– En el Deposito estaran. Han pedido permiso para velar el cadaver y el senor Juez se lo ha concedido.

– Cualquiera va ahora hasta alli – dijo mirando al alcalde con intencion.

– Si no piensa usted entretenerse mucho, que lo lleven en mi Coche.

El cura miro su reloj de pulsera, dudo un momento y dijo, decidido:

– Pues si. Me acerco ahora y me quedo descuidao. Muchas gracias. ?Esta abajo el chofer?

– Si – dijo el alcalde -, en el bar de Clemente se pasa la vida.

– De acuerdo. Hasta manana, senores.

Plinio llego a su casa derrengado por la fatiga del dia. Su mujer le tenia preparada la cena, bajo el parral. Pero el, antes de sentarse, se quito la guerrera y refresco un poco la cara y las manos.

– Crei que no venias a cenar.

– Quita, mujer. Menudos lios.

Salio la hija:

– Padre, ya tiene usted ahi el uniforme nuevo.

– Menos mal. Que llevo dos dias con un chicharreo quepa que.

– ?Quieres verlo?

– Tiempo tengo. Vamos a cenar.

Se sentaron los tres en torno a una mesa baja y comieron con sosiego, mientras la mujer contaba a Manuel las incidencias del dia. El hombre hacia que escuchaba, pero estaba a mil leguas de aquello y contestaba distraido.

Despues de cenar, se fumo un par de cigarros al fresco, y se metio en la cama.

… Pero aquella noche no le iba a ser facil descansar al Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso. Los acontecimientos, al menos de momento, tomaron ritmo acelerado.

DOMINGO

A eso de las cinco de la manana sono el telefono en casa de Manuel Gonzalez, alias Plinio. El hombre estaba tan roque que no lo oyo. Su mujer tuvo que salir en camison hasta el comedorcillo donde tenian el aparato.

– ?Manuel! ?Manuel!

– ?Que pasa, don Lotario?

– ?Que don Lotario, ni narices! Soy Alfonsa, tu mujer.

– ?Ah!… ?Que pasa?

– Que te llaman del Cementerio.

– ?Que quieren?

– Que te pongas, dice Anacleto el guardia.

Plinio salio en calzoncillos y restregandose los ojos.

– ?Que pasa? ?Es que no vais a dejar a uno dormir?… ?Como?… ?Que se han llevado al muerto? ?La leche! ?Pero quien?… ?No estabas tu vigilando? Vaya, vaya, con que te quedaste un poco traspuesto. Desgraciao. Veras en cuanto llegue que bien traspuesto te voy a dejar a fuerza de vergajazos. ?So imbecil, que no sois mas que una cuadrilla de imbeciles!… ?Y las senoras?… Bueno, basta. No digas una palabra a nadie hasta que yo llegue.

Colgo el telefono de un golpe seco e inmediatamente llamo a don Lotario para que viniera con el coche.

– ?Que pasa, Manuel? – le pregunto la mujer.

– ?Que que pasa? ?Que han robado el muerto! Ni mas, ni menos.

– ?Bendito sea Dios…! ?Pero que tiene ese muerto?

– ?Maldita sea! Preparame… Este mundo es una zurra hecha con media arroba de locos, y otra media de idiotas. ?Anda, preparame!

– ?Te pones el uniforme de verano?

– ?Claro!

– ?Quieres un poco de cafe con leche?

– Vale, pero rapido. ?Maldita sea la hora!

– Tranquilizate, hombre, tranquilizate que te va a dar algo.

– ?Como podra avanzar el mundo con tanto abundio suelto?

Cuando Plinio se hallaba completamente vestido con su uniforme flamante, y apurado el cafe liaba el primer 'Caldo' del dia, oyo que se paraba el coche de don Lotario ante la puerta. Sono el claxon.Plinio encendio precipitado el cigarro y salio corriendo.

Don Lotario, que estaba al volante con ojos de recien levantado, quedo arrobado al ver aPlinio con el uniforme nuevo.

– Manuel, estas hecho un brazo de mar.

– Buenos dias… Vamos a escape, que nos han robado el cadaver.

– ?Pero que me dices, Manuel?

– Como lo oye usted. El imbecil de Anacleto, que puso Maleza de guardia, dice que se quedo un poco traspuesto y le matutearon al difunto.

– ?Y las senoras, no quedaron de velorio?

– ?Que cono, velorio! A eso de las dos marcharon a dormir al Hostal de Argamasilla… Eso dice.

– ?Pero quien puede…?

– Ni idea… Por cierto que las tales senoras han removido a todas las eminencias del pais para que les demos el muerto. El alcalde y el parroco me querian anoche para eso.

– ?Bendito Dios, bendito Dios y bendito Dios! – exclamo el veterinario sin salir de su asombro, mientras conducia a todo gas el 'Seiscientos'.

– Si, senor… 'Oscuro y tormentoso se presentaba el reinado de Witiza', como dice usted… Y detengase un momento en el Ayuntamiento, que de al de puerta unas instrucciones.

El guardia de puertas estaba sentado en una silla, cantando a voz en cuello, a la fresca mananera:

Yo no digo que mi suegra

sea la peor del pueblo,

pero si digo que tiene

los peores sentimientos

que ninguna suegra tiene…

– ?Eh, tu, el de la suegra! – gritoPlinio.

'El de la suegra', que no se habia fijado que coche era el que llegaba, corto el cantar y quedo mirando al auto. Cuando reconocio al Jefe fue hacia el.

– A la orden, Jefe.

– Oye, dentro de un rato vendra Anacleto. Dile al cabo que lo arreste en el cuerpo de guardia hasta nueva orden.

– Si, Jefe. ?Algo mas?

– ?Ha habido algo para mi?

– No.

– ?Ah!, a las nueve de la manana, todo el mundo con uniforme de verano.

– Si, Jefe.

Cuando llegaron al Cementerio el sol estaba en los bardales. Bajo el porche aguardaban Matias y Anacleto.

Pliniose bajo del coche y, sin decir nada, a buen paso y seguido de don Lotario paso al Deposito. A ambos lados de la mesa de marmol vacia habia dos hachones apagados y en la cabecera, sujeto a la pared, un gran crucifijo. Echaron una ojeada al cajon que permanecia en su sitio y luego a toda la habitacion.

– Se lo debieron llevar por la ventana; la encontre abierta de par en par – dijo timidamente Anacleto desde la puerta del Deposito. Junto a el estaba Matias.

– ?Pasa tu tambien, Matias. No te quedes ahi fuera!

Ambos quisieron entrar a la vez y se armaron un barullo.

Вы читаете El reinado de witiza
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату