la vejez a un vago cristianismo apenas formulado. Asi, de una seleccion de greguerias manda suprimir aquella que dice: «El murcielago es el Espiritu Santo del demonio.»
El satanismo de los maudits franceses y espanoles nunca tento a Ramon. En el prologo de su
Quiza hacia el final de este libro trataremos brevemente de la difusa religiosidad tardia de Ramon, pero hay que anticipar aqui que su actitud ante lo religioso, cuando estaba en pleno ejercicio de sus capacidades literarias y humanas, es de absoluta indiferencia e inocente ignorancia. Una conducta pura de nino que es la que habia observado respecto de las otras instituciones: las civiles, juridicas, militares, sociales y politicas. Los modernistas, que no eran sino unos romanticos rezagados, en buena medida, usaron y abusaron mucho de lo blasfematorio como motivo estetico o motivo de escandalo: Valle-Inclan y el primer Lorca, Ruben Dario y otros tienen mucho de esto (otra secuela tardia de Baudelaire). Pero la actitud de Ramon no solo no se contagia de la moda blasfematoria, sino que la ignora en absoluto, como ignora la vida piadosa. Sacrilegio y dramatismo, que son las dos constantes del romanticismo, o mejor del posromanticismo -mas cercano a Ramon-, no tocan para nada a este romantico feliz que del romanticismo ha tomado la pasion por la libertad y la marginalidad, pero sin gestos.
Ramon biografia a romanticos y malditos repetidamente, a unos con mas fortuna y a otros con menos -su libro de Allan Poe es decididamente malo-, y, aparte los hallazgos esteticos consabidos, conecta en muchos momentos con esa mistica de intemperie que es la mistica romantica. Pero Ramon borra todo el romanticismo con una sonrisa. Era demasiado gordo para romantico. El es, al fin y al cabo, un hijo preclaro y primero del siglo y de la alegria inicial que recorre el siglo. Toda su obra es una consecuencia del optimismo generacional de su epoca. Con proclividades estetico-literarias de romantico, a Ramon acaba traicionandole siempre el hombre de su tiempo que el es. Su optimismo natural de picnico encuentra expresion en el optimismo de todas las vanguardias. Los romanticos y los maudits fueron los abuelos sombrios de un siglo que se proponia - ay- ser alegre.
12. RAMON Y LOS CONTEMPORANEOS
Ramon trata a los clasicos como contemporaneos y a los contemporaneos como clasicos. El mismo ha dicho, mirando un rio castellano, que siempre ha tenido la virtud de ver los dos tiempos, el pasado y el presente, «y ese gran acontecimiento de que pasado y presente esten ocurriendo al mismo tiempo».
Ramon humaniza al clasico actualizandole y eterniza al contemporaneo, lo trata ya, en sus retratos y biografias, como para la eternidad. Lo cual no quiere decir que sus retratos de contemporaneos esten fijos, muertos, sino todo lo contrario, ya que otra fecunda contradiccion del escritor es que, asi como parece indotado para la novela de accion, en cambio noveliza muy eficazmente a los seres reales.
Escribe biografias largas de varios contemporaneos: Azorin, Solana y Valle- Inclan. Escribe retratos de casi todo el mundo, desde Picasso a Gerardo Diego y desde Giacometti a Gabriel Miro. Escribe de todo el que ha conocido. Nunca de memoria. De memoria escribe solo sobre los muertos, y efectivamente parece conservar memoria fresca de Quevedo o Baudelaire. En
Dice Hegel que una filosofia no es sino la epoca en que fue escrita, condensada en pensamientos. De modo que si incluso la filosofia es cronica, y lo es incluso para Hegel, que no diremos de los demas generos. Los grandes libros, desde la
El fabulador crea una estructura, compone una maquina y dentro mete la vida como un aceite que va a lubricar su invento. El novelista noveliza la vida, le da una estructura falsa que la vida no tiene, mientras que el cronista nos va dejando ver como la vida desnuda se noveliza a si misma, se estructura, se explica. La cronica es una fenomenologia del espiritu y la novela es una dictadura. Aparte otras distinciones profesionales que pudieramos hacer ahora, me interesa resenar este caracter ultimo y apasionante de la cronica y las memorias, que no son sino la lectura que un hombre le hace a la vida, mientras que la novela es lo que un hombre habilidoso hace con la vida.
