– Hu, hu, hu – seguia el Faraon-. ?Que no me conoces, Moraleda!
Manolo Perona, el otro camarero, se acerco con dos jovenes. Uno con aparatos fotograficos en bandolera y otro con aire muy desenvuelto.
– Manuel, estos dos senores periodistas que le buscan.
Plinio se levanto a saludarles. El de la camara hacia ya una fotografia al Faraon con la mascarilla del muerto puesta. Al lucir el flash, muchos socios se volvieron a ver que pasaba.
Se presentaron los recien llegados como redactores de 'El Caso'.
– Venimos a hacer una informacion muy amplia – decia el desenvuelto-. Estaremos aqui el tiempo que haga falta. El senor Juez nos ha dicho que usted no tendra inconveniente en ayudarnos.
– No faltaba mas – dijo Plinio a la vez que los presentaba a don Lotario, a Calixto y al Faraon.
– Manolo, hijo, trae cafes y copas para todos – dijo don Lotario gozoso. Los periodistas lo enloquecian, pensando en su admirado Manuel, naturalmente.
– Este muerto le va a costar a usted por lo menos mil duros – le dijoel Faraon por lo bajo.
– Es igual, aunque me costara diez mil.Esto es vida.
El 'grafico' hacia fotos a todos. Don Lotario se arrimaba aPlinio cuanto podia.
A Calixto le hizo una contemplando su mascarilla con cara de muy artista.
– ?Tiene usted alguna pista segura, Jefe?
– Segura, ninguna.
– ?No cree usted que puede tratarse de un caso de mas importancia de lo que parece?
– No tengo idea. Estamos, justamente, en los primeros pasos.
El periodista utilizaba un magnetofono. Con una mano le aproximaba aPlinio el micro a la boca, mientras con la otra se tomaba el cafe.
– ?Que impresion le hizo, don Antonio, el saber que tenia un muerto en su nicho? – dijo el dinamico muchacho colocandole alFaraon el microfono en la sotabarba.
– … Pues… como yo estaba vivo y los de mi familia tambien, no me acongoje mucho, esa es la verdad – respondio, mirando al chisme, casi bizco.
– ?Y usted, don Lotario, que opina del caso?
– Yo soy amigo y colaborador oficioso del Jefe y no tengo opinion.
– ?Pero como ciudadano particular de Tomelloso…?
– Hombre, que es un caso muy complicado y excepcional.
Los de 'El Caso' siguieron preguntando a otros que habia por alli.
Cuando se disponian a irse llego don Jose, el alcalde. Plinio le presento a los periodistas. Naturalmente, le preguntaron lo que a todos.
– ?Que quiere que le diga? Este es un pueblo muy tranquilo y no hay precedentes de este tipo.
Luego, el alcalde llamo aparte a Plinio.
– Oiga usted, han estado en mi casa una senora mayor, con dos hermanas, que vienen de Madrid. Parecen gente muy elegante, con un 'Jaguar', chofer uniformado y que se yo. Dice la senora que el muerto es su esposo.
– ?No me diga!
– Y esta muy cargada de razon. Y que viene a recogerlo. Que lo han reconocido por algunas fotos que aparecieron anoche en la prensa de Madrid.
Plinio se rasco la patilla.
– ?Atiza! -dijo -, hasta ahora solo nos salieron locos del pueblo, pero con estas exhibiciones nos van a llegar de toda Espana.
– No. Esta no parece loca ni mucho menos. Habla con mucha seguridad y me ha ensenado fotos de su marido que se parecen bastante a las del muerto… Y digo a las fotos porque yo no lo he visto. Con el Juez hable por telefono y me ha dicho que desbroce usted el terreno. Asi es que las he mandado para el Cementerio.
– Le digo a usted, don Jose, que esto se esta poniendo 'tierno'.
– ?Ve usted alguna luz sobre el caso?
– Hasta ahora no me fio de nada – dijo Plinio con cierta consternacion -. A ver si se posa todo un poco.
