– ?Oh, eres una estrella muy hermosa! Si hubiese aqui un piano, te diria como te veo. ? Nunca me atrevia sonar que pudiese acariciar el cabello de una estrella!
– ?Por que huiste? ?Perdio la guerra tu cancion?
– Deberia contestarte que hui porque mi corazon siempre sospecho de este refugio. La musica y el amor se hacen con sorpresas muy semejantes. Como casi nunca salia de casa en mi ciudad, siempre fui muy dado a sonar con caminos: andaba y andaba, y en la noche mas cerrada se encendia una luz, y yo podia posar mi fatigada cabeza en unas manos dulces y tibias, y dormir, escuchando una voz tierna cerca, muy cerca, casi en mi propia boca.
Dona Ines tenia el amor al alcance de la suya. Podia devorar, o ser devorada.
– ?Me parezco?
– ?Eres la misma! No podia haber otra. ?Dame las manos! Si, son las tuyas, fueron siempre las tuyas, eres tu. Siempre has sido tu. ?Me dueles en las manos!
El musico, como llevado por la palabra manos, mira las suyas, las acaricia, las lleva a los labios.
Se levanta y se acerca otra vez a las luces.
Dona Ines teme perderlo.
– Me llamo Ines. ?Llamame Ines!
Pero el musico esta en sus recuerdos.
– Hui no se por donde, arrastrandome, a tientas. Me llevaron a la plaza y me sentaron ante un piano. Querian que tocase bailables para la juventud. ?Bailables? ?Ah, si, una gallarda antigua! Una gallarda que bailaba mi madre, con cuatro reverencias y un pasito. La gente gritaba que no
queria eso. ?Eso paso de moda!, gritaban.
»-?Queremos bailables nuevos!
»Gritaban y gritaban. ?La cancion de los nuevos alborotados! La cantaban amontonandose encima de mi para que yo la aprendiese en seguida. Uno, montado, con la punta de la lanza me ayudaba llevando el ritmo, y golpeaba con el talon en las teclas. ?Podia herirme, agujerear mi mano izquierda! Gritaban que yo era un musico de mierda. Dos mozas medio desnudas se subieron encima del piano y taconearon. Las lanzas, las espadas, las hoces estaban cerca de mis manos, las buscaban, y yo huia sin moverme, huia de aquel bosque de hierro homicida, interpretando una musica loca, la musica de mi terror, cada vez mas de prisa, mas de prisa. Comenzaron a dar vivas y a bailar. Pero las hoces no se iban, brillaban ante mis ojos, cada vez mas cerca, mas afiladas, mas curvas. ?No podia seguir tocando sin tropezar con ellas! De un momento a otro comenzaria a sangrar. Y corri. Me meti por entre las patas de los caballos, corri por no se que alcantarilla. Una hoz enorme venia detras de mi en el aire, dispuesta a caer sobre mi cuello. Tarde en darme cuenta de que era la luna nueva, mi amiga la luna nueva. Me detenia a palpar una mano con la otra, pasaba ambas por la cara, los ojos, las metia en la boca. Si, estaban vivas, vivas como dos peces, como dos golondrinas…
El musico se ha arrodillado ante dona Ines, y ha apoyado su rostro en el cuenco de las manos de la hermosa. Llora. Dona Ines lo consuela.
– Ahora estas aqui para siempre, seguro. ?Mandare traer un piano, encenderemos todas las luces, pasare las hojas de la partitura! ?No llores, que estas a salvo! Si no quieres casarte, es lo mismo.
– ?Casar? ?Casarme contigo? ?Y traeras un piano? ?Manana?
Dona Ines lo besa en la frente. Y sonrie.
– El piano tiene que venir en un barco. Llegara por el mar a Lucerna. Lo iremos a esperar, cada uno en su caballo. Yo en un caballo blanco y tu en un caballo negro. Las muchachas nos tiraran flores. Podras tocar en el piano lo que quieras. ?Me ensenaras la gallarda que bailaba tu madre? ?Cuatro reverencias y un pasito! Te suavizare las manos con secante de lirio y con pais tostado de Venecia. Se ponen como seda virgen. Casi se puede decir que la piel se vuelve vidrio. ?Mira las mias! Y nadie te las herira nunca, tus palomas mensajeras!Nadie te las cortara, amor mio, no siendo yo! Yo, con jazmines.
