Rastro, Ramon comprende mejor la utilidad e inutilidad de las cosas que aun estan vigentes. Ve venir la cotidianidad en oleadas de catastrofe mansa, a despenarse por la cuesta del Rastro, por la Ribera de Curtidores.
Finalmente, hay algo que ya hemos apuntado en uno de los primeros capitulos: Ramon, que odia y teme el mundo de los adultos, el rito, el negocio, la politica, retoma todo eso ya caduco, en el Rastro.
Las ropas chapadas por las que se preguntaba Manrique, estan aqui, en el Rastro. Ramon, que nunca ha creido en la seriedad de los negocios ni las politicas, encuentra en el Rastro la confirmacion de su escepticismo. Todo para en chamarileria y compraventa. En uno de los primeros capitulos de su
Pero ese mundo no deseado tiene una ultima version lirica cuando ha perdido vigencia. Le llega ya amansado a Ramon, viene a lamerle las manos de comprador y coleccionista en el Rastro. Las cosas ya no son hirientes ni agresivas ni representan nada ni sirven al rito, en el Rastro. Son otra cosa, son tiempo ardido, y ahi es donde Ramon se toma venganza lirica y pacifica del mundo ritualizado y agresivo. Si a Pombo va a saber que tiene razon entre los suyos, al Rastro va para saber que tiene razon frente a los otros, frente a todos los que no son los suyos: frente al mundo.
24. RAMON Y LO CURSI
El Rastro, que es la muerte y resurreccion de la vida cotidiana, es tambien la apoteosis de lo cursi. Lo cursi, que luego se ha llamado
Lo cursi es la mediocridad que se cree sublime. Cuenta Julian Marias que en los anos cuarenta, a la vuelta de Ortega, fue con el maestro a visitar una sala de conferencias donde este tenia que hablar aquella tarde. Se quedaron desolados por lo cursi del local, hasta que Ortega reacciono diciendo:
– Bueno, lo cursi abriga.
La frase es de Ramon, buen amigo de Ortega, y esta ampliamente desarrollada en su ensayo sobre lo cursi, publicado en
Ramon es partidario de lo cursi porque en lo cursi hay una adhesion a la vida, un entusiasmo candido por vivir, por embellecer los dias, por decorarlo todo hasta la saturacion, por tapar todas las rendijas de intemperie con burletes de intimidad y felicidad. Lo cursi, en fin, abriga. Es un exceso de confort, de supuesta belleza, que se le pone a la vida. Lo cursi nace, pues, de un temor a la muerte, al paso del tiempo. Temor no asumido, no enfrentado, sino ahuyentado mediante la beateria del adorno.
Lo cursi es una voluntad de que la vida sea bella por encima de todo. El lazo que se le pone a la plancha para decorar la dura tarea de planchar la ropa, es cursi porque supone una resignada ilusion, una ilusionada resignacion, unas ganas de vivir no resueltas. Ramon, que es de naturaleza optimista y se nutre de optimismos para vivir, comprende bien el anhelo cursi de los seres infelices. Lo que pasa es que lo cursi supone un anhelo de felicidad malogrado esteticamente. Lo cursi es el equivalente del barroco, un equivalente menestral y frustrado, porque tambien el barroquismo -todos los barroquismos- quiere llenar huecos, siente horror del vacio y corrobora la vida con mas vida para negar la muerte.
Es lo cursi un barroco domestico. Nace del mismo impulso que el barroco, pero se malversa esteticamente, sustituye con purpurina los oros barrocos. Ramon, que es un gran barroco, reconoce en lo cursi al primo endomingado del barroquismo. Lo cursi es cursi porque insiste demasiado en la felicidad de la vida, y todo se queda cursi en el Rastro, con el tiempo, porque la muerte ha dejado fuera de epoca esa felicidad.
Con que afan quisieron ser felices los muertos. Su fe en la vida nos resulta hoy cursi. Es lo que le conmueve a Ramon de la cursileria. Es lo que le hace ver cursi el mundo. Los cursis adornaron demasiado la vida, y ahora ya estan muertos. Claro que la cursileria entra tambien en la muerte -ahi estan los cementerios-, y de eso hablaremos al hablar del libro de Ramon sobre los muertos y las muertas. Lo cursi, historica y esteticamente, es una herencia pervertida del XVIII y el XIX.
