– Venian de un festival de rock en el sur de Francia y, bueno, no creo que estuvieran muy serenos.

– ?Naci la madrugada en que el papa murio, y en el mismo hospital adonde lo llevaron?

– Lo del hospital es verdad. Pero viniste al mundo dos dias despues de que el falleciera.

Desde aquel dia, Judit no volvio a sacar el tema, ni a nombrar a su padre, ni mostro interes alguno por el joven cetrino, de pelo largo y grandes patillas que aparecia junto a Rocio y con el pequeno Paco en algunas de las fotos de la parentela que su madre tenia diseminadas por la casa, y en la imagen de un programa antiguo, enmarcado, que anunciaba la actuacion del conjunto musical Los Pelones en el entoldado de la plaza del Sol de Gracia, prevista para finales de agosto de 1974.

Ante tanto desapego por parte de Judit, Rocio se habia sentido obligada a rehabilitar la figura paterna, y en cierta ocasion le confeso:

– Tu padre era un poco tarambana, pero al final sirvio para algo, porque en el Clinico me pidieron que donara su cuerpo para las practicas de los estudiantes de Medicina y me parecio que eso era lo mejor. Siempre fue generoso y le gustaba compartir lo poco que tenia.

A punto estuvo de anadir que gracias a eso se ahorraron el entierro, pero Judit le disparo una de sus precoces miradas gelidas y Rocio agacho la cabeza y siguio festoneando una sabana.

Manolo habia tentado al destino por ultima vez cuando estaba a punto de entrar a trabajar, por fin, en un puesto fijo y con una nomina un poco decente. Paco acababa de cumplir cuatro anos y era un chaval despierto y formal; ella estaba embarazada de Judit y pensaba que, por fin, su marido iba a comportarse con sensatez. La vispera de incorporarse a su empleo de guarda en una constructora, Manolo le dijo que no lo esperara a cenar, que se iba con el Gede a Ceret, a un concierto de rock.

– El ultimo, antes de sentar la cabeza -prometio, abrazandola-. Volvere a tiempo para ir al trabajo, te lo juro. La moto de Gede nunca falla.

– Solo los hijos de los ricos pueden permitirse el lujo de ser hippies -respondio ella, zafandose-. Y ademas, ya no hay hippies, ?es que no te das cuenta?

Le habia dolido mucho su muerte. Tanto, que tardo algun tiempo en darse cuenta de la sensacion de respiro que afloro a medida que se difuminaba su duelo, llenandola de culpa. ?Que era lo que habia provocado su muerte? ?Su aficion a la musica, su forma de vivir sin aceptar responsabilidades? ?o habia sido ella, su empecinamiento en cambiarlo, sus prisas por hacerlo volver? ?Estaria vivo si no hubiera tenido que regresar en plena noche para incorporarse a su trabajo? ?Que tenia que hacer con Judit? ?Atosigarla o dejarla en paz?

Judit habia heredado la tendencia paterna al extravio, penso, secandose con el dorso de la mano el sudor que le resbalaba por la frente. Llevaba el cabello cubierto por el gorro de plastico reglamentario. No obstante, algo le decia que su hija era mucho mas dura de lo que habia sido Manolo. Dura y desorientada, que mala mezcla, cavilo, mientras removia un enorme perol lleno de salsa bolonesa y, agarrada a la cuchara con las dos manos, se sentia como un extra en la escena de los remeros de Ben-Hur

Judit siempre habia sido igual. Terca, reservada, dificil. Con la misma naturalidad con que renuncio a armar un recuerdo de aquel padre desconocido, la nina se manifesto parca en juegos, nula en amistades y reacia a las tonterias en que se complacian sus companeras de barrio y de colegio. Nadie era capaz de adivinar sus pensamientos. No creaba problemas pero tampoco daba alegrias. Muy pronto empezo a traer a casa libros que no sabian de donde sacaba y que no eran demasiado adecuados para su edad, pero Rocio se jactaba de ser librepensadora autodidacta, y conservaba la memoria amarga de como, cuando tenia trece anos y trabajaba ayudando a lavar ropa, su madre le habia arrebatado, despues de plantarle dos bofetones, la Historia de la Revolucion Sovietica que una vecina roja como la sangre le habia dado a leer. Se cuido mucho de censurar las lecturas de su hija, asi como de preguntarle donde las conseguia. Habia algo en ella que le inspiraba respeto.

Judit pasaba mas horas encerrada en su cuarto jugando, pero si se quemaba la vista era leyendo libros que nada tenian que ver con los estudios. Sus notas eran un desastre, y a los quince anos se planto y dijo que no estaba dispuesta a seguir en el instituto, en donde perdia el tiempo y se le agostaba su talento natural. Lo dijo con su voz desproporcionada:

– En el instituto se agosta mi talento natural.

