So have a little faith and trust in what tomorrow brings, you?ll reach a star because there are such things.

Cuando la cantante enmudecio, exhausta por el esfuerzo, me volvi hacia Sybil. Ella tambien se habia vuelto en mi direccion y me observaba. Como yo, estaba conmovida por la emocion y la belleza que habia creado la otra, su gemela de la voz de negra. Se habia quitado la chaqueta y sus palidos hombros desnudos brillaban en la semioscuridad que reinaba en la sala. Se inclino sobre la mesa y se aproximo a mi. Pude oleria, el aroma de ella y no el del perfume que se habia puesto encima. Era un olor templado, como incienso. Imponiendose a duras penas sobre los aplausos, grito:

– Ya ves. Todo es cuestion de fe.

– Como diria el gran Meaulnes.

– Como diria el capitan don Hugo de Moncada, que dio la vida por su barco -enmendo, clavando en mi sus ojos, tan americanos y azules.

La mujer blanca que cantaba como Sarah Vaughan y sus musicos ejecutaron todavia cinco o seis composiciones mas. Mientras les escuchabamos, acaso por descuido, la mano de Sybil rozo mi mano, y de ahi no paso, porque sabia reservarse. Sin embargo, cuando al salir del Iridium me ofreci a acompanarla hasta su casa, ella consintio. Fuimos por Columbus Avenue, el camino mas recto, solo doce manzanas. Las aceras estaban desiertas y apenas habia trafico. En ese momento se juntaron en mi cerebro dos sensaciones acuciantes. La primera era que el tiempo se terminaba, que en unos pocos minutos llegariamos ante su portal y que entonces ella iba a despedirse de mi, acaso para siempre. La segunda era que ya habia vivido aquello con anterioridad. Escarbe en mi memoria y no tarde en averiguar cuando. Habia sido diez meses atras, en Madrid, mientras dormia.

– No vas a creerlo -le dije a Sybil, sin poder contenerme-, o peor, creeras que es una especie de truco idiota. Yo he sonado esto.

– ?El que? -inquirio, sorprendida por mi exaltacion.

– Esto. La noche, la ciudad, los edificios. Los maniquies de ese escaparate. Tu, o alguien como tu. Fue antes de haber estado nunca en Nueva York. Solo habia una diferencia: hacia frio y a la mujer del sueno la abrazaba, mientras caminabamos.

– Un sueno -murmuro, perpleja.

Y estuvo asi, pensativa, durante unos segundos interminables. No fui capaz, aun hoy no soy capaz de desentranar lo que la movio entonces; si quiso tener fe, si lo hizo para probarme, o si solo interpreto que aquello formaba parte del juego y quiso jugar a el hasta las ultimas consecuencias. Lentamente, se cogio los hombros y declaro:

– Ahora que lo dices, tambien esta noche hace frio.

La mire y no me atrevi. Me quede quieto ante ella, resistiendome a creer que el sueno pudiera repetirse y que ella pudiera ser como la mujer que me habia ensenado la infinita noche de Nueva York, antes de que yo atravesara el oceano. Sybil exigio, impaciente:

– Vamos. Nunca habia ayudado a reconstruir un sueno.

Era imperiosa y propicia, tal y como la habia deseado, incluso antes de conocerla. La abrace. Su cuerpo estaba tibio, y era tan delicado que casi daba miedo apretarla. Echamos a andar y nuestros pasos se acompasaron en seguida. No debio ser mas de un cuarto de hora, pero duro lo que quise, porque ella era el sueno y, como la otra vez, tenia el poder inaudito de alargar los instantes. Estuvimos solos alli, sin cambiar palabra, hasta que todo fue identico y perfecto. Luego la deje en su portal, y no hubo promesas, pero no tuve necesidad de pedirlas. Antes de separarnos, la nieta de Dalmau puso en mi mano un papel diminuto, el que habia sacado del pastelillo de la suerte, en el restaurante. Cuando ella hubo desaparecido, lei el mensaje que traia impreso. Rezaba, laconico e inverosimil:

Se te otorgara lo que esperas.

