a duo, se alborozaron:

– ?En golondrina! ?Eres unica! ?Como nos va a faltar tu jubilosa inventiva, amiga nuestra!

– Cuando me pongo, me pongo -les ataje-. Examine unas cuantas en el puerto de Barcelona, pero, a vista de pajaro y mientras hacia el muerto aereo, ninguna se me antojo adecuada para conducirnos a Beirut. Esta que se dispone a cobijarnos es de nuestros tiempos, digna de nosotros y de la excursion que emprendemos.

La Maria Dolores ondulaba ante la mirada de nuestra ninez. Era elegante y sencilla, graciosa, el casco estaba pintado de anil y rojo, y los toldillos que medio cubrian el segundo piso, de loneta amarilla, bailoteaban en el perpetuo mediodia con que el sol obsequiaba -gracias a mi- nuestro trayecto.

– No me extrana que los egipcios lo adoraran -murmure, retando al Supremo con admiracion-. De los dioses inventados por el hombre, es el unico que permanece y nos acompana, el unico que hace meritos a diario para acreditar su divinidad.

Nos instalamos arriba, como siempre habiamos hecho de ninos, en esa version marinera de los autobuses de dos pisos, tipica de nuestra ciudad de origen. Terenci y Manolo se frotaron las manos y produjeron almendras garrapinadas y botellas de zarzaparrilla.

– ?Quiero regaliz! -exigi, y de inmediato senti en la boca el volumen y la textura de una barrita churretosa que me supo a gloria y me mancho las manos con su resina negruzca.

Soltamos amarras y navegamos con prudencia, para no darle a ningun imbecil de los que se cruzaban con nosotros en moto acuatica, peligroso anacronismo que acecha a quien se atreve a surcar el Mediterraneo sin prestar atencion a los detalles de mal gusto.

Y asi fue como, cantando habaneras -la sensual voz de Manolo nos embobo con un solo de El meu avi-, avistamos en la lejania el puerto y la pequena ciudad de Beirut, sus casas que centelleaban al sol -albero en las fachadas y tejas de fango color naranja-, como una placida villa provenzal desprovista de malas intenciones. Aquel puerto, aunque importante, tenia proporciones razonables, y el paseo de los Franceses, destinado a desaparecer bajo una violencia u otra -la guerrera o la especulativa-, se desplegaba como un cinturon desabrochado, colgando del talle de Beirut. Las palmeras que lo ornaban, parejas de esfinges jira-foides en la inmovilidad del aire, se perdian hacia el ()este.

– Me devora la impaciencia -recite un verso de una cancion de Miguel Rios, pues siempre he sido dada a reconocer la valia del acervo rocke-ro-. ?Vayamos, corramos, antes de que desaparezca!

Simultaneamente cambie nuestros atuendos. Nos convertimos en jovenes pero no demasiado, iniciando la treintena, a esa edad en que empezamos a apreciar los descubrimientos y presentirnos la nostalgia que su perdida nos deparara.

– Aqui la gente se arregla mucho -les ilustre-, de modo que estos trajes completos que os he otorgado, de alpaca, quedaran ideales con una corbata y un panuelo de bolsillo a juego. Asi. La camisa tambien es importante. Ah… ?y unos gemelos! De oro, venga, que no nos falte de nada.

No saltamos a tierra. Alli, en el segundo piso de la Maria Dolores, cuaje para la historia de lo improbable las imagenes de la ciudad de antano que adornan mi estudio en Barcelona. Las habia adquirido una a una, a lo largo de mis muchos viajes profesionales a Beirut y despues, en mis escapadas de vacaciones, la ultima de las cuales me deparo la decepcion de vislumbrar en sus habitantes un esnobismo mas exacerbado que de costumbre y una rafaga de crueldad cotidiana que, por desgracia, me recordo tiempos peores. Fue entonces cuando rechace la ciudad, crei que para siempre. Mi Beirut era otra, pensaba, la de antes de Cain - si existio-, la de la foto de la plaza de los Martires, con su gran rectangulo cosmopolita intacto, sus cafes, sus tran-

vias, sus coches de ultimo modelo. El sonado bullicio de los zocos cercanos.

