estos me recordo que aquel estado, aunque se disputaba el honor con Minnesota, era la patria legendaria de Paul Bunyan, que se habia ganado el sustento y la posteridad derribando un numero fantastico de aquellos troncos con su hacha.

Sue Fromsett vivia en una casa de respetable tamano y solida construccion, quiza mejor que otras casas de las proximidades. Tenia una entrada limpia y despejada y espacio para aparcar seis o siete coches. Solo habia uno, un jeep de color metalizado. En un principio pense dejar el coche en la calle, sin entrar en el area privada de la casa, pero en aquella parte de Estados Unidos no suele haber verjas que impidan el paso y crei que estorbaria menos si lo estacionaba discretamente en el espacio destinado al efecto.

La puerta estaba entreabierta y se oia musica en el interior. Toque el timbre, que sono algo estridente. Al cabo de medio minuto aparecio en el umbral una mujer de pelo entre rubio y cano, aunque no demasiado mayor, con unas gafas grandes sobre la punta de la nariz y un cordon anudado al extremo de las patillas, para colgarlas del cuello. Me miro con naturalidad y me saludo amablemente:

– Buenos dias. ?En que puedo ayudarle?

– ?Sue Fromsett?

– Si.

Por si podia hacerle algun efecto especial, le hable en espanol:

– Me llamo Hugo Moncada. Vengo de Madrid y estoy buscando a su padre.

Sue Fromsett perdio su espontaneidad y se quedo callada durante un segundo. A continuacion, meneando la cabeza y con un arrastrado castellano, dijo:

– ?De Madrid? ?Y para que quiere ver a mi padre?

– Estoy haciendo una tesis sobre su novela Lejanos.

Mi interlocutora mudo en un momento de la desconfianza al estupor y de este a una restauracion de su deferencia inicial.

– Vaya -comento, sonriendo-, no creo que a mi padre le pasara nunca por la cabeza que alguien pudiera hacer una tesis sobre su novela. Pero perdoneme, le tengo ahi de pie. Ya que viene de tan lejos al menos deberia invitarle a entrar. Pase, si quiere.

Quise y Sue me llevo hasta el salon, una espaciosa y confortable estancia en tres o cuatro alturas enteramente revestida de madera color miel. Me ofrecio asiento junto a la mesa donde debia estar ella a mi llegada, sobre la que vi varios libros y un par de cuadernos con anotaciones en una caligrafia impetuosa.

– Disculpe el desorden. Estaba preparando mis clases. Soy profesora, en la universidad. ?Usted tambien es profesor?

– Todavia no.

Entonces Sue cayo de pronto en la cuenta de algo, y al hacerlo en su actitud volvio a haber cierta distancia.

– ?Como me ha encontrado? -pregunto-. No uso nunca el apellido Dalmau. Aqui las mujeres toman el del marido cuando se casan, ya sabe.

Escogi la sinceridad:

– Me da verguenza contarselo. Busque el apellido en la guia telefonica y localice a su hermano. Estuve en Milwaukee y de ahi me enviaron a Kenosha. Alli me dieron su tarjeta y tambien supe que su hermano habia muerto. Lo siento mucho.

La alusion a la reciente tragedia de su hermano la sumio en una momentanea abstraccion, pero me parecio que al menos dejaba de inquietarla el modo en que yo habia llegado hasta su casa en aquella apartada colina sobre la ciudad de Madison.

– Fue una lastima -se quejo-. Era mi hermano pequeno, el unico que tenia. Pero los muertos hay que dejarlos enterrados, y acordarse de ellos solo cuando el recuerdo no sirve para entristecerse -trato de animarse-. ?Como es que ha elegido hacer una tesis sobre el libro de mi padre?

– Es una obra muy singular.

– No hay duda. Pero, ?como se entero de que existia? No se ha traducido en Espana.

– He vivido algun tiempo en Nueva York. Alli la lei, y tambien en parte por eso me intereso. Aunque no tanto tiempo como su padre, he tenido la sensacion de estar lejos de casa, en un pais y una ciudad extranos.

– Este pais ya no es extrano para mi padre. Ha estado en el durante casi toda su vida. Ademas -puntualizo, con malevolencia- el libro no trata de eso.

– No directamente. ?Ha estado alguna vez en Madrid?

– No. Nunca he ido a Espana. Aunque mi padre me enseno el idioma, no quiso llevarme. Luego he pensado ir alguna vez, pero no ha terminado de haber ocasion. Me gustaria hacerlo, algun dia. Matthew fue, hace anos.