Lo cursi, en esencia, es lo mismo que el gran arte. Se mueve frente a la muerte, trata de borrar la muerte con la creacion y el adorno. Pero lo cursi no tiene armas, se nutre de materiales de segunda mano, y por eso es conmovedor. Es la aventura estetica de los mediocres.
Ramon ama lo cursi porque ama la vida cotidiana, y lo cursi es vida cotidiana pervertida en belleza, en supuesta belleza. Si en la vida cotidiana ha sabido ver Ramon como nadie la dulce incertidumbre del ser humano, su anhelo timido de felicidad, en lo cursi asiste al ensoberbecimiento de ese anhelo. Lo cursi es la importancia de crear cuando esa impotencia se vuelve creadora. Estas cosas, muy de otra forma, son las que viene a decir Ramon en su ensayo sobre lo cursi, uno de los mas bellos y ramonianos que escribiera. El hombre que hizo el gran hallazgo silencioso de la vida cotidiana, entre el folletin del realismo y el cosmopolitismo de las vanguardias, no podia ignorar la otra cara de la existencia vulgar, la cara supuestamente sublime de lo usual.
Insiste Ramon, con muy diversas palabras, en que lo cursi abriga, porque lo cursi es recargado, defiende de los frios de la muerte y del invierno. Lo cursi es siempre un exceso, algo que sobra, y ese sobrante se ha colocado ahi, no solo por voluntad de estilo, sino por miedo a la muerte. Toda corroboracion de la vida viene de un miedo de morir.
Y lo cursi corrobora la vida como nada. El gran arte, en general, pone en cuestion la vida y la muerte (aunque con su solo nacimiento este tomando parte por la vida). Lo cursi es cursi porque no pone nada en cuestion, sino que da por supuesto que la vida es bella, que la belleza es bella. Esto diferencia el arte cursi del que no lo es: que el arte es una pregunta por el mundo, una lectura del mundo, como hemos dicho en otro momento de este libro. El arte es una incerti- dumbre, aunque por momentos sea una incertidumbre gloriosa y afirmativa. El arte sin incertidumbre se vuelve cursi. Hemos dicho que Ramon se propone ser feliz en vida y obra, y esta es su genialidad, pero Ramon hace este proyecto existencial contando con la muerte, integrandola en su programa, sabiendo que siempre se es feliz a pesar de la muerte. A pesar de. Lo cursi no cuenta con la muerte, no pone nada en cuestion. Por eso todo arte entusiasta acaba resultando cursi, con el tiempo, aparte su calidad.
Lo que salva a Ramon de ser un cursi, siendo como es un profesional del optimismo, un corroborador de la vida, es que se le ve vivir, asistimos a la frustracion constante de su proyecto de felicidad. Ramon es feliz al precio de una resignacion, como todo el que es o se cree feliz.
Ramon elige la pobreza, la marginacion, la bohemia, la soledad, la noche. Ramon sabe lo dificil que es esa cosa sencilla de ser feliz. Ya hemos citado la famosa frase de Gide segun la cual no es posible hacer buenas novelas con los buenos sentimientos. Puede valer como otra definicion de lo cursi. Los buenos sentimientos suponen una caritativa ignorancia de la muerte y el mal, y la caridad no es un genero literario. Si Ramon hace buena literatura -no buenas novelas- con los buenos sentimientos, es porque sabe en todo momento lo que le cuestan, lo que le traicionan. La bondad es cursi en la medida en que quiere ignorar el mal. Ramon no ignora el mal, sino que lo margina en la mayor parte de su obra. O, mas bien, lo hieratiza, lo congela, lo deja en estetica, como ya hemos visto en «Intimidad y drama» y otros capitulos. Ramon, primitivo y lucido, clarividente e intuitivo, siente una infinita e ironica nostalgia por lo cursi, pues que lo cursi es la ignorancia del mal, la incultura, y el lleva toda la vida fingiendo esa ignorancia, imposible para su genialidad.?