– Desde luego… Vamos a ver si conseguimos que sea un buen muchacho durante unas horas.

– Dejate; ante cosas como estas hay que decir la verdad, no hay mas remedio.

– Si, la voy a decir… si, la voy a decir, pero ?maldita sea!

Rovira se acerco a la portezuela del coche al ver que tardaban en bajar.

– Mucho madruga, Rovira – le dijo Plinio con jovialidad, al tiempo que se apeaba.

– Habia una buena noticia para usted, Manuel. Estuve toda la noche de guardia y en vez de irme a dormir he preferido darle el alegron y quitarnos todos un peso de encima.

– ?Que pasa?

– Que hemos tenido noticias de Valencia.

– ?No me diga!

– El doctor don Carlos Espinosa esta vivito y coleando.

– ?Es posible?

– Como lo oye.

– Pero bueno…

– El hombre, que al parecer sigue ejerciendo de rojillo, ha pasado unas semanas en Cuba y volvio hace unos dias. Esta en su casa y hace vida normal.

– ?Y la policia de Valencia no sabia nada de su viaje?

– Claro que sabia, pero no cayeron en la cuenta o lo que fuera.

– Pues de verdad que es una buena noticia. A ver si se callan todos los telefonos de Espana que no dejan de incordiarnos.

– Eso mismo ha dicho el comisario.

– Creo, Rovira que lo que debia usted hacer ahora es dormir, aqui en Tomelloso… Me temo que dentro de unas horas va usted a tener que echarnos una mano de companero y de amigo. Y no es cosa de que se pase usted el dia yendo y viniendo.

– No, si tal como estoy no me vuelvo. Que venia durmiendome por el camino.

– Yo voy a decirle a dona Angela por telefono que todavia no es viuda.

– De acuerdo. ?A que hora quiere que nos veamos entonces, como… 'companeros y amigos'?.

– Si le parece, despues de comer, en el Casino.

– Vale entonces. Me voy al Marcelino Hilton.

– Que descanse.

– Cono, la cosa ha salido bastante bien-dijo don Lotario, frotandose las manos al ver marchar a Rovira.

Plinio, que habia quedado con una sonrisa beatifica, no contesto.

– ?En que piensas, Manuel, con esa cara?

– Pienso en la conferencia telefonica que voy a tener ahora mismo con dona Angela de no se cuantos y no se cuantos del Cid.

– No me la pierdo. Voy contigo.

Entraron en el despacho de Manuel. Ambos se sentaron al lado de su mesa.Plinio pidio la conferencia con el Hostal de Argamasilla. Tuvieron que esperar unos minutos. Sin duda a dona Angela le debio sentar como un tiro que la despertaran… O bien estaba de capitulo con sus hermanas.

Por fin,Plinio hizo un guino de atencion a don Lotario:

– Dona Angela… Soy Manuel, el Jefe de la Guardia Municipal de Tomelloso… Perdone que le moleste, pero es importante… Mire, acabo de hablar con un agente de la Comisaria de Alcazar… Si, y me ha transmitido el resultado de las pesquisas que ha hecho la policia de Valencia sobre el paradero de su esposo… ?Que que pesquisas?… Pues mire usted, muy sencillo, que el doctor esta desde hace dos dias en Valencia sano y salvo… Palabra, palabra de honor, senora… Durante una temporada ha estado con Fidel Castro… No se… Algo tendrian que hablar los hombres… O a lo mejor no lo ha visto. Bueno, lo importante es que regreso hace dos dias. De modo que asunto concluido… Puede, si quiere cerciorarse, llamar de mi parte a la Comisaria de Alcazar… No senora, sus hermanas marcharon ya hace un buen rato… Nada, que me alegro de haberla conocido – dijoPlinio guinandole un ojo a don Lotario – y si puedo servirla en algo… ?Me oye?… ?Me oye? Anda, cono, ha colgado.

Plinio colgo a su vez y se quedo con ambas manos sobre el aparato de mesa.

– Hay que tia… Lo ha tomado con toda naturalidad. Y sus hermanas no se han dado a vistas todavia. Mejor asi. Bueno, asunto concluido. Vamos a lo nuestro, si nos dejan.

Pero la cosa no iba a ser tan facil. En la puerta del Ayuntamiento encontraron al parroco que preguntaba por Plinio:

– Buenos dias, senores.

– Muy buenos dias, don Pio.

– ?Que, al trabajo?

– Si, un poquito.

– ?Y las senoras, marcharon a descansar ya?

– Si, ya…

– Pobres senoras.

– Es verdad.

– Son gente muy principal, Manuel, pero que muy principal.

– Ya lo se, ya.

– Y muy buena y temerosa de Dios.

– ?Que nos va usted a decir a nosotros? ?Verdad, don Lotario?

– Claro… ?que nos va a decir? Especialmente dona Angela.

– Se ve en ella la raza de las grandes damas espanolas – dijo el cura con aire enfatico.

– Si, senor. Energica, recta, justa…

– Y la otra, la mas gordita, dona Maria Teresa, ?que candor!, ?que pureza! Un verdadero angel.

– Es verdad. Toda la noche postrada… Nos lo ha contado el guardia Anacleto. Preguntele a el, que le dara detalles.

– Con personas asi se puede tratar. Porque, desenganese usted, aqui en el pueblo hay gentes muy buenas, pero no con esa finura y senorio… Y, a proposito, ?ha tenido usted ya confirmacion definitiva de que el difunto es su esposo?

– … Si; esta manana vino el agente Rovira. Ya hay informacion fidedigna de la policia de Valencia.

– ?Y que dicen? ?Que si?

– ?Que si, que?

– ?Que el difunto es el doctor?

– No. Dicen que no.

– ?Que no?

– Que no. Que el doctor esta alli, vivito y coleando.

– ?No me diga!

– El hombre ha estado una larga temporada en Cuba, comiendo platanos y volvio anteayer.

– Usted bromea, Manuel.

– No, senor, no bromeo. Y usted perdone, que tenemos el tiempo justo para una diligencia.

Ya en el coche, Plinio volvio la cabeza y vio que el cura no se habia movido, y miraba hacia ellos, pensativo, con una mano en la mejilla.

Arrancaron. Por la calle se veian gentes con la careta del muerto puesta.

– Que jodio cura – comento don Lotario.

Plinio no contesto.

– ?En que piensas, Manuel?

– Una extravagancia. En que como no resolvamos pronto este caso, esas caretas nos van a perseguir hasta el infierno. ?Usted se imagina a todos los habitantes del pueblo con caretas puestas, sin dejarnos comer, dormir ni andar; dandonos la vaya por todos sitios? El alcalde, los curas, el juez, todos con las caretas. Que a usted lo llamaban para ver una mula, y la encontrara con careta. Que yo llegara a mi casa, y mi mujer y mi hija, con careta. Todos los socios de los dos casinos jugando al mus con caretas de Witiza…

– ?Que cosas se te ocurren, Manuel!

– Porque, desenganase usted, don Lotario, si se tiene en la vida un fracaso grande, todo el mundo nos mira

Вы читаете El reinado de witiza
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату