– Gracias, me apetece ponermela.

Enrique se levanto, apago el canuto y se dirigio al dormitorio. Elena le siguio y se sento en el borde de la cama, observandolo. Al fin dijo:

– ?Que te da el hachis ahora, al cabo de los anos?

– Menos que entonces, pero todavia le saco algun partido. Has de tener en cuenta que yo nunca he fumado tanto como tu. ?Te acuerdas del ano que fuimos a Marruecos? Estuviste tres dias colgada viendo a Dios y al diablo y a toda la corte celestial. Siempre has tendido a apurar las experiencias muy deprisa. Yo tengo otro ritmo.

– Pero ?que te da?

– Perspectiva. Veo las cosas sin pasion, comprendo su trampa.

– ?Que trampa?

– La trampa que hay detras de todo. Tu y yo seguimos juntos gracias al hachis; los que no lo probaron creyeron que era posible iniciar una relacion distinta y ya lo ves, cayendo de pareja en pareja para repetir las mismas cosas. Me sigue ayudando mucho para hacer el amor.

– Tu y yo ya no hacemos el amor.

– Hablaba en general.

– No entiendo lo que dices de la trampa.

Enrique acabo con el nudo de la corbata y fue a sentarse en la cama, junto a Elena. Habia abandonado el gesto de seguridad anterior y eso le habia envejecido. Parecio pensar unos instantes, despues dijo:

– Todavia no se explicarlo y tampoco tengo mucho interes en poder hacerlo porque me basta con entenderlo intuitivamente, con el lado de la inteligencia o de las tripas encargado de entender esas cosas. Pero hay una trampa fundamental, a la que estamos sujetos, y multitud de trampas accesorias que podemos evitar o no. Yo he decidido evitar las accesorias. ?Recuerdas cuando murio mi padre? Yo habia ido a verle unos dias antes y ya entonces lo mezclaba todo. Seguramente no sabia quien era ni donde estaba. Pero hubo un instante en el que parecio reconocerme y me hizo una confesion que no diria que cambio mi vida, porque detesto esas frases de caracter transcendental, pero que fue como un veneno o una revelacion que ha ido actuando en mi a lo largo de todos estos anos y que el hachis me ha hecho comprender, aunque no me ha ensenado a explicar.

Elena parecia asustada, pero consiguio hacer la pregunta.

– ?Que te confeso?

– Me dijo que el dia anterior se habia masturbado y que para hacerlo recurrio a la misma fantasia utilizada la primera vez que lo hizo. Despues quedo callado unos instantes y anadio: «En realidad siempre he utilizado la misma fantasia, con ligeras variantes». ?Te das cuenta? ?Cuantas veces se masturba uno a lo largo de su vida? ?Miles? ?Cientos de miles? ?Millones? No lo se, pero si se que cada vez que lo hace cree repetir una experiencia unica, diferente, cuando la verdad es que permanecemos atados a la misma obsesion desde el principio. No se lo que esto significa, pero si se que introdujo en mi vida un factor de conocimiento que antes no estaba y que me ha ayudado a alcanzar algun tipo de acuerdo conmigo mismo, con mis contradicciones y deseos.

– No te entiendo -dijo Elena como si no le hubiera escuchado.

– Te lo dire de otro modo: aquella confesion me hizo mayor de golpe y en el peor sentido de la palabra, en el unico en el que realmente se puede ser mayor.

Cuando Enrique salio de casa, Elena se sento en la butaca y comenzo a llorar, aunque no se sentia en posesion de ningun dolor moral o fisico que lo justificara; se trataba mas bien de un descanso, como si su organismo hubiera decidido bajar temporalmente las defensas y permitirse el lujo de una deflacion, de una caida destinada a acumular energias. Penso que quizas el llanto estaba cumpliendo la funcion que dias o meses atras cumplian los desmayos, de los que por lo general salia fortalecida. Cuando ceso el llanto, se acordo, por costumbre, de la cena, pero no tenia ganas de comer. Penso entonces que tenia frente a si la posibilidad de liar un canuto y quedarse dormida en la butaca, viendo la television, hasta que regresara su marido, pero asocio esa posibilidad al cona y los ansioliticos de su madre, y tambien al informe del detective. Decidio no hacerlo. En realidad, no se trataba de una decision propia, pues parecia provenir de una voluntad ajena, aunque ligada a la suya por unos lazos invisibles.

Penso con un toque de ironia que quiza se lo debia a su antipoda que por alguna razon a estas alturas de la vida habia decidido comenzar a cuidarla, a cuidarse. Lo cierto es que los efectos del hachis tan deseados ayer mismo parecian indeseables hoy y todo habia sucedido de un modo aparentemente gratuito y simple, como el resto de las cosas de la vida.

