cueva de Braulio el filosofo.

Cuando una hora despues, animados por el vino de Braulio, llegaron a la Plaza, nada mas descender del coche ante la puerta del Ayuntamiento, el guardia de puertas se acerco a Plinio.

– Jefe, que llame en seguida a la Comisaria de Alcazar. El senor alcalde y el senor cura parroco tambien quieren verle.

– Vamos por partes, muchacho.

– Vamos…

– Primero. ?Donde esta el alcalde?

– En su despacho.

– ?Y el parroco?

– Alli – sentado -, paseando por la Glorieta… Esta bastantico nervioso.

– Entonces, primero voy a ver al alcalde, como mandan las ordenanzas. Mientras, tu me pides la conferencia a Alcazar y me la pasas al despacho de don Jose. Y por ultimo le dices al senor cura que ya estoy aqui. Que dentro de un rato, si no le importa, lo vere en mi despacho. No quiero curiosones.

– De acuerdo.

– Bueno, Manuel, yo voy a casa, que no he aparecido en todo el dia – le dijo don Lotario con pocas ganas de marchar, pero obligado por las circunstancias -. Ya sabes. Si me necesitas, 'che, me tocas al telefono', como decia aquel argentino que conocimos el ano pasado.

El senor alcalde, tras su mesa, leia el periodico de la provincia.

– ?Da usted su permiso?

– ?Que hay, Manuel?

– ?Me llamaba?

– Vaya follon que han armado esas senoras. Me he tenido que venir a la Alcaldia porque me llaman por telefono de todos sitios… El gobernador, el delegado de Hacienda, el director general de no se que y no se cuantos. Sientese, Manuel.

El Jefe se sento en el sofa del tresillo que hay frente al famoso cuadro del hombre que hace gachas, pintado por el gran Lopez Torres.

– ?Quiere usted fumar? – el alcalde le ofrecio un rubio.

– No, ya sabe usted que el rubio no me va.

– Como le he dicho, no dejan de llamarme en toda la tarde.

– ?Y que quieren?

– Que atendamos muy bien a esa senora; que es una mujer muy importante; y que no va a decir una cosa por otra. Y que si nos hace falta gente… ?Usted me entiende, no es verdad? – le pregunto el alcalde con intencion.

– Le entiendo muy bien.

– Yo, claro esta, les he dicho que todo esta en muy buenas manos y que las senoras no habian hecho mas que llegar.

– Desde luego, esa senora, dona Angela, importante o no, es de armas tomar. Si viera usted las dos guantas que le ha endilgao a su hermana la gorda.

– ?Por que?

– Porque a la pobre, que debe ser mas infeliz que un cubo, se le ha ocurrido decir que el difunto no es el marido de dona Angela.

– ?No me diga!

– Si, senor. Es todo un tio. De muy mala leche.

Muy mandona… Y para aguantarla hace falta un temple…

Sono el telefono.

– Otro – dijo el alcalde cogiendo el auricular-. Diga. No… Espere. Es para usted. La Comisaria de Alcazar.

Plinio tomo el auricular y escucho con el cigarro en la camisura del labio.

– … Si… si… Ya… ya. No me diga. Al senor alcalde lo tienen frito… Claro, cada cosa tiene su tiempo y no podemos aventurarnos sin pruebas definitivas… Ya pensaba llamarle a usted ahora para que pidiesen a Valencia noticias de este caballero… Tome nota (y le dio el nombre y direccion del marido de dona Angela, que apunto en la Glorieta de Argamasilla)… Si, ella dice que el faltaba hace algun tiempo de casa. De acuerdo… Perdone, pero me reservo la opinion para dentro de unas horas. Para manana… Oiga, ?de Valladolid han sabido algo? Insistan, por favor, a ver si dejamos esto listo cuanto antes… Hasta manana.

– ?Que pasa? – dijo el alcalde.

– Lo mismo que usted. Han llamado de no se cuantos sitios interesandose por dona Angela.

– Entonces, ?no esta usted seguro de que el difunto sea ese senor?

– De seguro, nada.

– Y si no es, ?por que tanta reclamacion?

– No se… histerismo… o cuartos.

– ?Cuartos?

– A pesar de estar divorciada – claro que el divorcio ya no existe; que en este pais se casa uno hasta morirse, aunque la contraria sea un sargento como dona Angela-, es ella la que administra parte del capital del marido. Porque el de los cuartos es el…

– Bueno, pero no va a pretender quedarse con el primer muerto que encuentre para heredar.

– Hombre, no; pero movida por sus deseos, puede haberse sugestionado. Es a lo que mas me inclino… Tambien puede caber, ya en plan cara, que como su marido ha desaparecido otra vez – estaba muy metido en politica -, ella, ante el relativo parecido con el muerto en subasta publica, se haya dicho: esta es la mia… Los de Tomelloso seran unos paletos, a ver que pasa… En fin, estas son sospechas mias que se las digo a usted en plan completamente particular y digamos amistoso. El asunto esta en estudio.

Seguidamente se entreabrio la puerta del despacho y alguien dijo:

– ?Se puede?

Antes de que el alcalde dijera 'si', se colo el parroco. Saludo muy fino y excuso su entrada diciendo que no podia esperar mas; que sus obligaciones, etc.

– Le buscaba, Manuel – dijo el parroco don Pio, hombre recio y decidido-, porque me han llamado del Obispado recomendandome a esa senora que ha venido a reclamar el cadaver.

El alcalde se echo a reir.

– ?Por que se rie usted?

– Hombre, porque me estan llamando de toda Espana para lo mismo.

– Pues la senora debe ser de muchas campanillas porque me ha hablado personalmente el senor obispo. Y a el lo ha llamado, segun me ha medio dicho, alguien muy importante de Madrid… ?Como esta ese caso, Manuel?

– Confuso.

– ?Usted no cree que es el?

– Faltan pruebas.

– Pero ?y las fotografias que trae?

– Son de un hombre vivo con veinte anos menos. Tiene, es cierto, bastante aire con el muerto. Pero no basta. El medico opina lo mismo… Ella, ademas, hace treinta anos que no ve a su marido… Estaban divorciados – anadio el guardia con intencion.

El parroco quedo pensativo, y pensativo encendio un cigarro.

– ?Divorciados? -Si.

– ?Por quien?

– Pues por los tribunales, en 1935.

– Ah… Bueno, eso no vale.

– Valga o no valga, no se ven hace treinta anos.

– Si, eso si… Yo por lo menos tengo que saludarla… y decir algo al senor obispo.

– Espere usted a manana a ver si se desvelan un poco las cosas.

– ?Como podria saludarla esta misma noche? – volvio a preguntarle sin hacer caso.

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