cabeza como diciendo: 'Y que nino es este Plinio'.
– Pero, hombre, Manuel, no me seas de tu pueblo, que tienes mas amor propio que dona Lucia Romero, la que decia que no era suyo su hijo Toribio porque nacio bizco. ?Puneto! Que Dios le da agua al que tiene vinas, que quien no las tiene ni se entera que llueve. Y da suerte al que sabe aprovecharla, porque el tonto o ciego de caletre no tiene suerte nunca, aunque le caigan los duros en los zapatos. ?Quien ha puesto, hombre de Dios, en camino derecho a los secretas de fuera sino nosotros con nuestras indicaciones? ?Quien lleva aqui la batuta y que se hace sino lo que nosotros decimos? Si hubiesemos sido unos cimas, en vez de decirles que nos buscaran a Rufilanchas y al senor de la Camara, que nos han traido al camino mas corto y propincuo la solucion, habriamos dicho, que se yo, que nos buscaran a Lorencete el de la Glorieta. ?No me entiendes, Manuel? Dada la forasteria del caso no teniamos otro remedio que decir a los sabuesos de la B. I. C. lo que tenian que hacer aqui y alla para certificar nuestras sospechas y vislumbres. Si, Manuel, el que juega, unas veces recibe y otras echa las cartas. Y nosotros esta vez hemos tenido que echarlas, echar las cabalas, para que nos responda el contrario… El juego todavia sigue y lo fijo es que las diez de monte sean nuestras… Y aunque no lo fueran, al menos hemos sido nosotros, y a nuestro placer, los que hemos llevado la partida.
– Puestas las cosas asi, no le falta a usted un poco de razon. Pero que a mi no me gustan ayudas, que a mi lo que me gusta es guisar en mi cocina, con mis especias y cacerolas, sin que me echen cables todo quisque y esperar a que suene el telefono.
– ?Ay, Manuel, Manuel, que cada trabajo tiene su aquel! Y este lo hemos llevado como Dios en lo que daba de si. Sabiendo en todo momento separar el grano de la paja de lo que aqui se ha dicho… Y eso sin contar el acierto de haber puesto el muerto en escaparate. Esa ha sido la clave de todo el exito.
– Pues ese acierto… fue del Juez… Y lo que tambien me chincha un rato es que en vez de tratarse de un crimen serio, con empaque, sea una broma entre estos gamberros de la m… Claro que si yo fuera Juez les iba a caer buena.
– Querras decir si tu fueras Codigo.
– ?Imbeciles!
– Y luego, Manuel, una cosa, que los crimenes y casos no son como uno los quisiera, sino como vienen… Yo muchas noches sueno si nos hubieran encargado a ti y a mi de investigar el asesinato de Kennedy… Pero como aqui en Tomelloso no matan Presidentes de la Republica, pues hay que chincharse y conformarse con gamberros y robaespigas.
– Yo me apanaba con que mataran a un alcalde disparandole, pongo por caso, desde la Posada de los Portales. ?Que dias, que dias nos ibamos a pegar, don Lotario!
Y ambos empezaron a reirse como ninos.
Y en la risa estaban cuando salieron del Deposito Celedonio Canales el Rico y Florentino Garcia el Desgraciao.
Celedonio Canales al ver a Plinio dijo al Desgraciao:
– ?Cono!, mira quien esta aqui: el sheriff.
Celedonio Canales casi siempre reia entreensenando las encias; y como besugo, con los ojos a medio parpado. Rechoncho el, solia hablar levantando mucho el bracete derecho como amenazando sentencia. Por el contrario, Florentino Garcia el Desgraciao, alto y reseco, tenia el rostro inmovil, sin otro dato retenible que la mirada, pues siempre ponia los ojos como si mirase por encima de unas gafas que no llevaba.
Y le llamaban el Desgraciao porque era hombre al que nada daba gusto, y solo sabia noticias de muertos, pedriscos, sequias y filoxeras. En los entierros lo pasaba tan ricamente y en los bautizos y bodas – la verdad es que casi nadie lo invitaba – se pasaba la ceremonia y el banquete vaticinando desgracias y tiberios: 'Pobre hijo, ?pa que habra venio a este mundo, que es una alberca de podre?' – decia al recien nacido.
Y a los contrayentes: 'Hala, sinaco, ahora a darle de comer toa tu vida a la Martina, y a todo lo que te traiga el uso del matrimonio como manda la etica'.
Celedonio y Florentino se acercaron a los de la Justicia con gana de platica. Se veia que habian venido a echar la tarde a la vera del tieso.
