– ?Que tendria que hacer?

– Para empezar, un trabajo especial.

La palabra especial me inquieto. Pertua lo noto y se apresuro a explicarlo:

– Hemos decidido una reorganizacion de parte de nuestros negocios. La operacion principal de esa reorganizacion es la venta de la empresa para la que has estado trabajando. Tenemos un comprador que oferta un precio atractivo. Necesitamos alguien con conocimiento de lo que se vende que sirva de interlocutor al personal del comprador que vendra para comprobar la valoracion y cerrar el trato. No estaras solo. Te ayudara alguien con experiencia en estas cosas -y aviso a Myrtle-: Myrtle, llama a Avi.

– ?Avi?

– Se llama Avinash. Nunca pronuncio bien su apellido. Es hindu, una raza imperturbable, cualidad ventajosa para estas misiones.

Avinash aparecio al cabo de unos segundos. Era un tipo desgarbado, mas o menos de mi edad, y todavia mas bajo que Pertua. En su rostro oscuro, el blanco de los ojos relucia como la luna en mitad de la noche.

– Avi, te presento a Hugo Moncada. Se encargara de la negociacion, con tu ayuda.

Avinash no pregunto que demonios pintaba yo alli, por que me iba a encargar de la negociacion o por que tenia que ayudarme. Ni siquiera pestaneo. Me tendio la mano y dijo:

– Encantado.

Durante los primeros dias de trabajo, la presencia del hindu me incomodo. Era competente y laborioso, y tambien temible para nuestros interlocutores en la polemica; conmigo, por lo demas, se atenia en todo momento a un companerismo que parecia sincero. Pero no se me iba de la cabeza que aquel hombre, ademas de pertenecer a otra civilizacion, lo que no dejaba de advertirse en alguna que otra circunstancia, era uno de los auxiliares de Pertua en la misteriosa cabecera del grupo y tenia, por anadidura, experiencia en trabajos como aquel. Las reuniones, casi siempre largas y exasperantes, se sostenian en un lugubre edificio de Spring Street y a veces en la propia sede de la compania cuya venta se negociaba. En el primer caso el obstaculo era estar durante horas en una oficina arrendada para la ocasion, rodeados de ordenadores y pizarras y soportando las ingeniosidades de los mercenarios contratados por el comprador (abogados, auditores, etcetera), que ineludiblemente versaban sobre los diversos particulares del negocio que permitian exigir una rebaja en el precio, o un incremento de las garantias, o ambas cosas a la vez. En el segundo caso, habia que tener la sangre bastante fria para ajustar con la distancia adecuada las condiciones de la transaccion, bajo el mismo techo que cobijaba a todas aquellas personas que iban a ser vendidas a tanto alzado y en lote (alguna de ellas entraba en la sala, de vez en cuando, para pasar un recado o renovar el cafe).Y ello sin dejar de sugerir, si resultaba a proposito, los costes laborales que podia rebajar el comprador tan pronto como tomase el control de la compania. Pero Avinash no se inmutaba por lo uno ni por lo otro, y tanto le daba dormir cinco horas o dos. A la manana siguiente siempre aparecia con su flequillo negro empapado y cepillado a un lado, los ojos muy abiertos y las ojeras camufladas bajo el color de su tez.

A medida que fueron pasando los dias, no obstante mis iniciales reticencias, la brega y los combates compartidos propiciaron, de forma casi imperceptible, un acercamiento personal entre ambos. Una noche, en la sede de la compania, despues de un par de jornadas extenuantes, Avinash debio creerme lo bastante reblandecido como para permitirse una confidencia de caracter humano, aunque con pretexto profesional.

– Siempre detesto este momento -dijo-. Ya hemos hecho la parte mas importante, pero es ahora cuando queda lo peor. En lo importante solo entran los especialistas en resolver problemas, con los que no me cuesta tratar, aunque sea a tiro limpio. A partir de ahora intervienen los especialistas en crearlos. ?Sabes por que?

– No.

– Para lo importante hace falta trabajar, y eso, en nuestro mundo, solo lo hace la gente de segunda fila. En el remate, o sea, lo que viene ahora, solo hay que aparentar que se tiene una mente estrategica. Eso si estan dispuestos a hacerlo los protagonistas, a quienes me refiero como los creadores de problemas. Despues de doce anos de experiencia, hay pocas cosas que haya aprendido a despreciar tanto como la estrategia. He llegado a la conclusion -afirmo Avinash, con sorna- de que la estrategia, para la mayoria de esos fantoches, no es mas que un invento que levantan despues de que todo ha terminado. Asi tratan de vender a los demas, incluso a quienes realmente contribuyeron, que lo que salio al tuntun o por fuerza, como siempre sale todo, obedecia en realidad a un plan que ellos tenian.

