aprovechamiento, con las pertinentes modificaciones.»
Paso a examinar el temario, que se dividia en dos partes, tituladas «Apuntes sobre feminismo y feminidad», y «De la creacion literaria».
El primero constaba de los siguientes apartados: «Reflexiones sobre la condicion femenina», «Poner puertas al campo: mujer y trabajo», «Mujeres y memoria, un camino por recorrer», «Mujeres frente a hombres, ?igualdad o superioridad?», «La mujer libre y la soledad del ser», «Dos mil anos de educacion patriarcal», «Las ventajas de ser una menor eterna», «Reproduccion y placer sexual».
En el segundo apartado, Judit leyo: «Mujer y literatura, un trabajo mal retribuido», «La creacion artistica en la mujer, ?adorno o contribucion social?», «El desafio de la inteligencia en la mujer», «?Feminizar la literatura o viceversa?», «La esperanza del futuro».
La persona que habia desarrollado los temas enumerados por Regina lo habia hecho mucho tiempo atras, en amarillentos folios escritos a maquina, a un espacio, en una tipografia tan antigua que se parecia a esos titulares de diseno que algunos periodicos incluyen en sus suplementos literarios. Habia paginas mecanografiadas en tinta muy oscura, de cinta recien estrenada, y otras en que el trazo se debilitaba hasta casi desaparecer, pero las ideas vertidas eran siempre francas, tajantes, inteligentes.
?Quien era Teresa Sostres? ?Alguien tan importante para Regina como esta lo era para Judit? ?Tambien la Dalmau habia tenido una maestra? ?Por que la mantenia oculta bajo llave? ?Se avergonzaba de ella? ?o era que debia a aquellas reliquias mas de lo que queria confesar?
En cualquier caso, habia dado con la debilidad de Regina Dalmau. Ya llegaria la oportunidad de utilizarla.
Eran mas de las ocho cuando Judit se apresuro a salir de la habitacion, no sin antes haber devuelto el mamotreto a su sitio. Echo una ultima ojeada antes de salir: la luz encendida, las cartas desperdigadas, las fotografias. Cerro la puerta y coloco la llave en el suelo. Todo quedaba tal como lo habia encontrado.
Mientras se duchaba, se sintio ligera como si hubiera dormido.
– Hay que ver, hay que ver. Hoy todo va manga por hombro.
Eran mas de las once y ni Alex ni Regina se habian despertado. Lo del chico era normal, porque su trabajo lo mismo le ocupaba veinte horas seguidas que le dejaba una manana libre, pero la duena de la casa tenia amaneceres fijos, y Flora, que era la clase de asistenta que se aferraba a las rutinas, solia arreglar su zona de dormir antes de dedicarse a otras tareas.
Judit se sirvio una nueva taza de cafe y espero, simulando que leia un periodico. Cuando Flora queria decir algo habia que darle tiempo para que lo soltara, despues de resoplar como una plancha de vapor. Se habia acostumbrado a llevar el sonotone que Regina le habia comprado, y ya no hablaba a gritos. Las relaciones entre la asistenta y Judit habian mejorado desde que la joven, en un momento de inspiracion y harta de que nunca le vaciara su papelera, le dejo una manana, encima de la mesa de la cocina, un aparatoso paquete de regalo que contenia un caballo encabritado con las crines al viento, una figura de loza imitacion Lladro.
Flora se habia echado a llorar al verlo, y desde entonces le hacia frecuentes confidencias acerca de su marido y hasta sobre su propio estado de salud, del que no le gustaba hablar, porque le habian descubierto cataratas en un ojo; tenia hora en el Seguro para que la operaran la primavera siguiente, y su mayor temor era quedarse ciega, incapaz de ganarse la vida y de cuidar de Fidel. Le habia pedido a Judit que no le dijera nada a Regina de su dolencia y la joven habia cumplido, obteniendo a cambio implacables monologos, que la otra le soltaba cuando la pillaba a solas, y alguna que otra informacion valiosa.
Judit dejo El Pais aparte y se dispuso a abrir La Vanguardia. De pie en la encimera de la cocina, Flora limpiaba los cristales de la ventana. Sus fuertes patorras, enfundadas en medias de lycra, quedaban a la altura de los o os de Judit.
– Deje eso, mujer, tomese una taza de cafe conmigo -la animo la muchacha-. Seguro que la senora aun tardara, habra pasado una de sus noches de insomnio.
Flora descendio de su atalaya, lleno un tazon con cafe, le anadio leche y se sento pesadamente delante de Judit, sin dejar de fruncir el ceno.
