procedente de un periodico de izquierdas: «Politicos maronitas implicados.» No daba nombres, pero la periodista acaba de sumar dos y dos.

– ?Esta metido en esto Samir?

La viuda mueve la cabeza en senal de aquiescencia.

– Hasta las cachas.

– Vaya. Que pequeno es el mundo. -Dial compone una mueca de disgusto-. ?Tienes pruebas? Que yo sepa, la justicia archivo el caso por falta de evidencias, Israel nego toda participacion y, como suele ocurrir en Libano, y en el mundo en general, aqui no ha pasado nada.

Cora prende otro cigarrillo.

– Tony las tenia. Mensajes electronicos. Grabaciones. La manana en que murio se dirigia a una reunion secreta en la que iba a poner las cartas sobre la mesa. A su hermano se le habria caido el pelo.

– ?Se disponia a acusar a su propia sangre? -Nada mas pronunciar la ultima palabra, Dial se arrepiente. Es un comentario propio de la otra. Racial.

Herida, la viuda la mira bravamente.

– Mi marido era un patriota -defiende-. Iba a hacerlo por su pais. Tony no se parecia a su familia. En cierto modo era como yo, un inadaptado. Le tenian por demasiado debil. No lo era. Bondadoso, si. Pero muy firme. Y muy hombre en la cama.

Diana pasa por alto el ultimo comentario. Por irrelevante, dudoso y fuera de lugar. Ademas, solo de pensar en el difunto follando en ese pastelon con muelles le entran vahidos.

– ?No fue el viejo Asmar, el abuelo, el primero que tuvo tratos con Israel? -inquiere.

– Conoces bien la historia. Si, pertenecio al grupo que, ante la formacion del Estado de Israel, sono con arrebatarles tierras del sur a los musulmanes, para venderlas a los nuevos vecinos. Negocio redondo: se hacia con aliados para la causa cristiana, echaba a los enemigos de sus casas y, de paso, ingresaba mas oro en sus arcas. La cosa no funciono.

– Tambien lo se. Los israelies se encontraron con que los palestinos ya les daban bastantes problemas en la tierra que habian invadido.

– Exacto. Ese fracaso no desanimo la secreta devocion que la familia siente por los judios. Los admiran por la forma en que tratan a los palestinos, siempre han aplaudido que ocuparan el sur de este pais durante veinte anos. Creian que les convenia, los muy idiotas, cuando lo unico que consiguieron fue darle fuerza a Hizbula. En el 82, cuando los israelies invadieron Libano, Samir estuvo al lado de Bachir Gemayel, el aliado de los judios. Sobre su conciencia cae parte de la culpa de lo que aquel verano ocurrio a su propio pueblo.

– Tambien tu te sabes la historia familiar -observa Diana.

– Tony me lo conto todo. Detestaba ese pasado. El no se avergonzaba de ser arabe. Cristiano por encima de todo, y tambien fenicio, pero arabe, e incapaz de traicionar a su pais. ?No te parece demasiada coincidencia que le mataran cuando se disponia a descubrir la traicion de su hermano?

– ?Quien mas esta al corriente?

– Yo. Solo yo.

– ?Y quien le facilito las pruebas?

– Lo ignoro. Alguien desde dentro, un arrepentido, supongo. No quiso decirmelo.

– Pues ese alguien se habra ido de la lengua. ?Estas segura de no haberlo largado tu por ahi, sin darte cuenta? Con lo que te gusta hablar y presumir…

– Me conoces muy poco, si crees que soy capaz de jugar con la vida de los demas -corta la otra, secamente.

Diana se siente incomoda. Por un lado, le intriga la historia de El-Bekara y la supuesta participacion del heredero de los Asmar en ella, y le gustaria investigarla. Sin embargo, no le apetece trabajar para alguien tan inestable y banal como Cora. Una cosa es experimentar cierta compasion por su condicion actual, por su derrumbado castillo de fantasias, y otra muy distinta no sentir deseos de hacerle tragar el Cartier cada vez que enciende un cigarrillo y cruza las piernas como si cerrara la escotilla que conduce al tesoro.

