visto en otra.
Todos le reian sus cosas ya de manera mecanica y cansada.
– Mira que a pesar de no haber tragao gota, me siento como con media estoca… ?Ay, que leche!, y que buen rato hemos pasao… Braulio ?estara ya la comida?; que el bano despierta mucho el apetito.
– Desde la puerta de la cueva se oyo una voz de mujer:
– Hermano Braulio, vengan cuando quieran que la comida esta ya apana.
– Asi viven los senoritos, desde el bano a la mesa. ?Hala!, veis para alla mientras me visto, que me da verguenza.
– Venga, vamos – dijo Braulio.
Y bajaron todos menos Plinio, que se quedo rezagado.
El Faraon comprendio y poniendose la camiseta sobre sus verguenzas, enserio el gesto.
– ?Que ha pasado con el Pianolo?
– Secate las manos – le respondio mostrandole la carta.
El Faraon, con la misma camiseta se enjugo la cara y las manos. Tomo la carta y lo primero que miro fue la firma.
– ?Ay, mama mia! ?Este tambien en el ajo? – exclamo mirando a Plinio.
– Si, senor. Los tres, como siempre.
Y empezo a leer.
Plinio se reia para sus adentros, pensando que en su vida habia visto a un hombre tan gordo desnudo y menos leyendo una carta, sentado en la panza de una tinaja. Era un Baco jocundo coronado con lagrimas de vino.
– Si tenia que pagarnosla-comento mientras leia.
Cuando acabo la lectura, Plinio le resumio las operaciones de Pianolo y su hijo para endosarle el muerto.
– ?Que pillos son! Se lo podian haber enviado a su… abuela, digo yo. ?Y quien es el cadaver?
– Eso es lo que falta por desollar.
– ?Que maricon! ?Y como no caeria yo en la cuenta?… Pero claro, ?quien iba a pensar…? Ahora, fijese, Manuel, mas fijo que la vista, esto no queda asi. Por estas. El Pianolo me las paga, pero a base de bien.
Cuando Plinio se levanto de la siesta aquel ajetreado dia de junio, encontro en el patio de su casa al agente Rovira departiendo amistosamente con su mujer y su hija. El hombre salia en mangas de camisa y con el pelo fosco se quedo cuadrado en la puerta:
– Pero, hombre, ?usted por aqui otra vez?
– No he querido que le llamaran, que vaya dia que lleva usted.
– Lo siento por un lado y se lo agradezco por otro, porque ya tengo muchos anos y la jornada ha sido de aupa. ?Hay algo de particular?
– Vistase usted tranquilo que todo va muy bien. Aqui le espero hablando con sus mujeres.
Plinio volvio a su alcoba, mientras Rovira seguia departiendo con ellas y tomandose un vaso de vino muy fresquito que la hija de Manuel le saco de la cueva.
– Chicas – grito Manuel desde dentro -, podiais haberle hecho al senor Rovira alguna taza de cafe o algo.
– Dice que prefiere vino.
– Me gusta mucho el vino asi, refrescado en cueva, poco a poco, sin hielos ni frigorificos.
– Manuel tampoco quiere frios artificiales, como dice el.
Salio Plinio al fin muy repeinado y bien vestido.
– Hemos tenido que limpiarle el uniforme. Estrenado de hoy y hay que ver como lo ha traido.
– Me han echado de todo, agua de pozo y vino de bano. Y yo me entiendo.
Se sento en el corro, ofrecio tabaco a Rovira y dijo a las mujeres que los dejaran solos.
– He venido, Jefe, para explicarle como estan las cosas en Valladolid. Ya se lo que paso aqui luego de mi marcha y que por encargo suyo me han explicado Maleza y el senor Juez. Hay que reconocer que los de Valladolid se han portado bien… Parece que don Fernando Lopez no vive alli desde hace bastantes meses. En la pension donde estaba, dicen que se jubilo y tuvo dudas entre venirse a Tomelloso o marchar a Madrid. Se decidio por la capital, porque habia teatros y otras cosas de diversion. Puestos los de Valladolid en comunicacion con los de Madrid, sabemos que vivio un par de meses en una casa particular, pero que al cabo de este tiempo marcho sin dejar senas. Se tiene la seguridad, sin embargo, de que hasta hace poco seguia en Madrid, porque ha llamado a su casa antigua varias veces a ver si habia cartas o alguna comunicacion para el. Los de Madrid iban a continuar las pesquisas hasta localizar el nuevo paradero de nuestro amigo.
