empezarlos.

– Soy viejo para que me tienten como a un animal amaestrado. No voy a hacer yo cabriolas para que te diviertas. Eres tu quien ha venido a buscarme. Damelo todo masticado, que yo ya no tengo dientes.

Comprendi que no iba a arriesgar nada y temi que aquella entrevista no daria ningun fruto. Pero no habia llegado hasta alli para rendirme ante sus primeros desplantes. Saque del bolsillo de mi chaqueta la carta de Pablo a Claudia y la arroje sobre el banco. Miro apenas durante un segundo el sobre rasgado, de reojo, o especialmente de reojo, porque la posicion de su cabeza le impedia mirar de frente lo que no fuera su muslo izquierdo. Despues, sin pestanear, declaro:

– Jamas he leido las cartas de otros.

– Ni yo me he permitido sospecharlo -apostille inmediatamente-. Yo solo se dos cosas y solo he venido a hablar con usted de esas dos cosas. La primera cosa es que a Claudia la mataron hace quince dias en su propia casa; por decirlo todo, ademas de matarla se tomaron la molestia de asegurarse de que sufria. La segunda cosa es que usted le dio a Claudia esta carta hace poco mas de mes y medio. Al leerla, porque yo no soy un hombre de principios, he pensado en seguida que usted podia saber algo de algunos que no deseaban el bien de Claudia. Eso es todo, o practicamente todo. Tambien hay un difunto que nos pidio algo a usted y a mi hace poco menos de un ano. Usted tendra su estilo como tiene sus principios, pero yo no me conformo con ver que no he podido hacer bien lo que me pidieron. Quiero enterarme del porque, y quiza me consolaria algo si pudiera desenmascarar al culpable. Por eso, padre, es por lo que vengo.

– La dulce Claudia, una mujer pecadora, nadie lo duda, y sin embargo, capaz de una insospechada nobleza. De todos modos, nadie merece tanto mal -resumio, absurdamente-. He de confesar que me sorprendes, joven Juan. ?Sigues dejando que las mujeres dicten el curso de tu vida? Te creia escarmentado.

Bajo ningun concepto, por mas que el lo intentara o yo lo desease, podia permitirme el lujo de perder la calma. Aquel era su modo de tratar a todo el mundo, y comprenderlo e ignorar sus insultos era el unico camino para vencerle.

– Hay vicios que no se pierden, ya sabe; usted no es peor ejemplo que yo. Le suponia curado o hastiado de su soberbia, pero veo que sigue menospreciandome. No es una buena manera de conocer a los demas. A veces se saca provecho o se cosecha un reves gracias a quien menos capaz parece de provocarlos.

– Si eso es una amenaza o una oferta es que no estas en tu juicio, muchacho. Tantos anos de inactividad han debido oxidarte el cerebro.

– Mire, padre, voy a hablar claro un minuto y luego si quiere seguimos otro rato con sus ninerias; no traigo prisa y tampoco traigo esperanzas. En primer lugar, quede sentado que no tengo la menor idea de lo que pasa ahora por sus manos. No se si puedo estropearle algo o serle de ayuda en sus negocios. Tampoco me lo propongo. Tengo demasiado olvidada toda esta porqueria para volver a ella mas de lo que sea estrictamente indispensable. Cuando le hablo de estorbarnos o colaborar, no me refiero mas que a un asunto en el que tengo la intuicion, y corrijame si me equivoco, de que por una punetera casualidad, o por una punetera ocurrencia de Pablo, estamos del mismo lado. Han matado a Claudia y con eso nos la han jugado a los dos. Quiza usted tenga razones para no hacer nada, pero a menos que me convenza no puedo creer que las tenga para que yo no lo haga. Yo no existo, padre. A nadie comprometen mis acciones, y menos que a nadie, a usted.

En la faz monstruosa volvio a aparecer la sombra tenue de una sonrisa.

– Mi querido y joven amigo Juan -empezo a decir, divertido pero sin la mordacidad de sus palabras anteriores- siempre tuve la sensacion de que no me entendias. Han pasado unos cuantos anos sin vernos y ahora que te tengo otra vez delante lo primero que pienso es que sigues sin entenderme. Estoy habituado a que otros no me entiendan, y puedo soportar su incomprension sin escandalo. Pero de ti, pese a tus torpezas, siempre espere algo mas. Yo no soy y nunca he sido un hombre poderoso. Hago una parte pequena de un trabajo complicado, siempre esa parte y solo esa parte, diminuta, mas bien que pequena. Si tengo un poco de prestigio, si se me respeta algo, es porque esa parte minuscula la hago mejor que ningun otro. Tan bien la hago que puedo permitirme el lujo de no ser esclavo de nadie. Pero mis fuerzas no llegan mas alla. Dispongo de una organizacion minima, que me permite tener razonablemente pronto la informacion que necesito para mi trabajo. Las organizaciones pueden usarse para fines distintos de los que impulsan a construirlas, pero yo nunca he sido ambicioso. No he participado nunca en ninguna guerra, ni he buscado dominar a nadie. Yo tengo una clara vocacion auxiliar, y solo aspiro a que la gente no se meta en mis asuntos. Hasta ahora, lo he venido consiguiendo. No porque no puedan destruirme o reemplazarme. Hay otros que hacen bien mi trabajo, y soy demasiado pequeno para defenderme. Si he sobrevivido es porque todos han tenido siempre claro que no ayudaria a ninguno a luchar contra otro, y que poseia el suficiente desapego por el negocio como para negarme a cualquier soborno y a cualquier chantaje. Yo vivo lejos de esto, Juan, aunque viva de esto. Si entiendes esta paradoja, que solo lo es por la ineptitud de la inteligencia humana en su estado actual mayoritario, no necesitaras que te explique nada mas.

