izquierda.
– ?Murio de viejo?
El tema de la ancianidad le venia ahora a mientes a Orestes a cada instante. Como el envejecia, todo envejecia.
– Viejo era, pero no murio de senectud, que fue que estaba poniendole una bandera nueva al palo de popa, y llego corriendo el criado de la posada del Mantineo diciendole que en la paz que firmaban en los Ducados se aseguraba la construccion de un puente en el vado. Mi abuelo grito que no era posible, que no podia haber puente mientras no viniese un tal Orestes, que tenia el que pasarlo en la barca, y estaba en la ley que puente quita barca. El criado gritaba mas, diciendo que habria puente y pasaria la diligencia, y que el Mantineo iba a ser rico y poder casar la hija paticoja. Y mi abuelo erre que erre en que no habria puente mientras no pasase a Orestes vespertino, sin apearse en la barca de su caballo ruano, y estaria lloviendo. Y en su excitacion no se dio cuenta de que daba un paso en falso, cayo al agua y se ahogo, que habiendo pasado toda la vida en el rio no sabia nadar.
– ?E hicieron el puente? -pregunto Orestes.
– Empiezan para la semana que viene. ?Pero que yo sepa no ha pasado el rio el tal Orestes vespertino!
Cuarta Parte
ANTES de marcharse a su reino de Tracia, donde ya eran los dias en que el rey debia dar la orden de llevar los rebanos desde las montanas a los abrigados valles, y habiendole crecido con la luna de octubre lo suficiente la pierna infantil, que ya no necesitaba el estuche de madera, insistio Eumon en hacer el viaje de retorno por el condado de dona Ines, que queria conocer a aquella hermosa delirante. Y para que fuese prevenido, fue rogado Filon el Mozo que le diese al tracio una copia de la pieza dramatica que habia escrito con algunos de los sucesos mas notorios de la incansable ensonacion amorosa de la soberana del Vado de la Torre.
– Me dice Egisto en confianza -explico Eumon a Filon el Mozo-, que todo el desequilibrio de dona Ines viene de estar ella tambien a la espera de Orestes, solo que para recibirlo con cama deshecha.
– Unos dicen que si y otros que no, pero la verdad es que ella lo recibiria con gusto, aun llegando parricida y con el brazo diestro ensangrentado hasta el codo. ?Orestes hace sonar a muchas!
Y como criador de mulas, siendo Eumon curioso de genealogias, escucho con gusto a Filon contarle como dona Ines, de titulo y nombre tan insolitos en aquella parte, venia de gente galica, salvada de un naufragio y emparentada con los piratas que hicieron el salvamento, y mas tarde con la familia condal del pais que reinaba en el Vado y en la Torre, y que en los itinerarios era conocido como el Paso de Valverde. Anadio Filon que en su pieza solamente recogia casos de los tiempos ultimos, desde que habia comenzado la guerra llamada de los Ducados, y que por ello no trataba de Orestes, que de este principe tenia ya varios actos de una tragedia, pero no la podia terminar, que Orestes no llegaba a cumplir la venganza.
– Yo estoy a la espera, como pueda estarlo el rey Egisto, porque conviene que haya un testigo para los siglos. Y todos los sucesos del mundo los reduzco a la gran expectacion de la llegada del vengador, y tomo notas para adornar la historia. Y ahora mismo, cuando tu montes en tu caballo y marches hacia tu pais, senor Eumon, subire a mi biblioteca, y en uno de mis cuadernos, por si conviene prestarle este gesto a Orestes, apuntare el que tu tienes frecuente de llevar el dedo indice de la mano derecha a la despejada frente, como ordenando a un oculto pensamiento que comparezca. Tengo apuntados, inclusive, gestos de animales, un desperezo de felinos, el alargar del cuello del lobo que asoma a una encrucijada, la paciencia distraida del huron, la cabeza erguida del azor que acaba de entregar la pieza que ha cobrado… Mi Orestes sera variado, porque es el hombre, el ser humano. Si el publico de teatro fuese…tincado en fisiognomica, haria un acto solamente con los gestos, pasos, escuchas, dudas, preparativos para el acto vengador del joven principe. Lo titularia «La aproximacion de Orestes», seria de gran utilidad para cazadores de bestias salvajes, y una luz estaria siempre sobre el rostro del protagonista, sobre sus manos, sobre sus pies, no dejando perder nada de la infinita muestra de sus movimientos.