Eso dijo: «se agosta». Y, por absurdo que parezca, no sono ridiculo. Rocio y Paco aceptaron la explicacion sin discutirla apenas, como si fuera algo que estaban esperando. A solas con su madre, el muchacho, que le llevaba cuatro anos a su hermana y ejercia de hombre de la casa, comento, no sin orgullo, que la nena les habia salido intelectual, y se decidio a montarle una estanteria barata en el dormitorio, con una tabla un poco mas ancha que le serviria de escritorio, aunque al utilizarlo tendria que sentarse en la cama, porque no habia sitio para una silla. Judit prometio buscar trabajo.

Semanas despues logro entrar de aprendiza en una libreria-papeleria del paseo, y se pavoneo como si la hubieran nombrado jefa de la Biblioteca Central, pero se le bajaron los humos cuando comprendio que alli solo habia dos decenas de libros que poca gente compraba, y que la interminable jornada se le iba en hacer fotocopias y repartir pedidos. En aquella epoca aun vestia con el desalino propio de la pubertad, aunque se notaba que hacia experimentos porque algunas veces salia de su habitacion, camino del trabajo, con una prenda de mas, algo tan modesto como un panuelo de gasa en torno al cuello o un trozo de cadena atado a modo de cinturon, o unos guantes largos; detalles incongruentes que fueron fundiendose mientras pasaba de un empleo a otro hasta componer el atuendo que dio por definitivo poco antes de meterse en la agentora, que dicho sea de paso a Rocio le parecia muy distinguida, eso si, pero muy sosa.

Apelo al no hay mal que por bien no venga con que solia consolarse en cada uno de los momentos de desanimo que sufria debido a sus multiples militancias: tal como estan los hombres, mejor que le de por las tias, lo que importa es que mi hija sea feliz.

La mania de Judit por Regina empezo cinco anos atras, la noche en que la chiquilla vio por primera vez a la escritora en television, en un debate sobre feminismo. Rocio tenia que reconocer que, aunque ella era feminista como la que mas, no le habia transmitido a su hija mas ensenanzas al respecto que su propio comportamiento, asi como abundantes comentarios que, en su opinion, resultaban mucho mas contundentes que los libros, como por ejemplo: «La vecina del primero se ha vuelto a quedar prenada, como se puede ser tan imbecil, a algunos hombres habria que caparlos»; «Paquito, arregla tu habitacion, que todos creeis que las mujeres somos vuestras criadas»; «Yo me he ganado siempre lo mio y no he necesitado de ningun hombre»; «Sexo debil, sexo debil, te dire yo cual es el verdadero sexo debil»; «El dia de manana buscate uno que sea buen companero, que para mandar ya estan los patronos»… Nada mas y nada menos.

Regina Dalmau aparentaba entonces poco mas de treinta anos y llevaba el pelo castano en corta melena hueca y suelta, un traje de chaqueta gris de corte exquisito sobre una blusa mas oscura y una finisima cadena de oro en el cuello, de la que pendia una piedra pequena que centelleaba en el hueco que formaban sus claviculas al juntarse. Judit parecia deslumbrada, alli sentada, junto a su madre. No perdia palabra del debate pero, sobre todo, no dejaba de mirar a Regina, y se removia en el sillon con impaciencia cada vez que el moderador cedia la palabra a otra participante.

– Eso que lleva colgado seguro que es un brillante -recordaba haber comentado Rocio.

En un arranque que, incluso ahora, le parecia una ingeniosa aportacion al tema objeto del coloquio, y aprovechando que estaba echando spray desodorante en las zapatillas deportivas de Paco que tenia en el regazo, anadio:

– Hay que ver como les cantan los pies a los hombres.

– ?Calla, mama, que no me dejas escuchar! -rugio Judit, a quien le estaba cambiando la voz, pero a mas fuerte.

Desde aquel dia, Rocio presencio la conversion de su hija a fan absoluta de Regina Dalmau, la vio leer sus libros, colocarlos en una estanteria especial. Tambien empezo a prestar atencion al periodico que compraba su hermano y las revistas que ocasionalmente entraban en la casa. Cuando encontraba alguna noticia relacionada con la escritora, la recortaba y pegaba con cuidado en una hoja de papel.

Meses despues del inicio de su reginomania, hojeando un semanario especializado en horoscopos, Judit lanzo una exclamacion de triunfo, seguida de otra de profundo asombro:

– ?No me lo puedo creer, mama! ?Regina Dalmau y tu habeis nacido el mismo dia y a la misma hora!

Las dos tenian 44 anos y medio. Y una vida bien distinta, penso Rocio, mientras su hija vaciaba su hucha para invertir los ahorros de todo un ano en la carta astral de la escritora. Hacia poco que habian abierto una tienda de horoscopos en una galeria comercial del barrio, y por dos mil pesetas te contaban como eras y que ibas a hacer en la vida, lo cual, en opinion de Rocio, no solo resultaba una completa imbecilidad sino que, ademas, empeoraba

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