5.

El rostro terrible

– Asi que se dejo abrazar y ahi quedo la cosa -resumio Raul-. ?Cuanto hace de eso?

– Tres dias -calcule.

– Y no la has llamado ni te ha llamado.

– No.

– Muy bien -celebro-. Mi dilatada experiencia me permite concluir que estas en una estupenda situacion para olvidarte del asunto.

Era domingo y habia invitado a Raul a desayunar y almorzar a la vez en ACME, un establecimiento un tanto tenebroso, aunque acogedor, situado en Great Jones Street, a mitad de camino entre su apartamento y el mio. Mientras dabamos cuenta de nuestros copiosos brunches, le habia puesto en antecedentes de lo ocurrido la noche de mi cita con Sybil. Habia acudido a el porque era el unico a quien me parecia que podia contarselo.

– El caso es que no quiero olvidarme -dije.

– Entonces, ?por que no la llamas?

– Tengo la sensacion de que ahora tengo que esperar. De que si hago algun movimiento antes de tiempo puedo arruinarlo todo.

– Hugo, el ocio te esta perjudicando la cabeza -diagnostico Raul, con circunspeccion-. No es la Bella Durmiente, sino una chica cualquiera de Nueva York. O vas por ella o te dejas de fantasias. Tal vez deberias probar a ser un tipo normal, conseguir un trabajo, y conformarte con lo que cayera, como yo. Hace diez anos que me aburro y vivo feliz.

– No es tan facil. ?Nunca has sentido que no eres dueno de lo que haces? Como si tu vida no tuviera una finalidad en si misma, y solo fuera una pieza en el plan de otro, otro a quien nunca ves y a quien tu le traes sin cuidado.

– Naturalmente. Lo siento cada vez que veo la television y me doy cuenta de que estoy siendo computado en un indice de audiencia.

– No me refiero a eso -le ataje-. Al cabo de diez meses, no se a que he venido a esta ciudad. Pero mientras paseaba con esa chica, por primera vez, tenia la sensacion de estar cerca de algo, y a la vez de que ese algo escapaba a mi control, como si yo fuera parte de ello y no al reves. Ahora me doy cuenta, por ejemplo, de que esa noche ella averiguo lo que quiso de mi, mientras yo no conseguia averiguar nada. Maldita sea, se supone que era yo quien la habia seguido a ella. Todo esto tiene algun sentido y quiza llegue a entenderlo. La cuestion es que no sera antes porque yo me de mas prisa.

Raul meneo la cabeza.

– Estas en una etapa crucial, companero -dijo-. La etapa en que tienes que pensar, si de verdad deseas quedarte aqui, en como deseas quedarte y para que. Hasta ahora no has sido mas que un turista de larga duracion y para eso sobra con dejarse llevar. Pero esa etapa se te acaba. A todos nos llego el momento y lo resolvimos, de una forma o de otra. Tu te niegas a resolverlo. No soy partidario de aconsejar a nadie, pero tal vez deberias considerar con seriedad si lo que quieres no es volver a casa, simplemente.

– Si no me equivoco, nunca he estado mas lejos de querer eso -proclame, terminante.

Despachado asi su aviso, Raul se callo. Sin duda sus razones eran sensatas y atendibles, y no era improbable que pusiera en practica algunas de sus recomendaciones, como por ejemplo la de buscar un empleo. Sin embargo, fallaba en lo principal. Yo no tenia ningun objetivo, y por eso estaba dispuesto a aceptar cualquiera que se ofreciese, especialmente si se sustraia a mi voluntad y quedaba al arbitrio de fuerzas desconocidas.

De esas fuerzas, suponia, habria de venir una senal, y es posible que ya hubiera comenzado a intuir como podria ser, incluso a coleccionar intuiciones diversas, todas ellas beneficas y estimulantes, cuando la senal vino,

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