Aprendo mas del curso de un rio que de la geometria de un estanque. En la gran cronica seguimos el curso libre y fluvial de la vida, mientras que la novela es vida estancada, vida a la que el novelista ha impuesto una estructura previa. Quiza en este sentido dice el gran Jose Pla -excepcional cronista y memorialista- que el hombre que lee novelas despues de los treinta anos es un cretino.
La novela es lectura de adolescencia (y perdon por estas generalidades, que quiza no lo son tanto) porque el adolescente prefiere sonar la vida a descifrarla y cree todavia que la vida es reducible a novela. El adolescente necesita soluciones, la juventud es impaciente, y la novela da vida resuelta: mal o bien, feliz o infelizmente, pero resuelta. El hombre que va pasando de la juventud a la madurez es el que descubre esa cosa obvia y dificil de que la vida es muy peculiar, muy curiosa, muy inaprehensible, y le interesa mas el curso de la vida que el curso de una novela. La novela es el genero burgues por excelencia -aparte su caracter realista, de que ya hemos hablado- porque la novela da resuelto el problema de la vida, para bien o para mal, da vida conclusa, explicada, y lo que la burguesia no quiere son incertidumbres.
La novela tradicional equivale a los sistemas filosoficos cerrados. Tranquiliza al lector con su simetria, que se supone reflejo y prueba de la tan deseada simetria del mundo. Al percatarse de esta servidumbre burguesa de la novela, los novelistas se han creado el truco de la novela abierta, por pudor intelectual, pero una novela nunca es abierta, puesto que su apertura depende de la voluntad del autor. El broche de la novela, aunque sea abierta, es siempre el autor, como el broche del universo es Dios, para el buen creyente, para el buen lector de novelas.
Consciente o inconsciente de todo esto, Ramon trata, por una parte, de hacer novelas diferentes, como ya hemos visto -y seguiremos viendo mas adelante-, y por otra (aqui si que pone fervor y acendramiento) trata de atender a la novela viva de la vida que le rodea, a la historia de su tiempo. Literato tan literato, ve siempre el presente como una novela, y prueba de ello es un diario novelesco que escribio para los periodicos, durante algun tiempo, con el trenzado de las noticias de cada dia. Mejor que escribir novelas, Ramon prefiere leer cada dia la novela de la calle o de la Puerta del Sol, y dice que estar en la Puerta del Sol (circunferencia frustrada) «es el colmo del vivir». Con todo esto me parece que se explica la pasion del escritor por sus contemporaneos, y se explica otro genero natural de Ramon, el escritor sin generos, que en realidad tiene mil: la cronica.
La cronica tiene una connotacion historica o periodistica que la ha convertido en genero menor o auxiliar, pero a partir de Quevedo y Torres Villarroel, a partir de Larra en el XIX, la gran cronica de Espana esta hecha por grandes escritores que no son cronistas de profesion, quiza, y que desde luego no son novelistas. Nuestro siglo XX ha tenido grandes cronistas, desde Azorin a Ramon, pasando por Ortega.
No obsta que estos escritores, ademas, hayan sido otras cosas. Tenian el sentido de la cronica y en todo lo que hacian estaban haciendo cronica de Espana, cronica de su tiempo, como queria Hegel. En el fondo de la filosofia orteguiana y del lirismo ramoniano hay cronica pululante de Espana. Quevedo en el XVII, Torres en el XVIII, Larra en el XIX, Ortega o Ramon en el XX, son los grandes cronistas de su