– Amigos mios, sabed que esta entrada es muy importante para mi. Agarremonos, saltemos por encima del tiempo, con la fuerza del amor y la amistad.

Nos metimos en la foto. Al principio resulto un poco extrano, pero pronto nos acostumbramos al blanco y negro, y no nos habria importado continuar asi, encerrados en una imagen enmarcada en madera de pino, pero rapidamente la ciudad parpadeo y se devolvio a si misma a la agitacion de un dia cualquiera de principios de los sesenta.

Un limpiabotas zarrapastroso y sonriente se apresuro a hincarse de rodillas para lustrar por turnos nuestros elegantes zapatos.

– Reclamo derechos de autor -dijo Teren-ci-. La pequena Beirut que hemos divisado desde la golondrina es la de otra fotografia, una de principios del siglo veinte, que coloree para ti durante nuestro ultimo encuentro en mi piso de la calle Muntaner. ?Lo recuerdas? Habia regresado a las artes graficas en que comence mi trayecto profesional, y debo decir que lo hice con notable talento, aprovechando todas las bazas que Internet puso a mi alcance, lo mismo para estimular mis fantasias que para crear las portadas de mis libros. Y aquella madrugada hablamos de Beirut, de mi visita en el 67, de lo que la ciudad habia sido durante el mandato frances, y de la villa de principios de siglo. Busque para ti la postal mas preciosa, y mejore el

paisaje para ofrecerte la mas perfecta vision de la ciudad intacta. Me has hecho un homenaje.

– Cierto -asenti-. Lo de ahora es ya mas moderno, la ciudad refleja su desarrollo capitalista, el puerto que divisamos desde esta plaza no es aquel al que arribamos hace unos instantes, ha sido ampliado. El empuje turistico levanta hoteles de lujo extremo, barrios enteros se convierten en escenario de saraos permanentes, entrecruzadas sus calles por el canamazo de lugares de nocturno esparcimiento cuya clientela se intercambia. La ciudad se libra alegremente a los magnates de la epoca. Resulta muy virgen todavia, muy ingenua… Se apresta a convivir, esta capital de la frivolidad, con lo mas politizado y revolucionario del mundo arabe, semilla de inteligencia que germino aqui gracias a la apertura con que la prensa reflejaba las opiniones mas radicales y contrapuestas, y al extraordinario empuje de las editoriales libreras, las mas avanzadas de Oriente Proximo. Si hubo un 68 verdaderamente subversivo fue aqui, en Beirut, al menos en fase de proyecto… y quien acabo con el no fue De Gaulle. Su aniquilacion se produjo como un resultado natural de la enajenacion que anos mas tarde acabaria con el Libano. Imposible que Beirut sea una, su ser se multiplica y superpone, mi vision se hace poliedrica, mis sentimientos hacia ella son extremos, infinitos, confusos… Si me dejais recorrerla a mi albedrio vamos a formarnos un lio historico.

– Bien -propuso Manolo-. Centremonos en

la cogorza. Una borrachera como la que has previsto no requiere de tiquismiquis cronologicos. ?Mezclemos licores y recuerdos! Conoci Beirut brevemente, el ano antes de mi muerte. Esa visita tambien nos atrapara esta noche. Porque las trompas han de agarrarse de noche.

– Vale, pero dejadme saborear esta hora en la plaza, el ajetreo de paseantes, los reclamos de vendedores de loteria, la agitacion del Burj.

Alce mi mano para saludar a un atildado joven que circulaba entre las mesas, pero pronto comprendi lo inutil de mi esfuerzo, porque era un retono de mi fantasia al que invente en un futuro que todavia no existia en aquella etapa de nuestro viaje.

– ?Quien es? -pregunto Terenci.

– Gaston -musite-. Sera Gaston, el viejo erudito, personaje de una de mis novelas, que escribi porque me urgia crear vidas beiruties que aliviaran mi ausencia de esta ciudad.

– Los cuentos que nos contamos -replico mi amigo, repitiendo la frase que me habia lanzado esa misma jornada- no siempre son los mejores, pero son los mas necesarios.

– ?Que tablon voy a agarrar! ?Que tablonazo! -me extasie.

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