– Nos sentaremos un ratico, que llevamos mas de una hora mirando a ese pobre hombre y se nos han quedao las piernas firmes… Cucha, cucha como no puedo doblarlas – y payaseaba el Celedonio andando sin doblar las rodillas.
– Si, hombre, sentaos. ?Y como va esa salud, Celedonio? – le espeto Plinio para evitar preguntas. Porque sabia que a Celedonio, echandole tema, el que fuere, a el se agarraba hasta el hastio.
– Hombre, Manuel, de salud muy bien, muy requetebien, pero de pita, nada. Definitivamente, nada.
– ?Pero asi estas, Celedonio? – le dijo Plinio sin poder contener la risa.
– Como te lo digo. Muerta total. ?Que desgracia, Manuel! ?Eso si que es una desgracia! ?Mecaguendiez! Porque hasta el ano pasado, sabes, me iba defendiendo. Pero desde el ano pasado paca, mismamente como una corbata.
– ?Pero subito?
– Hombre, subito, subito, no. Pero de muerte natural. A ver si me entiendes – decia el Rico con una mano en el aire y los ojos la mitad soparpado y la otra mitad soluz -… Hasta los cuarenta anos. ?Pa que voy a contarte? Bastaba la presencia de un brasero o mismamente que me diese el sol en semejante parte, sin presencia de gachises ni cosa con faldas, para que aquella fierabrasa compareciese con la energia de un quinto aleman. ?Que hermosura de tiempos…!
En este punto de la biografia de sus verguenzas estaba Celedonio, cuando vieron que el Faraon salia del 'Seat' a tirones y congestionado. Al columbrar la tertulia, se allego a ellos, frotandose los ojos y bostezando a toda apertura.
– ?Que os contais, muchachos?
– ?Que, has echao un suenecillo? – le pregunto Plinio.
– Un poquito… Por mas que me da el aire no se me va el olor a venencia – anadio oliendose.
Plinio y don Lotario se rieron.
– Me siento, con la venia de ustedes – dijo el Faraon bostezando otra vez
– Pues como os iba diciendo – continuo Celedonio que en cuanto empezaba discurso era cotral y particularmente si era relativo a la parte de la ingle, que era su tema preferido – desde los Reyes paca que ya no soy hombre a ninguna hora.
– Anda, puneto – dijo el Faraon mesandose el cogote-; algo menos sera.
– Nada de menos. Y sigo. Decia que hasta los cuarenta todo fenomeno. Casi en demasia, las cosas como son. Porque a veces tenia uno que buscar sombras y posturas para presencia decorosa. Entre los cuarenta y los cincuenta… lo que se dice un buen pasar. Nada de comparecencias injustificadas. Las cosas a su tiempo. Asi que habia guateque, habia respuesta puntual. 'En el momento deseado – como dicen las cajas de Laxembusto – el efecto apetecido'. Que es como debe ser. ?Para que tanta polvora en salvas? Entre los cincuenta y los sesenta, francamente, no me pude quejar. La pobre mia, bien es verdad que de vez en vez se tomaba unas vacaciones largas, pero cuando la llamaban bien llamada, acudia donde fuera con muchisima dignidad. Nunca me dejo mal. Y siempre le estare muy agradecido.
– Y ya se jodio… – dijo el Faraon riendose.
– En estos ultimos anos, la pobrecica hizo lo que pudo. Era poco ?tu me entiendes?, pero en los ratos que podia me daba mucho consuelo… El priapismo matinal que dicen los medicos o 'la fuerza del orin' como lo llamaba el pobre Manolo Noblejas, le bastaban a uno para sentir su compania… Porque aprovechando esa gloria mananera, si uno era raudo, todavia se podia hacer algo.
– Tenias que ser muy raudo.
– Cono, Faraon, ya procuraba yo despertar al lado de quien debia. ?Tu me entiendes…? Pero ahora ya, la pobre, ni por la manana ni por la noche, ni los dias de fiesta ni de diario… Siempre esta como una liebre dormida. Sin conocimiento ni casi respiracion.
– Pues chico, asi estas mas tranquilo – le dijo el Faraon.
– No, senor, Antonio Faraon – dijo Celedonio en tono muy energico y moviendo el indice a la altura de las narices redondetas del corredor de vinos -. No, senor, porque yo no he tenido hijos, ni perros, ni gatos, ni codornices, ni tortolas. Ni me ha gustao el futbol ni casi los toros, y dentro de mi modestia, mi unico consuelo, mi unica ilusion, sabes, voceras, ha sido mi pita… Con ella iba yo donde fuera tan ufano. Aunque no la usara, tu me entiendes. Pero alli estaba, segura, dispuesta a tronar en cuanto pintara pajaro. Era mi mejor amiga, tan leal, tan