Esta imbecil, se dice, se toma por una luchadora, y no es mas que otra parasita, uno de esos extranjeros que se acogen a la amoralidad libanesa -como Salva observo ayer- para aprovecharse de las injusticias reinantes. Y entre las dos se interpone algo mas: Salvador Matas.

– ?Que quieres de mi? -pregunta, pese a todo.

– Contratarte para que acorrales a Samir y a sus complices. Inquietarle. ?Si pudieras pillarle! En el peor de los casos, si no encuentras otras pruebas, le pondras nervioso, puede cometer un fallo. Yo tambien leo novelas policiacas, aunque me gustan mas las de templarios, y se que a veces el criminal da un mal paso, si se siente acosado.

– ?Tu marido hizo copia de los documentos?

– No. Todo lo que tenia estaba en su maletin. Las pruebas ardieron con el coche. ?Mi precioso Camaro! Fue su regalo de aniversario, por nuestro primer ano como marido y mujer. Se lo llevo a Faraya ese fin de semana, para rodarlo. Necesitaba estar solo, y yo aproveche para hacerme la prueba del embarazo en la clinica de Marwan Haddad, un buen amigo. El fue quien me dio la noticia. Me tuvo que sacar del sueno inducido.

– ?Que sueno? ?Necesitaste un fin de semana para una simple prueba?

La viuda sonrie, algo coqueta.

– No es una clinica normal, sino de estetica. Tienen ginecologos tambien, porque recosen himenes. Asi que comprobaron mi embarazo y, ya que estaba alli, me hice unas cositas en el cutis. Nada de cirugia, no estoy loca. Un tratamiento nuevo. Y dormi. Siempre he dormido poco y mal, de modo que Marwan me indujo un sueno benefactor. ?Como querria que lo hiciera ahora! Ni el fitness nilos masajes que me da Tariq, mi entrenador fisico, antes de acostarme -le indica el gimnasio con la barbilla- me facilitan el sueno. Mira que carita se me ha puesto.

Alza su rostro limpio de maquillaje, deslumbrante de belleza a la cruda luz del mediodia.

A Dial le entran ganas de estrangularla.

– Sin pruebas no podras actuar contra Samir -afirma.

– Bastara con que crea que alguien las tiene: esa es tu mision. Ponerle sobre aviso para que acabe confesando que mato a mi Tony.

– Se dice que tu marido estaba en la ruina -insinua Diana.

– ?Falso! -exclama la viuda-. Tenia problemas de liquidez, solo eso. Las propiedades estan intactas, y sus amigos iban a sacarle de apuros. Este piso y la casa de Faraya son nuestros.

– Vaya. Me alegro por ti. -Diana se levanta y le tiende la mano, marcando distancia entre las dos-. No puedes contratarme. Carezco de licencia y, ademas, no suelo cobrar. Solo investigo cuando me interesa y para quien me apetece. Y este no es el caso.

– ?Que quieres decir?

– Poseo mis propias fuentes de ingresos y puedo permitirme esta aficion. Elijo a mis clientes y cambio de caballo si, a mitad de carrera, deja de gustarme. Asi de claro.

– ?Entonces?

– ?Como se sale de aqui? -Tanto dormitorio y tanto tocador y tanto cojin de raso le producen a Diana una repentina desazon.

Cora pulsa un boton y poco despues reaparece la doncella que la trajo hasta aqui.

– Mujer, no he querido ofenderte… -dice Cora-. ?Aceptas?

Dial camina ya airosamente por el pasillo, precedida por la criada.

– ?Hazlo por mi nino! -suplica la viuda.

– Vere que puedo hacer -responde Diana sin volverse.

No por ti, se dice. ?Por quien?

En el vestibulo, la sirvienta abre la puerta que da directamente al ascensor. Grandes lagrimones ruedan por sus mejillas de oscuro satin, ya sin disimulo.

Diana piensa que ha sido una idiota. Todo el rato, su cliente potencial ha estado alli.

– ?Como te llamas? -quiere saber.

– Ellos me llaman Marie, senora. Mi verdadero nombre, en la lengua de mi pueblo, es Neguezt.

Neguezt no llora por Tony Asmar.

– ?Y ellas? ?Como se llamaban? Erais amigas, ?verdad?

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