– Si va a Madrid busque los sitios que su padre menciona en su novela. Tal vez cambie de opinion respecto de la intencion del libro.

– Podria ser. En fin, ya veo que le gusta Lejanos, aunque seguramente sea uno de los pocos. Lo que no veo es que le mueve a perseguir a Manuel Dalmau asi, como un detective.

– No tengo otra forma. Es casi imposible saber algo de su padre. No hay nada escrito sobre el, aparte de quince o veinte lineas en su propio libro. En la editorial no me dieron razon de el, o no quisieron darmela. Dalmau es un enigma.

Sue Fromsett asintio. Era una mujer afectuosa y probablemente comprensiva, por el trato de anos con los estudiantes o por una predisposicion del caracter que no debia haber heredado de Dalmau, sino de su madre americana, la que le habria legado tambien los ojos azules y la palidez del rostro, aunque esta, como otras, era una suposicion gratuita.

– ?Y no se le ha ocurrido pensar que a lo mejor Dalmau es un enigma porque desea serlo?

– Claro que lo he pensado. Pero no por eso podia dejar de hacer el intento.

– Me hago cargo -Sue Fromsett se detuvo, como si estuviera sopesando las palabras. Luego, en un tono ensayado, o asi era siempre su ingles, lengua a la que se cambio acaso para ganar firmeza, me ilustro-: Vera usted, senor. Mi padre es un hombre muy anciano. No un poco, sino muy anciano. A mi me tuvo cuando ya habia superado los cuarenta, y puede ver que no soy una nina. Su vida ha sido muy larga y no siempre facil. Y ahora, para colmo, ha perdido a su hijo menor. Aunque pueda sonarle presuntuoso, ya no le queda mucha curiosidad por las cosas del mundo. No tiene muy buena salud, y esta cansado. Cansado de vivir, en gran medida, aunque es posible que esto le sorprenda. Entiendo y aprecio su impulso, y se lo agradezco de corazon en nombre de mi padre. Espero que usted tambien entienda por que el no quiere ver a nadie, y por que yo no puedo ayudarle.

Era tan dulce en aquel idioma, en el que no se le encasquillaban como en el mio las jotas y las erres, que no habia manera de interpretar que se me estaba sacudiendo sin mas de encima. Por obtener nuevas muestras de aquella dulzura denegatoria, o por agotar lo que de su conversacion pudiera sacarse, eleve una objecion:

– No acabo de encajar esa actitud, que no soy quien para criticar, por supuesto, con el hecho de reeditar el libro. Si no queria que nadie le molestase, ?por que rescatar algo olvidado para entregarlo al publico?

– No lo rescato el -adujo Sue-, sino otros. El se limito a no oponerse. Haberse opuesto habria sido mayor incongruencia, ?no cree?

La hija de Dalmau, en aquel papel de defensora de la privacidad y la coherencia de su progenitor, exhibia una simpatia y una conviccion inexpugnables. Por primera vez desde mi llegada, alivio su nariz del peso de sus lentes. Sin la intermediacion de los vidrios correctores tenia una mirada juvenil e intensa.

– ?Y no podria siquiera decirme adonde puedo escribirle? -probe, a la desesperada, aunque distaba de imaginar que podia escribirle a aquel hombre.

– No le dare su direccion. Envieme aqui lo que quiera. Aunque le anticipo que no recibira contestacion alguna. En realidad, ni siquiera leera lo que le mande. Puede hacer ya mas de diez anos que mi padre no lee nada. Tiene la vista casi perdida.

– Tal vez usted podria proporcionarme algunos datos sobre la vida de su padre -porfie-. Por que vino a Estados Unidos, donde trabajo, cuales fueron sus comienzos.

– Lo siento. Muchas de esas cosas yo misma las desconozco. Naci muchos anos despues de que ocurrieran. Y lo poco que se no puedo contarselo. Estaria traicionando a mi padre. No debo hacer yo lo que el no quiere que se haga. Me sabe mal que su viaje no sirva para mucho, pero todo lo que esta en mi mano es invitarle a tomar algo.

En ese momento sono el timbre. Sue se excuso y fue a ver quien era. Aproveche la soledad para mirar mas de cerca los papeles que habia sobre la mesa. El disco se habia acabado y podia oir a Sue hablando con alguien

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