Hizo una pausa para que sus perezosos pulmones volviesen a coger aire. Podia haberle dejado seguir, pero preferi interrumpirle:

– Hasta aqui le sigo, padre. Ya me lo habia recitado varias veces antes y compruebo que en diez anos apenas ha modificado el texto. Puede creerme tonto, pero no crea que no tengo memoria. Todo eso esta muy bien, pero usted pacto algo con Pablo acerca de su mujer. Si le parece olvidemos los principios generales, que bajo ningun concepto se me ocurriria discutirle, y pasemos a las excepciones. ?Que le pidio Pablo? ?Quienes eran sus enemigos, a los que usted se comprometio a vigilar para proteger a Claudia?

Una vez recobradas las fuerzas, el padre Francisco volvio a encontrar espacio para la ironia:

– Querido amigo, no quieras llegar demasiado rapido a lo que ignoras. Lo menos que puede pasarte es que te pierdas. A partir de ahi, la imaginacion es libre. Un zorro en el cepo tambien es un explorador que ha llegado.

– Me pone dificil considerarle neutral -observe, sin dejar que me intimidara.

– ?Que quieres decir?

– Como usted acaba de indicar, la imaginacion es libre, y ante una cuestion oscura lo es todavia mas. Casi puede pensarse cualquier cosa. A ver que le parece esta. Un hombre acorralado, abandonado por todos los que se decian sus amigos, y ademas, con la mente confundida, tiene que confiar en alguien para un delicado encargo. Elige apresuradamente a un colaborador que cree que no aceptara presiones, un colaborador a quien no conoce lo suficiente pero que nunca le ha fallado. Nuestro hombre muere, y aquel en quien confio, con total impunidad, organiza una trampa para que los enemigos del difunto completen su venganza. El movil puede ser multiple: dinero, seguridad, facilidades, o simple perversidad. La gente olvida mucho que hay cosas que se hacen por simple perversidad; ese es el motivo de que hoy dia muchos no sepan defenderse adecuadamente. No es tan mala la hipotesis, ahora que la pienso.

– Tampoco seria mala si el traidor fueras tu.

– No, padre, no me decepcione. Tenia entendido que su ingenio estaba afilado por el ejercicio de la teologia, en cuyas inhospitas encrucijadas el cerebro ha de superarse a si mismo continuamente para sobrevivir. No puedo ser el traidor por la sencilla razon de que estoy aqui, fuera del secreto, preguntandole. Ademas, mi corazon vive cautivo de Claudia, segun sugirio antes.

– Yo tengo una objecion mejor contra tu hipotesis.

– ?Por ejemplo?

– Que tu mismo no te la crees. Si asi fuera no habrias venido a preguntarme.

– Le acepto la objecion, para ser honrado con usted. No creo que usted pueda ser un traidor. Pero su silogismo es francamente deficiente. Soy un hombre sin principios, recuerde. Soy capaz de incoherencias mucho mas flagrantes que la de pedirle la verdad a un sospechoso.

– Seguramente. A pesar de todo, no me caes mal, Juan. No te adaptabas al negocio, pero siempre me pareciste un hombre limpio. Lamento que ahora estes embarcado en algo que te viene tan grande. No se quien puede sacarte de esta, pero desde luego a mi Dios no me ha concedido el don de hacer milagros. No pierdas el tiempo pidiendomelos.

Tenia la sensacion de haber traspasado la barrera defensiva de aquel hombre tanto como era posible hacerlo. El padre Francisco acababa de hablarme en un tono sereno, casi amable, y miraba ahora pensativo las plantas que bajo el sol hacian restallar en sus flores la primavera que el cuerpo del invalido nunca podria celebrar. Cualquier hombre se siente a veces viejo, cansado y solo. Si mi intuicion no erraba, aquel era el momento de sacarle algo. Quiza no fuera nada espectacular, quiza no fuera nada, pero despues de conseguirlo podria irme

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