– Como advertencia me parece excesivo, ?siempre actuan asi?
Caminaron en silencio, Eloy no sabia que contestar, tenia miedo, se refugio en el cadencioso rumor de sus abarcas sobre la tierra, fue mucho mas tarde cuando trato de clausurar el tema.
– Contra esas bestias no hay nada que hacer.
– Mientras no se te arrugue el pitilin, se puede.
– No valgo para esto.
– Pues como no juegues a la loteria, ya me diras.
– Hombre, hemos sacado unos kilos, ?no?
– No, hemos perdido una fortuna, que no es lo mismo. ?Sabes? Me parece que tienes razon, que no vales.
– ?Por que lo dices?
– No te van las aventuras, tu eres de los de pajaro en mano.
– Puede…
– Lo tuyo es otra cosa. Vives en el pueblo, ?no? Como deciamos en el ejercito, yo necesitaria un apoyo logistico, un sitio donde dormir, comer, un refugio de confianza, eso seria lo tuyo.
– ?El que?
– Montar una especie de fonda, un negocio redondo, los viveres se van a poner por las nubes.
– ?Tu crees? Tendria gracia.
– Y mucho mas se va a pagar por la colaboracion de una persona honrada que con la excusa de las dormidas mantuviera en deposito el material hasta su venta.
– Sitio hay.
– Pues yo que tu no me lo pensaria dos veces.
Capitulo 6
Dositea utilizaba su propio apellido Valcarce y jamas se nombraba senora de, hasta en pensamientos censuraba al innombrable, puesto que la habia dejado en su precaria situacion de ni viuda ni divorciada, que esto ultimo hubiera sido imposible, pues su condicion de catolica no se lo hubiera permitido y asi, para borrar la memoria del esposo y no favorecer los cotilleos, no salia a la calle, los recados se los hacia Olvido, nina Olvido por hija unica, va a cumplir los diecisiete y aunque es mujer su madre la ve tan nina como a los seis, no me lo llames delante de nadie, protesta Olvido, la abuela te tuvo a ti a mi edad, nina, la reprende, no digas procacidades, eran otros tiempos; la jovencita salio a la calle con el encargo de medio de puntilla y cuarto de raso para el eterno esfuerzo de conservar la ropa interior como nueva, prolongo el paseo hasta la merceria El Hilo de Seda deambulando por calles transversales, demorandose en la fuente por el puro placer de sentirse libre, viva y en movimiento, sentia un hormigueo especial que le impedia estarse quieta, y mas inquieto aun se mostraba su corazon provocando continuas aventuras imaginarias, todas con el mismo proposito, el de volverlo a ver, no es que fuera guapo, es que le gustaba a ella como nunca le habia gustado otro chico y no sabria decir por que, encuentros en los que se mostraba tan audaz como para mirarle directamente a los ojos y para, no queria sobrepasarse en la audacia, para tomarle de la mano y decir ven conmigo, no se atrevia a decirlo, las contradicciones le provocaban un raro placer agridulce, le costaba trabajo el dormir del esfuerzo que hacia para sonar con el, si no lo conseguia se despertaba para volverlo a intentar, todo su cuerpo latia en la misma direccion, lo notaba y le daba tanta verguenza que no se lo habia dicho ni a su mejor amiga de clase, iba a suspender mas de una asignatura, con los examenes encima y sin poder concentrarse en ningun texto, lo notaba en el sosten, le crecian los pechos de hora en hora, a ella, preocupada antes por quedarse plana, era absurdo relacionar ambas cosas, pero cuanto mas le crecian mas se acordaba del recien llegado y cuanto mas lo recordaba mas problemas tenia con el sujetador y mas ansias tenia de volverle a ver.
– Me de…
No recordaba el encargo, trato de memorizarlo frunciendo el entrecejo.
– ?Te pasa algo, Olvidin?