Alabo Eumon los estudios dramaticos de Filon el Mozo, y agradecio la copia de la pieza que trataba de los amores de dona Ines, y todavia el autor no habia decidido que titulo darle, y anadio el tracio que en su reino no habia teatro, pero que si llegaba el desenlace fatidico de la tragedia, que le mandase el texto en copia iluminada, que la leeria en voz alta con mucho gusto, y pagaria por ella lo que Filon el Mozo pidiese.
Hizo fonda Eumon con sus dos oficiales de pompa en la posada del Mantineo, y pidio por favor al huesped que le diese una habitacion desde cuya ventana pudiese contemplar a sabor la torre del Paso de Valverde. Y al amanecer, teniendola con el verde y frondoso pais como telon de fondo, se puso a leer la pieza de Filon el Mozo, que comenzaba con un prologo en el que, gente huida de la guerra de los Ducados, pasaba la noche en la torre de dona Ines, durmiendo en el patio cubierto, y recibiendo limosna de pan y vino. El dramaturgo componia un coro de mujeres que se dolian de los robos de maiz y de ovejas, de las casas quemadas, de los bienes abandonados y de la aspereza de los caminos. Una contaba de que su casa estaba en un pais de montes, otra que vivia en los llanos del pan, y una delgada y morena, que casara en la orilla del rio, donde son verdes prados, contaba de un gordo al que decian «?si, senor!» a cada paso los que con el iban, y que fue quien dirigio la requisa de vacas para no se sabia cual bando, y le habia dejado a su marido, en secreto, un papel sellado que decia: «Cuando acabe todo, ocho vacas a estos». El gordo era muy bebedor y palaciano, y nadie lo tomaria por hombre de guerra, anadio la mujer, si no fuese por el gorro. Aquellas campesinas parecian agarrarse a la mas pequena senal de caridad en un soldado. Abriendo el alba, no pensaban en otra cosa que en ponerse en camino y pasar la selva, cruzando la raya seca, adentrandose donde dicen Imperio, que alli reinaban en paz las leyes. Cargadas con sus petates se fueron, dando gracias por el pan, que era blanco, y por el abrigo cubierto. Llovia por la banda de la selva, pero hacia el sur el sol se acostaba sobre los montes azules. La torre quedaba en silencio, y solamente se oia el ir y venir de Ama Modesta, la criada mayor de dona Ines, recogiendo el pan y la jarra del vino, apartando las pesadas cortinas de pano verde para que entrase la luz del nuevo dia. Habia flores por doquier, y Filon el Mozo, describiendo el escenario, ponia camelias rojas aqui y aculla, jazmines sobre la repisa de la chimenea, y una rosa roja en un vaso, en lo alto de las escaleras, para que al aparecer alla arriba dona Ines pudiese recogerla y descender lentamente, con ella en la mano, acercandola a los labios. Para presentar dona Ines al publico, Filon el Mozo habia imaginado la llegada, atravesando los paises en guerra, del Correo del rey, el cual era recibido por Ama Modesta en el pequeno salon. Filon estaba muy satisfecho de la escena, ya que le parecia que daba la figura y el tono de la dama, y que en los actos sucesivos de la pieza el desmedido enamoramiento, la subita y encendida pasion, seria aceptada sin mas por el respetable, vista la adivinacion de amor de la palomita, la desusada amplitud de sus suenos, la clamorosa entrega de su
soledad.
Estaba Ama Modesta en su faena cuando llamaban por tres veces a la puerta, que era la sena matinal del Correo. ?Habria oido la llamada dona Ines?
– No, todavia dormira. Duerme como un pajarito, con el piquillo abierto.
Ama Modesta le abre al Correo. Del hombro derecho del Correo cuelga la gran cartera de cuero con las armas reales a fuego. Se quita el sombrero, se pasa las manos por la cara, admira las flores, dirige la mirada hacia la rosa roja, solitaria en el vaso. Filon titulaba este paso «El galan de Florencia», y lo habia leido varias veces, y siempre con aplauso, en las veladas de la aristocracia de la ciudad.