companera, tan carinosa, siempre conmigo, segura de que no le iba a faltar alpiste ni bebedero, porque yo me cuide de eso muy requetebien durante toda mi vida… Tu sabes la tranquilidad que da a un hombre el saber que lo es. Que va por el mundo tan entero, pudiendo hacer cara a cualquier sujeto que le salga al camino… Eso no tiene precio. No hay amigo, novia, mastin, vina ni casa que lo compense… Y no ahora. Desde hace seis meses, que complejo el mio, que caida de animo. Porque veo por ahi a las mujeres, tan buenismas como estan… y cuando las estoy mirando, encanao, con la cabeza llena de luces, de pronto me pongo a pensar y me digo: 'Pero Celedonio de mi alma, ?adonde vas? Si tu ya no tienes madre. Y si esa se vuelve y te da cara, que vas a hacer tu, pobre mio, sino bajar los ojos y decirle: perdoname, paloma, que ya se acabo lo que se daba y de hombre solo me queda el semeje. Perdoname y sigue tu camino, que yo no valgo mas que un retrato para lo que tu piensas…'
Cuando acabo el hombre su sentida oracion por aquello que decia faltarle, que por cierto la acabo con la mano derecha sobre el pecho y la izquierda al aire como si cantara una romanza, todos los presentes empezaron a reirse.
– ?Ay, que puneta de Celedonio este!
– … Si es que todavia me gustan, maldito sea el cuero…-Y en broma o en serio saco el panuelo, y seco una lagrima que le bailaba en el medio ojo visible, que le caia a la derecha parte de la nariz.
– Es que no somos nadie, nadie en este valle de lagrimas. Esto es un engano – colofoneo el Desgraciao.
– Ya esta aqui Jeremias – rezongo el Faraon.
Celedonio habia quedado mirando con sus ojos acuosos el suelo, despues del planto, sin dejar de mover la cabeza en senal de incognita lamentacion, hasta que al fin reanudo el discurso:
– … Cuanta pena me da venir al Cementerio. Pena y gusto. Pena porque uno tiene aqui ya mas amigos y parientes que en la plaza. Y gusto por saber lo bien acompanado que me voy a hallar aqui el dia que el campanero me repique por triste.
– Te advierto – le corto el Faraon – que los que viven aqui estan peor que tu de eso que le llaman el cano de la orina.
– ?Huy que lastima! Ya lo se. Eso es lo primero que se come el fisco gusanero… Te advierto que a veces pienso si en el cielo habra un cercao especial para las prendas masculinas.
Todos rompieron a reir.
– Que siendo piezas tan maestras como lo fueron en la vida, no las va a dejar Dios hechas atomos, sin el menor consuelo.
– Siempre esta pensando en lo mismo – dijo Plinio, que era muy pudico.
– Pues si te parece voy a pensar en el concurso de castillos de arena. Cada uno a lo suyo, a lo que le da presencia y orgullo en la vida. Para mi no ha habido otra cosa. Comer, siempre comi porque no habia mas remedio. Beber, por matar el gusanillo. Dormir, lo preciso. La fornicativa en lo propio y en lo ajeno fue mi unica empresa. Para mi, pero desde muchacho ?eh?, el sexto mandamiento, letra muerta. No robar, no matar, creer en Dios, amar al projimo en lo posible… Y digo en lo posible porque hay muchos… y a todos los demas mandamientos, corriente. Pero el sexto, a hacer punetas. Cada vez que me confieso se lo digo al cura, no creais. Y el pobre se rie. ?Que va a hacer? Como yo le digo, luego de arreglar a una projima, de cargo de conciencia, nada, pero nada. Mas contento que unas pascuas. Y deseando repetir la fiesta… Cono, que se me pasa saludar a un amigo como Dios manda, falto a un entierro o no doy limosna al pobre que me pide, y lo paso fatal… Pero ya digo, cuando hago la picardia con alguna… mejor dicho, cuando la hacia, se me salia la satisfaccion por la corcheta.
– ?Que hombre este mas verde! – repitio Plinio-. Bueno, y del muerto, que supongo que es para lo que has venido aqui, ?no me dices nada?
– ?Pobre hombre! ?Que quieres que te diga? Que a ver si le dais sepultura ultima para que descanse de tanto miramiento y alteracion.
– ?Pero no te recuerda a alguien?
– Asi como recordar… Me recuerda a la muerte. No mas que eso. ?Te parece poco? Que yo no se como andais con tanta busqueda y trabajos. Cuando un ser esta ya muerto, todo lo demas son musicas y trabajos. ?Muera la muerte, cono! Muera la muerte, puta, fria, rafita y destructora de todo buen vivir.