Odio a la mercera por llamarla asi, «no es nada, puntilla y raso, medio y cuarto», salio de la merceria y con nuevos meandros en el itinerario llego a la calle del Agua por la que paso con la indiferencia de quien ha nacido en ella y la ha repasado millones de veces, los detalles que le afectan, cuando se fija en ellos, no pueden ser los mismos que afectan al forastero curioso, escudos y blasones tapizan los edificios evocando una historia suntuosa, pero a Olvido le sugiere algo mas importante la esquina anonima de su menarquia, en donde tuvo de improviso la cuchillada de su primera regla sobre la que nadie la habia informado, los torreones y la heraldica eran tan cotidianos como los nidos de golondrinas bajo el alero de cualquier edificio, casa solariega de don Gabriel de Robles, primer tallador de moneda en el Potosi, convento de las Agustinas Recoletas de San Jose, capilla de los condes de Campomanes, casa en que nacio el novelista Gil y Carrasco, palacio de los marqueses de la villa, frontero al del obispo Torquemada, marquesado en lo civil tan poderoso, en su dia, como en lo eclesiastico sus vecinos de la Colegiata, mas de sesenta parroquias a sus pies y dependencia exclusiva del Pontifice romano, si Villafranca fue el eje historico del Bierzo, la calle del Agua fue la columna vertebral de su propia sociologia, para los villafranquinos su ciudad es unica por mas que existan Villafranca de los Caballeros, de Bonany, de la Sierra, del Penedes, del Campo, del Cid, de los Barros, del Ebro y del Duero, por mas que para los pueblos de alrededor los villafranquinos sean unos senoritos arruinados y presumidos que no la hincan, que no quieren mancharse las manos y se la menean con papel de fumar, y la prueba es que poquitos suben a la pena a pesar del hambre. Con la indiferencia de la cotidianeidad, con inquietud por el nuevo sentimiento que se le agita en los pechos, la nina Olvido llego al portal de su casa, puerta de nobles cuarterones de madera y reja artistica, siempre abierta, para lo que hay que robar no merece la pena tomarse molestias, de dinero nada y los muebles demasiado viejos, no se ha iniciado aun la rapina de los anticuarios, cuadros tan lobregos en los que apenas se distinguen las figuras y menos las firmas, ilegibles, como la de un Caravaggio.
– Cojalo, Isidora.
Entro en el sombrio zaguan a tiempo de escuchar el repiqueteo del telefono en el piso de arriba, el de los dormitorios, en donde hacian la vida, ?quien sera?, con la esperanza de que fuera otra persona, a sabiendas
– ?Digame?
Pregunto Isidora, la viejisima ama, desde siempre en el hogar, desde antes de los muebles, como de la familia, sin sueldo y con el debido respeto por mas que se la considerase de la familia, reliquia de los buenos tiempos junto con el telefono de bocina articulada.
– ?Esta dona Dositea Valcarce Vega?
– ?De parte de quien?
Lo pregunto aun habiendo reconocido la voz de don Angel, tampoco podia ser otro, nadie mas llamaba, pero las formas hay que mantenerlas, aviso a la senora y contesto al «?quien es?» de Olvido, «?quien va a ser, nina?», y se extrano de su decepcion, no iba a esperar una llamada la mocosa. Podia haber sido otra persona, penso Olvido, hubiera sido tan hermoso, ?de que habriamos hablado?
– De nada.
Se puso su madre al telefono.
– Dime, Angel, ?como estas?
– Bien, bien, ?y tu? Veras, he pensado que tienes un armario lleno de ropa de caballero y alguna prenda puede serle util, algo practico, jerseys, pantalones, no el traje de chaqueta cruzada, claro, quiza le esten grandes pero pueden arreglarselos…
El innombrable se marcho tan de improviso, tan a la desesperada, que dejo la mayoria de sus efectos personales, todavia andaba por ahi rodando una brocha de afeitar, toda la ropa en buen estado, ella metia sus bolitas de alcanfor contra la polilla aunque no la fuera a utilizar nadie, en la primavera algun