En ese instante alguien llamo a la puerta. Estabamos solos, en la sala en la que se reunia el consejo de administracion, al lado del despacho de Ronald. Quien llamaba, segun se vio una vez que Avinash le grito que pasara, era precisamente la secretaria de Ronald. Era una pelirroja tan alta como las mujeres de las que se rodeaba Pertua, y no menos atractiva, porque Ronald tambien amaba la belleza. Llevaba un traje color cereza de quinientos dolares, como poco, y habia un mohin de asco en su cara cuando le dijo a Avinash:

– Tiene una llamada telefonica. El senor Pertua.

– ?Y no puede pasarla aqui? -se intereso el hindu.

– Bueno, seria posible si…

– Si es posible, pasela, por favor.

Avinash lo pidio sin brusquedad, casi con pleitesia, como alguno de sus antepasados podia haber llamado sahib a algun britanico desalmado del que pudiera obtener unas monedas, techo o sustento. La pelirroja pudo percibir, no obstante, la desaprobacion que recibia su torpeza debio indignarla que aquel indio piojoso la vejase. Desaparecio sin decir nada mas y al instante sono el telefono de la sala. Avinash le dio la novedad a Pertua y me lo paso para que yo completara la informacion con lo que me pareciera pertinente. Habia poco que anadir. En realidad Pertua solo debia querer mostrarme que no confiaba mas en Avinash que en mi; me dio animos, se los agradeci y colgo.

Avinash se habia quedado pensativo. Como parecia que era una noche de confraternizacion, le pregunte algo que hasta entonces me habria abstenido de preguntarle:

– ?En que piensas?

Avinash se volvio hacia mi y dijo, como si saliera de una ensonacion:

– En la pelirroja. ?Te das cuenta de que vamos a vender su empresa, lo que en cierto modo equivale a decir que su destino esta en nuestras manos, y sin embargo no podemos hacer nada para que nos tenga la menor estima? He estado meditando y no se me ocurre ninguna forma de domarla. La admiro por eso -proclamo, con conviccion-. Es mucho mas digna que Ronald, por ejemplo.

Ronald, a quien manteniamos al margen de todo, siempre tenia lista una sonrisa nerviosa cuando nos presentabamos alli, para utilizar la sala de su consejo, y tambien cuando le pediamos que nos dejara a solas, en sus mismisimas oficinas. Avinash, con una incomparable crueldad, habia llegado a echarle de su propio despacho por gusto, para debatir conmigo cualquier asunto sin trascendencia.

– Quiza habria alguna forma de persuadirla -aventure.

Avinash meneo la cabeza.

– Todo el mundo es sensible al chantaje apropiado, desde luego. Pero no hablo de forzarla, sino de que hubiera un medio pacifico de lograr que fuera tan docil como Ronald. He ahi un reto para la inteligencia, Hugo, y no lo que nos pasamos horas haciendo, en los ultimos dias. Que esa hermosa muchacha blanca fuera dulce con un feo indio como yo. Solo es valioso lo que no se puede tener -recito, inflamado-, como solo es preciosa la luz en las horas oscuras. El unico consuelo que encuentro en renunciar a ella es que la sabiduria de mi pueblo ensena que el espiritu de un hombre es tan grande como sus renuncias.

Me pasmaba oir a aquel sujeto, capaz de pasarse horas tratando unicamente de dinero, encadenar en un estado cercano al extasis aquellas palabras sobre la desposesion y el tamano del espiritu, aunque fueran sarcasticas. Y mas aun me pasmaba sospechar que no lo eran. Pero Avinash, como solia, cambio de pronto de asunto:

– ?Como has encontrado a Pertua?

Derivar la conversacion hacia Pertua era un nuevo signo de relajacion por parte de mi companero. Hasta entonces no habiamos hablado de el. Escogi ser comedido:

– Siempre encuentro a Pertua mas o menos igual.

– ?Y que te parece, Pertua?

Inquiria sin enfasis, con la neutralidad con que hacia casi todo.

– No le conozco desde hace demasiado. Supongo que es la clase de persona que conviene tomarse algun tiempo para juzgar.

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