tomos y me indico que lo abriera. Empezaba con unos estados financieros y seguia un informe, y a medida que pasaba aquellas hojas iba dando menos credito a mis ojos. Todo estaba escrito en espanol, como habia atisbado, pero eso no era lo unico familiar.

– Es una pequena firma -constato Pertua, quitandole importancia-, pero nos parecio interesante, un buen complemento a nuestras inversiones en Espana. Pujamos y sus duenos resultaron estar abiertos a venderla. Asi que la hemos comprado. Rhoda firmo todos los papeles en Madrid la semana pasada.

Mientras iba relatando todo aquello, Pertua se deleitaba observando como reprimia yo mis emociones. Si aquello podia considerarse una debilidad por su parte, ya tenia un ejemplo que darle a Avinash.

– Manana llega aqui el equipo directivo -anadio-, que de momento son los anteriores duenos. Nos informaran acerca de sus planes y si nos convencen los confirmaremos. Si no, buscaremos a otros. Los abogados se han ocupado de que podamos prescindir de ellos con una indemnizacion moderada. Tu los conoces a todos. Quisiera que estuvieras manana con Rhoda y conmigo y nos ayudaras a decidir.

Asi fue como lo dijo, tu los conoces a todos, como si dijera a ti ya te han sido presentados, para constatar en voz alta el hecho de que Dalmau habia comprado la firma para la que yo habia estado trabajando durante anos, en Espana, y que al dia siguiente irian a pasar examen quienes habian sido mis jefes, o mas que mis jefes, y se me ofrecia entrar a formar parte del tribunal calificador.

– Claro -respondi, aturdido.

El examen no tuvo lugar en las oficinas del Rockefeller Center, sino en otras, de ocasion, cerca de Wall Street. Se habia dispuesto una sala con todos los medios, y cuando llegamos alli ya estaban los espanoles, esperando. Solo habian venido los cuatro socios, ahora ex socios, lo que me hizo respirar. Por nada del mundo habria querido ver a mi ex jefe directo, a quien apreciaba, en aquel apuro del que no presagiaba que pudiera salir nada bueno para los examinandos. Fue Alfonso, al que mi amigo Bartolome, desde su conciencia proletaria, afeaba su egoismo desvergonzado y doctrinario, quien me reconocio primero, y palidecio bruscamente al hacerlo. Puede que fuera por eso por lo que se trabo al saludar a Pertua, con una estudiada formula en un denodado aunque oscuro ingles.

– No sufra por mi -repuso Pertua, en espanol-. Mi idioma materno es el suyo. Solo les ruego que si tienen dificultades hagan que alguien traduzca para Rhoda. Es irlandesa, o de origen irlandes, quiero decir, y no entiende bien el espanol.

Pertua comenzaba sin piedad, humillando a Alfonso, que habia estudiado en Harvard (aunque fuera uno de esos cursillos de unos meses para poner en las tarjetas), a cuento de su habilidad para expresarse en ingles. Pero no se detuvo ahi:

– Creo que conocen a Hugo Moncada. Lleva varios meses colaborando conmigo y no creo necesario explicarles por que me acompana hoy.

Los cuatro me dieron la mano, con notable compostura, vistas las circunstancias, mientras en sus cabezas debian sucederse todo tipo de pensamientos catastroficos acerca de eso que Pertua no habia creido necesario explicarles. Pertua se dirigio a continuacion al lado que nos correspondia de la mesa y se dejo caer sobre un sillon, sin preocuparse de como quedaba su americana, ya bastante arrugada (mis antiguos jefes habian debido hacer un encargo ex profeso a sus sastres, sobre todo Alfonso, que venia hecho un pincel, con su traje gris humo). Rhoda y yo nos sentamos flanqueandole y sacamos nuestros blocs de notas. Pertua se limito a cruzar las manos y a esperar. Las notas que habia tomado la noche anterior estaban en su papelera desde poco despues de tomarlas. Pertua anotaba para memorizar, no para poder olvidar lo anotado, como casi todo el mundo.