Despues de comentar ampliamente la notificacion, se pusieron de acuerdo para pedir a Barcelona que detuvieran a Rufilanchas, donde vivia con su familia y cuya direccion habia conseguido Plinio de sus parientes de Tomelloso. Y caso de no estar, por su condicion de transportista, que viesen la forma de sacarle a su esposa el itinerario habitual y fechas aproximadas.
– Yo creo – dijo Plinio – que una vez detenido el Pianolo, de verdad que hemos acabado nuestra operacion. Que funcionen ahora los de Barcelona para echarle mano a Rufilanchas es lo que hace falta, que el, supongo yo, nos cantara quien es el muerto.
– Dichoso muerto – exclamo la mujer de Plinio que salio en aquel momento – y cuanto va a danzar el probecico.
Una hora despues Plinio se reunio con don Lotario en el porche del Cementerio. El hombre, esta es la verdad, llego bastante desinflado. Pensaba en sus mismas palabras, las que dijo al agente Rovira: 'Una vez detenido el Pianolo, de verdad que hemos acabado nuestra operacion'. ?Cuando apareceria otra 'operacion'? Plinio se imaginaba meses y tal vez anos por delante – y a el no le quedaban muchos – de aburrimiento y trabajo rutinario, sin entidad. Caminaba Paseo adelante y se rio solo recordando una idea de don Lotario en la ultima epoca de 'sequia de casos'. 'Mira, Manuel, con esta sequia de casos que padecemos, va a ser menester inventarnos crimenes y robos para distraernos un poco.'
Otra cosa que pesaba en el animo del Jefe era el no poder rematar el personalmente el caso Witiza. El tener que hacer las cosas con tantas ayudas le fastidiaba.
Con estas melancolias llego y con estas melancolias se sento en uno de los bancos de la capilla que habia sacado Matias para mayor acomodo de los curiosos que tertuliaban por alli.
El Faraon evaporaba su bano de mosto y su sueno de gordo dormitando dentro del 'Seiscientos' de don Lotario. Y este se paseaba nervioso por los alrededores del Cementerio esperando a Plinio.
Cuando vio aspearse al Jefe, Paseo arriba con las manos en la espalda y la cabeza cincunfleja sobre el pecho, le entro desazon y salio a su encuentro.
– Pero, hombre, Manuel, ?como vienes andando con esta calina? Haberme llamado por telefono y te habria recogido.
Plinio, sin decir oxte ni moxte, se sento, como quedo dicho. Y antes de responder, luego de destaparse la sesera, se enjugo con el panuelo, desabrocho el cuello de la guerrera, escupio, se paso los dedos por las comisuras de los labios, y saco el paquete de 'Caldo'. Cuando empezaron a lumbrear los cigarros, el Jefe se digno hablar.
– ?Pues que va a pasar, don Lotario de mi alma? Que en este punetero caso estamos bailando al son que nos tocan sin poner una libra de nuestra parte.
– Explicate.
– Hombre, que como diria la Rocio, estamos al olor de la pescadilla que nos han traido, sin saber buscarla en la despensa como esta mandado a 'la detectivesca de pro'. Que nos lo han dao to en bandeja sin haber hecho estos dias otra cosa que rondar al muerto. Porque, a ver si usted me entiende, asi que los secretas de Barcelona nos localicen a Rufilanchas… que es cuestion de horas, sin que hayamos hecho otra cosa que mendruguear… se acabo la historia. Nos mandan el muerto. Nos lo descubren. Y nos van a decir quien es para mayor comodidad.
– Pero bueno, cuentame lo que ha pasado ahora.
Plinio le comunico las noticias que trajo Rovira y como estando asi las cosas, sus diligencias – las de don Lotario y el – quedaban totalmente concluidas, porque escuchar el cante de Rufilanchas carecia de emocion y era ya mas obra de Juez que de guardias.
Cuando Plinio acabo su explicacion con moral tan caida, el veterinario le echo una media sonrisa y movio la