– No se que hacer -dijo, por fin.
– Pero se va a operar, ?no? -comento Judit, sin levantar la vista del periodico.
– Si no es eso. Es esto.
Flora metio la mano en uno de los bolsillos de su bata y saco lo que, Judit habia estado esperando.
– La llave. He encontrado la llave del jodido cuarto de Rebeca. Se le tiene que haber caido en el pasillo sin darse cuenta, menuda es ella.
– ?Que llave? ?Ah, el cuarto cerrado! ?Esta segura de que es de ahi? -La cogio y la contemplo con curiosidad, como si la viera por primera vez.
– Si, la he probado, y abre. No le diga nada, que se pondria como una fiera.
– ?Donde esta el problema? Si se le ha caido a ella…
– No, que no se si tengo que limpiar o que. He asomado la nariz, y huele a ni se sabe, con tantos libros y tantos papeles sin recoger. No he tocado nada, pero he tenido que apagar la luz, mira que dejarsela encendida…
Judit se encogio de hombros.
– Pregunteselo. O no le diga nada. Vuelva a ponerla donde estaba.
– No, que me renira, dira que no barro bien.
– ?Por que no la deja aqui, al lado del frutero? Cuando venga a desayunar la vera, y en paz. Si se le ha caido a ella, no se de que puede acusarla a usted.
Cuando Regina preguntase por la llave, seria Flora quien le daria explicaciones, y ella se limitaria a poner cara de panfila. Ahora que ya tenia atado el cabo que habia quedado suelto, Judit se aburria de la charla. Cerro el diario y lo apilo con los otros. A Regina le gustaba encontrarlos ordenados.
– Yo que usted, no me preocuparia -dijo.
Regina seguia durmiendo. Judit conecto el ordenador portatil a la impresora laser, introdujo un disquete y pulso una tecla. Tras una especie de estertor, la maquina se puso en marcha y escupio media docena de folios, que la muchacha recogio rapidamente y guardo en un sobre. Desconecto el aparato y volvio a dejarlo encima de su mesa, aquel banco de joyero que no era ni la mitad de comodo para trabajar que el escritorio de Regina.
Con el sobre en la mano, se dirigio a su dormitorio, y lo metio en la bolsa de viaje del juego de maletas que Regina le habia comprado para que pudiera acompanarla durante su gira para promocionar el nuevo libro. Cuando regresaba al estudio, tropezo con la escritora, que salia bostezando.
– ?Que mala cara tienes! -exclamo Judit, al ver sus ojos hinchados.
– Un insomnio de caballo, hija, que le voy a hacer. ?Has repasado la lista?
– Te esperaba. Tenemos que mirarla juntas, porque yo no conozco a nadie.
– De acuerdo -sonrio Regina-. Dejame tomar cafe y darme una ducha rapida, y en seguida nos ponemos a ello. De todas formas, las invitaciones ya estan mandadas, es solo por si se les ha olvidado alguien importante, que es lo que suele suceder, y hay que invitarlo a ultima hora, y por telefono.
– ?Tu crees? Si va a ir hasta la ministra.
– Calla, que me va a presentar. Es una idea absurda de Amat, pero con lo mal que lo he tratado no me queda otro remedio que darle ese gusto.
Cuando la oyo encerrarse en el cuarto de bano, Judit se acerco a la cocina, en donde Flora estaba lavando las tazas.
– ?Que tal ha ido? -le pregunto, adoptando su tono mas animoso.
– No hay quien la entienda. Ahora resulta que puedo meterme en el cuarto a limpiar cuando quiera, siempre que no le tire ningun papel, por arrugado o pringoso que me parezca. Hemos entrado juntas y yo, disimulando como si no hubiera estado alli esta misma manana. Ha metido lo que habia en la mesa dentro de una caja y me ha dicho que el resto es cosa mia. Voy a necesitar toda la manana para dejar la habitacion un poco decente.
– ?Y la llave? -Judit estaba tan perpleja como la otra
– Dice que la ponga donde quiera, porque a partir de ahora la puerta quedara abierta. Hay que ver, hay que ver.
– Deberias hablar con Hildaridad para que te cuente como piensan organizarse, si van a ir a buscarnos al aeropuerto los de la editorial o nos recogera Blanca. Mejor dicho -rectifico Regina-, pasame con Blanca y lo hablo directamente. Prefiero que se encargue ella, tiene mas sentido comun que todos los demas juntos.
Judit marco el numero. Comunicaba.