Decidio irse a la cama y leer hasta que las palabras atrajeran el sueno. Una vez acostada, tuvo un recuerdo, igualmente gratuito, para Gregorio Samsa, a quien tanto habia amado en otro tiempo, y penso que durante los ultimos anos tambien ella habia sido un raro insecto que, al contrario del de Kafka, comenzaba a recuperar su antigua imagen antes de morir, antes de que los otros le mataran. El pensamiento consiguio excitarla, pues intuyo que si conseguia regresar de esa metamorfosis las cosas serian diferentes, pues habria salido de ella dotada de una fortaleza especial, de una sabiduria con la que quiza podria enfrentarse sin temor a los mecanismos del mundo o a quienes manejaban en beneficio propio, y contra ella, tales mecanismos.

Iba a coger una novela que llevaba meses sobre la mesilla, pero un impulso en el que ya no habia miedo, sino deseo de saber, la condujo a abrir el cajon del mueble y tomar de alli uno de los cuadernos del diario de su madre. Como siempre, busco al azar lo que parecia el comienzo de un episodio y leyo:

Solo en una ocasion fui al extranjero y por eso tuve la oportunidad de vivir en un hotel. Acompane a mi marido a una ciudad de Francia que se llama Burdeos, adonde su empresa lo habia enviado para que supervisara unos trabajos propios de su especialidad. Solo estuvimos alli dos dias y yo permaneci todo el tiempo en el hotel, que era muy bueno y por el que no sabia como moverme. La primera noche mi marido tuvo que salir para hacerse cargo de unos compromisos sociales en los que yo no estaba llamada a participar. Recuerdo que me puse el camison especial que me habia llevado y espere a mi marido estudiando las caracteristicas de la habitacion y revisando un libro de frances de una de mis hijas, que habia metido en la maleta para aprender algunas frases de ese idioma. El camison era un poco provocador porque yo pensaba que estar en el extranjero era como ser otro y que alli podriamos comportarnos como otros, como si estuvieramos acostumbrados a viajar por las diversas partes del universo mundo arrastrando la vida un poco licenciosa que llevan esas gentes que se mueven tanto y con tanta naturalidad. En un momento dado fui al cuarto de bano para mirarme en el espejo, porque el cuarto de bano tenia un espejo muy grande y sin defectos iluminado por multitud de luces blancas, tan blancas y brillantes como el resto de los aparatos sanitarios (el lavabo, el bide, la banera, la taza del vater) que mas que aparatos sanitarios parecian muebles de lo bonitos que eran. Aunque lo que iba a hacer me parecio un pecado, comence a hacerlo.

Me puse frente al espejo, me retoque el pelo, me lave los dientes y despues me baje los tirantes del camison y me descubri los senos, que han sido la parte mas apreciada de mi cuerpo. No eran como los de entonces (llamo entonces a mi juventud), pero no carecian de atractivo. Me lleve las manos a ellos, a su base, para elevarlos un poco, y note un bulto extrano en el derecho. Creo que empece a sudar de miedo y que ya estaba a punto de desmayarme cuando consegui sentarme en la taza del retrete donde me subi los tirantes y comence a mirar los dibujos de la ceramica que habia en las paredes. Pense entonces que quiza habia sido una sensacion falsa, pero no me atrevi a comprobarlo. Luego pense en la calidad del bulto, en su tamano (era como una naranja pequena o una mandarina) y me console con la idea de que quiza llevaba alli muchos anos creciendo con tanta lentitud que yo ni me habia dado cuenta, pues nunca antes de salir al extranjero me habia atrevido a tocarme los pechos de ese modo. Podria seguir, por tanto, muchos mas anos y yo no volveria a tocarme los pechos ni a viajar fuera para no darme cuenta y a lo mejor lo olvidaria y me haria muy vieja antes de que el bulto creciera demasiado.

Cuando logre calmarme un poco, me coloque otra vez frente al espejo, me baje los tirantes y, sin tocarlos, los observe detenidamente y comprobe que el pezon derecho estaba ligeramente retraido, como si una fuerza interior lo atrajera hacia si. Dios mio, que miedo tuve. Cuanto miedo cabe en un cuerpo humano, sobre todo en el cuerpo de una mujer, porque los hombres estan hechos de otro modo, con menos complicaciones que nosotras, por eso viajan y hacen cosas prohibidas sin que llegue a sucederles nada.

Permaneci durante mucho rato en el cuarto de bano, sin llegar a desmayarme, aunque tengo cierta facilidad para ello, sobre todo desde que Elena, mi antipoda, se ha dado al alcohol y a las pastillas. Tuve un pensamiento extrano que quiza perteneciera a mi antipoda, que estaria en ese instante en otro hotel contrario al mio temblando de miedo como yo. Pense que en los cuartos de bano de los hoteles es relativamente facil establecer un pacto con la locura. Todo brilla y esta tan limpio y todo esta dotado de unas curvas tan suaves que la locura resbala por la superficie de las cosas sin sufrir ningun dano. Ademas, en los cuartos de bano de los hoteles caros (las pensiones

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