Alfonso, que siempre habia sido el mas echado para adelante de los cuatro, tomo la responsabilidad de la exposicion. Se aclaro la garganta y procedio en ingles, en atencion a Rhoda, sin la ignominiosa impericia del saludo. Sus muchachos, mis antiguos companeros, habian hecho un excelente trabajo. Las transparencias que se fueron proyectando mientras Alfonso hablaba eran de todo punto irreprochables. Aunque probe, no capte el mas minimo error, algo mas que sobresaliente para unas transparencias, porque seguramente aquellas habian terminado de elaborarse a una de caballo, como todas las transparencias, unas pocas horas antes de que cogieran el avion. Alfonso, por su parte, no hizo nada mal su parte. Superado el nerviosismo inicial, se las arreglo para presentar las magnitudes de la firma y sus perspectivas con un tono efectivo, e incluso a ratos con una audacia bien dosificada. Sin duda habia reservado sus mejores bazas para el final, donde le tocaba detallar las estrategias para el futuro del equipo directivo, o sea de ellos, por el momento. Al oir en sus labios la palabra estrategia me acorde de Avinash, que solo creia en lo que podia tocarse y desdenaba a los hacedores de cabalas y pronosticos. Mire de soslayo a Pertua. Hacia rato que habia cruzado los brazos y abatido un poco la barbilla, y en aquel instante empezaba a cerrar los ojos. Mas alla, Rhoda asistia a los esfuerzos de Alfonso con un gesto impenetrable. Esto, la combinacion de la somnolencia de Pertua con la quietud impasible de Rhoda y mi presencia inverosimil, altero un poco la concentracion de Alfonso. Sin embargo, con una actitud heroica, siguio hasta el final. Para entonces, Pertua ya parecia profundamente dormido. No lo estaba. Tan pronto como Alfonso hubo comentado la ultima transparencia, abrio los ojos y se volvio primero a Rhoda y despues a mi. Yo no tenia la compenetracion precisa con Pertua como para transmitirle mi opinion con una mirada, asi que mientras me observaba me limite a pensar que Alfonso habia hecho una buena exposicion, por si el podia leerlo. Tambien pense que si el proposito de Pertua era integrar la firma en el grupo, debia despedirse a Alfonso y a los otros tres, que procurarian enganarnos con bonitas transparencias siempre que pudieran. No lo pensaba por rencor, sino por lealtad a quien ahora era mi jefe, aunque era bastante absurdo tener escrupulos solo por un pensamiento, como si Pertua pudiera en realidad leerlo.

– Muchas gracias, Alfonso. Una excelente exposicion -dijo al fin Pertua.

– Gracias -se apresuro Alfonso, a quien nadie habia ensenado a desconfiar de un elogio.

– Sin embargo -however, se demoro Pertua, para que Rhoda no tuviera ningun problema en entenderlo-, hay un pequeno problema.

– ?Que problema? -salto Alfonso, otra vez demasiado colerico.

– No tienen para nada en cuenta los objetivos basicos del grupo. Quien les ha hecho esas diapositivas del final -dijo les ha hecho, y diapositivas, y se refirio a ellas y no a lo que Alfonso habia dicho, aunque habia permanecido con los ojos cerrados-, desconoce obviamente cuales son nuestros propositos globales, nuestro, ?como les traduzco approach?

– Enfoque -apunte.

– Nuestro enfoque del negocio.

Alfonso y los otros estaban lividos. Podia oirseles tragar saliva, sobre todo a Arturo, el mas cobarde de todos, que debia fundamentalmente su suerte a influencias familiares y siempre habia estado, hasta entonces, bien atrincherado en su despacho.

– Cuando cerramos la operacion -siguio Pertua, como si hablara al acaso pero adelantando sus piezas en un impecable orden de maniobra-, les hicimos entrega de una documentacion que les recomendamos que estudiaran. La portada era a color, no tan vistosa como las diapositivas que han traido -volvio a decir diapositivas marcando la palabra, no mucho-. Tal vez por eso la confundieron con unos folletos publicitarios que no tenian mayor relevancia. En esos folletos, senores, se detallan nuestros objetivos, nuestros propositos, nuestro, como era, nuestro enfoque del negocio.

– Hemos estudiado esa documentacion -improviso Alfonso, fatalmente.

– Por favor, senor. Yo soy un poco indio, al menos alguien de mi familia, una bisabuela, creo, lo era. Pero Rhoda y Hugo no lo son, y yo, indio y todo, no soy imbecil. Tenganos un respeto, aunque solo sea por la mucha plata que hemos puesto en su firma y por el tiempo que hemos dedicado a escucharlo atentamente.

Pertua pronunciaba sus palabras, con las que el suelo iba desapareciendo bajo los pies de Alfonso, con una humildad exquisita.

– Por tanto -ahondo, inmisericorde-, he aqui que nos encontramos con una situacion de cierta insatisfaccion mutua.

– Hay algo -se lanzo Alfonso, con innegable coraje-, un punto de nuestros acuerdos, que quiza haya que traer a colacion aqui.

– ?Que punto es ese? -pregunto Pertua, con solicitud.

– Ustedes se comprometieron a respetar una cierta autonomia en la gestion de la firma, con arreglo a su operativa tradicional y al entorno peculiar del mercado espanol.

Operativa tradicional y entorno peculiar. O mucho me equivocaba o era el tipo de locuciones vacias que no iban a agradar a Pertua.

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