Eso dijo dona Ines, y se acerco al bucaro de los jazmines, en la repisa de la chimenea. Con dos jazmines en cada mano se acerca al musico, e intenta golpearle en los dedos. El musico la mira aterrado.
– ?No, no me cortes las manos! ?Quiero que vivan! ?No me mates las manos! ?No me mates!
Y corre hacia la puerta, gritando. Y huye en la noche, con las manos delante de los ojos, luminosas como lamparas en las tinieblas.
Y dona Ines se queda sola, deja caer los jazmines al suelo, y solo sabe decir:
– ?Pero si el jazmin no corta! ?Pero si el jazmin ni siquiera arana!
Filon el Mozo anoto al final de este apunte de acto que el musico lo hubo, y era un tal que el miedo habido en la revuelta lo volvio loco, y andaba por todas las polis buscando un lugar seguro en el que dejar sus manos, y alguien le dijo que no cabia caja fuerte mas cerrada que la del Preste Juan de las lndias, que la vigilaba el basilisco. Y Filon tuvo de un mercader genovisco noticias de que habia pasado el musico, que se llamaba Fidel, aunque el ocultaba su nombre, al Leon de Juda, y fue lo peor del asunto que en llegando ante el tesoro real salio el basilisco, con la mala fortuna de que la terrible bestezuela lo que primero miro del musico fue las manos, y tuvo el fugitivo que contemplar como comenzo a destruirse por ellas, antes de pasar todo su cuerpo a hedionda ceniza. Y todo fue por no avisar al Preste de su llegada, que este, que pasa por avaro, le habria guardado las manos y lo hubiese mandado con otras de quita y pon por los paises cristianos, cobrando el un tanto por el alquiler de las ortopedicas.
Dona Ines, en los dias siguientes a la huida del musico, guardo luto.
II
A la puesta del sol llegaron dos soldados, con el recado de que un rey llegaba y que pedia por favor cama limpia. Ama Modesta les pregunto si era su rey, y sabian el nombre, y ellos contestaron que ahora de ultimas habia tantos coronados, que solo los escribanos llevaban la cuenta.
– Yo -dijo uno, moreno y pequeno y picado de viruelas- era guardamontes en la paz, y baje a la ciudad solamente una vez, cuando tenia ocho anos. Me llevaron para que el rey me librase de una verruga que me habia salido en un parpado. El rey paso en un sillon cubierto, y echo la mano por entre los damascos, y la verruga se fue.
– Pues yo -dijo el otro, que era tambien pequeno, pero regordo y rubio- nunca vi un rey hasta ahora. Estaba al lado de un charco, y uno que dijeron que era el Correo real le lavaba los pies. Con mucho mimo, eso si. No le vi la cara, que la tenia cubierta con una servilleta floreada. Tardaran poco en llegar. El Correo dijo que le hicieras una buena cama al coronado, y que metieras en ella dos canecos. Nosotros cumplimos. ?Queda un vaso de vino?
Ama Modesta los convido a una jarrilla de tinto y los contemplo, compasiva.
– ?Por que estais de soldados? ?No teneis hacienda?
– Amen de la guarda de los montes -dijo el moreno-, yo tenia un cabron negro muy imparcial. Ahora lucho por ascender. Un sargento montado es una senoria.
– Yo -explico el rubio- me aliste por ver mundo ?Vas a ver mundo, Teofilo!, me dije, echando a correr tras el arcabuz. Y me metieron de reten en un castillo viejo, lleno de murcielagos, y el pozo cegado, que hay que ir a buscar agua a una mina apozada. Asome la cabeza por una saetera para contemplar vuestro pais de Valverde, tan sonado, y tropece con los pies de un ahorcado, el antiguo senor de la Ribera, que gloria haya. ?Mira!