– …Y de nuestra impotencia -termino Manolo.
Su tono solemne trunco el feliz sopor en que me habia sumido, mecida entre nubes y estrellas.
– Ya te hemos contado que podemos conseguir representaciones fidedignas de aquello que recordamos bien, asi como la plasmacion de personas a las que deseamos ver, siempre que se encuentren muertas o, al menos, catatonicas.
– La fuerza de la memoria -asenti.
– Y la del Deseo. El Deseo que mueve el mundo de abajo tambien empuja este Otro Mundo y le ayuda a definir fronteras que no por difusas y evanescentes resultan menos estimulantes.
– Decidme. -Me incorpore-. ?Hace aqui dano el Deseo? Su frustracion, ?desgarra como alli?
– Ay, cuca. -Terenci cabeceo y su turbante se movio como un autobus de dos pisos al trotar sobre un enlosado primario-. Aqui, de Deseo solo hablamos de oidas. Aquello que sentiamos, la pasion de desear, el furor de la sangre, el dolor de la perdida, eso,
– Tiene razon. -El Gran Visir se estrujo tristemente los bigotes-. No queremos enganarte. Exaltacion, exaltacion, esta que ves. Los juegos. Las representaciones. Las charadas. La compania de otros difuntos, a nuestra eleccion. Tu presencia. Pero nuestro Deseo de hoy no es ni la sombra del que fue, es un pos-deseo y gracias. Nos vamos apanando.
– Pues a mi -me puse de pie e improvise una danza hindu- esto de no caerme de una alfombra magica y no volver a sufrir por amor, y, encima, con vosotros, me entusiasma. ?Comemos y bebemos cuanto queremos sin engordar?
– ?Si!
– ?Esta a nuestro alcance enterarnos de lo que sucede alla abajo?
– ?Si! -Sus voces superaron el ruido de unas turbulencias ambientales-. ?Y algo infinitamente superior! ?Somos capaces de olvidarlo!
– ?Podemos viajar al pasado, al futuro?
– Al pasado, podemos y queremos. Al futuro, ni ganas. Aunque por ti hariamos una excepcion.
– ?Existe Dios? -prosegui, inclemente.
– ?No! -dijo Manolo-. Los ateos teniamos razon.
– Mas razon tenia yo -anadio Terenci-, como egiptologo de fuste surgido de la calle Ponent. Creia en la inmortalidad, y aqui esta.
Baje la voz, temerosa de que las fuerzas del mal me escucharan:
– ?Acuden por aqui, sin ton ni son, otros escritores?
– Solo si los convocamos. -Manolo rio como un chinito feliz.
– Y tampoco hay criticos. Aparecerian si pensaramos en ellos, lo cual es imposible -me aseguro Terenci.
– Entonces, ?no cabe duda! -exclame-. ?Esto es el Paraiso!
Brindamos por tal fortuna con champan improvisado por el marido de la Veuve Clicqot, que se nos aparecio brevemente.
– ?Y por el Barrio, por la Rambla, por la Bo-queria! -prorrumpio Manolo-. ?Por el Mediterraneo y por los callos de Can Leopoldo! ?Por las azoteas de nuestra infancia! ?Por las verbenas de Sant Joan! ?Por el viejo Rompeolas! ?Por nosotros!
Llego el turno de Terenci:
– ?Por el mercado de Sant Antoni, por la calle Ponent y por el cine de los sabados! ? Por los ninitos que no quieren crecer y por las chafarderas de Te-bas! ?Por el amor sin culpa y la belleza sin amargura! ?Por el Barrio! ?Por ti,
Emocionada y, creo, algo fatua: -Por vosotros y por esta nueva oportunidad que me dais para crecer y aprender. Fuisteis bue-
nos conmigo en vida y en adelante lo sereis todavia mas. ?Y por el Barrio!
Siguieron unos instantes de silencio improductivo, como si con el champan se hubieran desvanecido tambien las burbujas de nuestras prometidas aventuras.
– Chist. Chicos, chicos -les sonrei dulcemente-, ?que hacemos?
– Pide lo que quieras. Podemos pasar un rato en lo alto del Empire State, disparando a los helicopteros para defender al rey Kong, causa justa entre las justas.
– Otra noche, amigos -suspire-. Me apetece que me saqueis a pasear un Jueves de Corpus por la calle de la Union. Quiero volver a ser nina en mi Barrio de entonces.
A Terenci y a Manolo se les humedecieron los ojos, que ya no eran de Sabu ni del Gran Visir, y supuse que otro tanto me ocurria a mi, que lloraba con mi lagrimal propio, y no con el de Jean Sim-mons, al recordar nuestro Barrio bienamado.
– Nos urge contarte algo -anuncio Manolo, con tono funebre.
El otro empeoro el panorama:
– Eres nuestra unica esperanza.
– ?Quien? ?Yo? ?Esto es el colmo-colmo! ?Cuando mejor me sentia, me falla la confianza! ?Se me cae la fe, y yo con ella!
Dicho y hecho. Descendi por la Eternidad a ritmo de entre los muertos
te y de una espiral interminable. Embudo abajo iba yo, acompanada por acordes sombrios y gritando:
– ?Hombres! ?Hombres-hombres! ?Siempre nos defraudan!
Pero alli aparecieron, renovadamente juguetones, ataviados de caspercillos valientes, para recoger mi trasero y detener mi perforacion del Paraiso.
– ?Huy! -lance un gritito complacido-. ?Que gusto que da!
Mecianme con tanto acierto que me senti transportada a mis cinco anos, que fue cuando mi madre me metio en una barca de las atracciones de la Brecha de San Pablo y se olvido de mi por unas horas, dejandome a merced de un barquero que disfrutaba ensenandoles las antipodas a las criaturas.
En esta ocasion, no albergaba aprension fisica alguna. De otra jaez eran mis recelos.
– Decidme, ?cual es el problema?
– El que tu intuiste,
– El Fallo, la Cagada, la Desilusion. -Manolo se encogio de hombros-. No tenemos mas remedio que contartelo…
– Pues a ti te corresponde ayudarnos -dijo el otro.
– ?Hagamoslo sin dilacion! -Y complete, con ripio-: ?Dejemos para mas adelante la demostracion!
Nos cogimos de las puntas de las sabanas, pues yo tambien iba ataviada de Caspera, y emprendimos una suerte de regreso a no se donde.
5
Subitamente nos rodeo una espesa niebla, tanta que no podiamos distinguir nuestros propios volumenes.
– ?Que es esto? ?Hemos perdido el rumbo?
Escuche la voz de Manolo, amortiguada por aquella sopa de champinones.
– ?Es el Barrio, que se nos niega!
– Si, reina, si -dijo Terenci-. ?Nos rechaza, se envuelve en un sudario que no nos permite ni avistar las farolas de la Rambla!