– Pero, hombre, no te pongas asi. ?Y si lo ha matado alguien? – adujo el Faraon.
– ?Que va! A un hombre de esa edad no lo mata mas que el corazon o la cal de las venas… Te advierto que yo he venido porque me dijeron que podia ser de Tomelloso, y como me conozco a los treinta mil habitantes del pueblo uno por uno, me dije: 'Pues a ver si les puedo echar una mano'. Pero este no es de aqui. Este es un pobre muerto que han enganao.
– Si, si…-rezongo el Faraon-a el no se quien lo habra enganao, pero a mi…
– ?Callate! – ordeno Plinio.
– Cono, callo.
– Hombre, que uno es de confianza, decid lo que pasa – se quejo Celedonio.
– Ya esta todo dicho y si no lo conoces, se acabo el hilo.
– Bueno, Jefe, que barbaridad, no se ponga asi, pues anda – se excuso ensenando las encias.
Se hizo un silencio embarazoso, que Celedonio lo rompio continuando el monologo sordo contra la muerte que habia empezado:
– ?Por que nos tenemos que morir? ?Que hemos hecho? ?Quien nos pidio permiso para este viaje al tunel sin final? Muerte maldita que arruga las carnes, se lleva la pelambre, despide los dientes, apaga los ojos, agarrota los remos, mancha la piel de escamas y pecas, quita el color a las cosas, deja la tetas colgonas, los culos sin curva, las piernas resecas, los caletres sin memoria, el paso vacilante…, y el angulo final del vientre como un pampano seco.
– Ya salio otra vez. ?No te digo? – comento el Faraon.
– ?Solo para morir nacemos! – suspiro el Desgraciao.
– ?Pues no se nace! A quedarse en leche pa toda la vida. Eso seria lo justo – dijo casi llorando de indignacion.
Y la verdad es que todos quisieron reir ante la ultima ocurrencia de Celedonio, pero no se que calor le echo a su imprecacion, que la risa se quedo en el forro de los labios sin florecer.
Un rayo de sol rojizo le daba en la frente. Los pajaros altos echaban piares seguidos, como hilos. Y las puntas de los cipreses que asomaban sobre los bardales del Cementerio, en su tenso apuntar hacia el azul, parecian en extrano acuerdo con el verbo desesperado de Celedonio el Rico.
– Yo no quiero morirme, cono, no quiero morirme. Que aun asi como estoy me conformo. Y quiero seguir fumandome pitos por la manana temprano, viendo a las mujeres venir del mercado y a los muchachos ir a la escuela. Viendo al cura pasar a su misa y a las viejas seguirle con el reclinatorio a rastras. Quiero leer el 'ABC' en el San Fernando, tomarme una cana con mis hermanos y amigos a eso de la una; comer luego a la paz de mi balcon con mi pobre mujer enfrente; dormir la siesta en el sillon de orejas y volver a la terraza del Casino a la caida de la tarde, para hablar como siempre de arrobas de vino, de avenas maduras, de trojes, de azufre, de olor a vinazas; de las mozas que fueron y uno se paso por la colcha; de los viejos amigos que nos hicieron reir y llorar y ya tomaron billete en el taxi negro… De las comilonas de antano, de las tardes en las vinas palpando pampanos y sopesando racimos; de los otonos vendimiadores… Y luego el invierno, cuando los vinos ya estan posados y les salen novios…
En este trance estaba el emocionado y desesperado discurso de Celedonio el Rico, cuando salio Matias y dijo a Plinio que desde Alcazar lo llamaban por telefono. Al oir el recado se le avivaron los ojillos y entro rapido. Don Lotario fue tras el… Mientras el Jefe escuchaba mas que hablaba por telefono, don Lotario se roia las unas.
– Muy bien – concluyo Plinio-, esta noticia es buena. Mil gracias.
Colgo y volvio junto a don Lotario frotandose las manos.
– Ya saben la pension de Madrid donde suele parar Rufilanchas.
– ?Como se llama?
– Larache. Pension Larache.
Me suena a mi mucho esa pension.
– Han dado orden a Madrid para que hagan una informacion de quien vive en ella.
– Del pueblo hay, o al menos ha habido, gente alli. Estudiantes y eso. Mil veces lo he oido.
– Dicen tambien que la familia de Rufilanchas ha dado su palabra a la policia de que en seguida que tengan noticias de el le diran que se presente aqui.