– Pan con aceite y azucar, y cacao con leche caliente. ?O los senoritos prefieren otra cosa?
Mucho mas tarde, saciados nuestros estomagos, guardabamos un comodo silencio. La presencia del Barrio - que mis amigos habian elogiado cumplidamente- desperto en mi terrenas nostalgias.
– Decidme -inquiri-. ?Como esta mi familia? ?Y mis amigos? ?Como se lo han tomado? ?Han sido dictadas ya mis ultimas voluntades?
– ?Voluntades? -grito Manolo.
– ?Voluntades! -aullo Terenci.
– ?Si, voluntades-voluntades! -me vi obligada a berrear.
– ?Testamento! -ellos, a duo-. ?Has hecho testamento! ?Por que no nos lo dijiste?
Saltaron de las sillas de mimbre, y yo, alterada por su reaccion, salte tambien. Hasta los perros saltaron, ocupando nuestro lugar y dispuestos a dar cuenta de las sobras del desayuno.
– ?Que clase de testamento?- insistieron.
Su subito arrebato les habia arrebatado, redundando con sana, la apariencia de ninos que iba a ser
nuestra divisa de ese dia. Se vistieron con seriedad excesiva y yo, a reganadientes, me envolvi en un traje- pantalon de estilo informal en lino crudo, que lo mismo sirve para el cielo que para la tierra, para la manana que para la tarde.
– ?Que os pasa? Naturalmente que hice testamento. Poseo un piso, con un pico de hipoteca, pero es una propiedad, a fin de cuentas. Nada mas por legar. Aparte de eso…
– ?Alguna clausula en particular? -inquirio Manolo.
– Hombre, lo normal. Inclui el testamento vital. De haberme convertido en un cuerpo vegetativo habria preferido no seguir viviendo artificialmente. Y anadi que, si resultaba tan longeva que daba tiempo a que en Espana mejorara la legislacion, me proporcionaran eutanasia asistida e incluso, y esto es mucho esperar, suicidio asistido. Siempre he sido muy avanzada, y mas miedo me infunde la enfermedad que la muerte.
– Calla y no hables de lo que ignoras -intervino Terenci, muy agitado-. ?Desgraciada! ?Te has cavado tu propia fosa!
– Deje escrito que me lanzaran a las aguas de l'Estartit, desde la barca de quien fue mi primer hombre. Alla abajo estaran mis residuos serranos, a los que en dias mas tardios se uniran los suyos y los de su familia… Pero ?por que este disgusto postumo? ?Que nos importa ya semejante ritual propio de las humanas tribus?
Buscaron desesperadamente un sitio para sen-
tarse, pero se hallaban tan alterados que no supieron convocarlo, y tuve que hacerlo yo, mas suelta que nunca en el ejercicio de mis artimanas olimpicas.
– Mas vale que nos calmemos. Este es el lugar idoneo, en primavera y al atardecer -dije, invitandoles a tomar asiento en la terraza del Cafe de la Opera, frente al Liceo-, mientras vemos pasar a la gente por la Rambla, lo cual siempre resulto un entretenimiento de primera. En verdad que estar muerto es un chollo. ?Los anos setenta, en Barcelona! Imagino que os habreis dado cuenta. Por ahi va Ocana… Todavia no era conocido y vendia perfumes por las mesas. ?Le llamo?
– ? Ay, misera de ti! -clamo Terenci, haciendo caso omiso y elevando las manos como quien pone a los dioses por testigo-. ? Ay,
La proximidad del Liceo le ponia lirico, supuse. Le agarre una mano, que tenia helada, y sonrei, intentando aliviar el pesimo ambiente.
–
Pero se solto, lanzandome una mirada furibunda.
– Diselo tu, Manolo -mascullo-. Que a mi se me esta atascando el repertorio. ?Cuanto infortunio!
Llame al camarero y ordene, mas Wendy que nunca:
– A ver, esos deliciosos productos de la chufa, aqui los quiero. Es cosa de que la horchata les aclare los rumiares a este par de congeneres.
Bebimos con sobrenatural avidez.
– ?Que rica! -se relamio Manolo-. Fijate que ya no me acordaba de su sabor.
– Con un chorrito de ginebra sabe incluso mejor -le informe-. Eso lo aprendi cuando vivi en Madrid, junto con otras muchas cosas interesantes.
Terenci permanecia en silencio. Paso un minuto antes de que volviera a quejarse:
– ?Era de temer! ?Esta burra y sus ideales progresistas, que por otro lado comparto, pero no para ella! ?Ha hecho testamento vital, la desgraciada! Ni siquiera te despediras cantando a lo grande, cual tuberculosa, como
– ?Quien es el burro ahora? -le reprendio Manolo-. Vaya manera de comunicarle la noticia.
Continuaron discutiendo, pero no les escuchaba, ni siquiera les oia. Intentaba asimilar. Trataba de ver la luz.
Vestida con un impresionante conjunto de lino crudo, en el atardecer de la Rambla, en los febriles
anos setenta, ?me enteraba de que, a comienzos del tercer milenio, me habia quedado en coma!
– Entonces, ?no he muerto? -pregunte, lo que me retrotrajo al amanecer de este relato, pero con significado opuesto.
Negaron con la cabeza, incapaces de pronunciar palabra. Con decir que a Terenci se le habia olvidado hacerse crecer pelo. En cuanto a mi, a juzgar por su expresion -no se atrevian a enfrentar mi mirada-, debia de tener el aspecto de la Medusa.
– Entonces -insisti, sin que me importara repetirme en adverbios de tiempo-, ?no me matasteis? O, si lo hicisteis, ?la cosa fue mal y quede postrada?
– Amiga nuestra -dijo Manolo-, en diversas ocasiones has insinuado semejante posibilidad, y hemos hecho como que no te oiamos porque solo un desvario temporal pudo haberte inducido a pensar eso de nosotros.
– Pense que me anorabais tanto… que me queriais tanto… ?Menudo chasco!
Solloce sin que me importara mojar el lino, ni que me contemplaran con asombro los figurantes que, riada arriba, riada abajo, paseaban por aquel tramo de Rambla. De buena gana les habria volatilizado, tal era mi rabia, pero no me atrevia ni a moverme. Saberme viva, y en un Alla Debajo de cuyas exigencias me creia ya dispensada, me espantaba.
– No seas tonta,
?O no era eso lo que tu proclamabas en tus dias de duelo? ? Que sin nosotros tu existencia carecia de alicientes?
– Por otra parte -tercio Manolo-, hay esperanzas. Te mantienen enchufada a una maquina y los medicos se muestran pesimistas, pero en nuestro aventajado habitat actual hemos consultado con no pocas eminencias difuntas y aseguran que existen grandes posibilidades de que te recuperes en condiciones satisfactorias.
– Eso ocurriria -le corto Terenci- si no hubiera dejado atras el maldito testamento. Por cierto, ?donde lo guardaste? Nadie da con el. Aunque no tardaran en hacerlo, ?en mala hora!
– Lo meti en el diccionario Maria Moliner -dije-. Pasaba por una etapa depresiva, asi que lo coloque entre la M de menopausia y la O de os-teoporosis. Segundo tomo.
Terenci lanzo un suspiro de alivio:
– ?Acabaramos! En estos tiempos no hay quien se interese por consultar un diccionario, y mucho menos de tomo y lomo. Lo mas que miran es Internet. Con suerte, a los libros solo les pasaran el plumero y, entre tanto, nuestra comatosa volvera en si.
– No se. -Manolo no parecia convencido-. A veces alguien lo hace. Consultar diccionarios impresos, quiero