprenda de nada. A veces, como ahora cuando me acaban de arrebatar una impresionante investigacion criminal sin que nada suceda, ni se altere el ritmo de la calle, Paris me parece frio e inhumano.
A la verdad aquello de los anuncios por palabras nunca acabo de convencerme. Era demasiado elaborado y denunciaba a leguas la influencia de viejas novelas policiacas. Tal vez seducido por el titulo de 'El Crimen de los Anuncios por Palabras, y la curiosidad de semejante procedimiento, mi proyecto de novela se enderezaba a