Y es que, como usted ha dicho muy bien a los periodiqueros de 'El Caso', en principio, este asunto no parece propio del pueblo. Tiene otro estilo… Claro, ?que vaya usted a saber!
– Pues como no lo aclare usted pronto, Manuel, se lo advierto, van a empezar a meterse aqui gentes muy gordas. Esta manana me llamo el gobernador.
Y me ha hecho muchas preguntas cuya intencion no veo clara. Tengo la impresion de que piensan algo que no quieren decir. Hay muchos follones por el mundo y por Espana pasan ahora muchos extranjeros.
El alcalde quito de pronto gravedad a sus palabras, puso cara de guasa, le dio una palmada en el hombro a manera de saludo y anadio:
– Lo veo colaborando con la 'Interpol'. Va a tener usted ocasion de lucirse.
– Yo no calzo tantos puntos… Y lo del senor gobernador, con todos los respetos, a lo mejor son 'bacinerias'.
– A lo mejor.
– ?De modo que esas senoras se fueron al Cementerio?
– Alli las mande.
– Pues a ver si de verdad es su muerto y nos dan el trabajo hecho… A la 'Interpol' y a mi.
El alcalde se aparto riendo y anadio:
– Que haya suerte. Ya me contara. A ver si esta tarde tengo tiempo y voy por alli.
Cuando llegaron al Cementerio, Maleza, Anacleto el guardia y Matias que aguardaban vigilantes, se adelantaron hacia ellos. Los periodistas venian en otro coche. Un poco apartado estaba el 'Jaguar' con chofer que dijo el alcalde.
Plinio les chafo la noticia a los que llegaban corriendo.
– ?Donde estan esas senoras?
Maleza quedo con la boca abierta. Desmayo el ademan decidido que traia y contesto languido:
– Ahi dentro, de rodillas rezando como fieras… Han preguntado que se yo las veces por usted.
Llego el coche de los periodistas. Se bajaron de el dejando las puertas abiertas y vinieron corriendo donde Plinio estaba con los demas.
– ?Podemos entrar, Jefe?
– Por favor, tengan la bondad de aguardar aqui hasta que yo les avise.
El del magnetofono quedo un poco corrido.
– ?Es que pasa algo?
– Aguarden, por favor – anadio Plinio con severidad.
Manuel, seguido de don Lotario, entro en el Deposito con cierto respeto. Como le habia dicho Maleza, alli estaban las tres senoras, totalmente de luto, de rodillas ante la mesa de marmol para las autopsias. Rezaban un Rosario a tres voces bien altas y claras. Estaban solas.
Plinio carraspeo por si no los habian oido entrar, ya que ellas estaban de espaldas a la puerta.
La mayor de las senoras orantes, que estaba en el centro, volvio la cabeza sin dejar el recitado, miro de pies a cabeza a los intrusos con aire severisimo, y reviro hacia su muerto sin mostrar la menor prisa.
Plinio y don Lotario se miraron entre si con resignacion y asombro, y en posicion de 'en su lugar descansen', decidieron tener paciencia hasta que acabasen la interminable oracion, tan llena de estaciones, calderones, suspiros, replicas y contrarreplicas latinadas.
Plinio, mientras aguardaba, repasaba con los ojos una vez mas los detalles de aquella enorme habitacion destinada a Deposito. El tosco armario para el instrumental y la obsesionante mesa de marmol, estrechisima, con el collarin. Unas moscas tercas se paraban sobre la cara del pobre Witiza. Junto a ellos, al lado de la puerta, un angelote de marmolina con una cruz entre sus manos gordetas. Varias lapidas rotas. Unos bastidores de laton, cruces de piedra, un cristo metalico con orin, sin duda procedente de un ataud podrido; y el cajon donde vino el cuerpo muerto.
Mas alla del bisbiseo cortante de las tres postradas llegaba el rumor de las conversaciones de los que aguardaban fuera.
Y como contraste con aquel aparato funebre, entre la yedra que medio acortinaba de verde la ventana del