lila, piel blanca, piel que es y no es la de ella. El se deja seducir por este hechizo, se envuelve en la tersura, se entrega a un placer minimo y falaz que lo aturde por un rato y le anestesia la pena atroz de no tenerla.
Por suerte, existe el refugio de la poesia. Lee para no torturarse en vano, para encontrar respuestas en los poetas que siempre tienen la palabra justa; eso que presiente, pero no sabe nombrar y, de pronto, descubre con claridad en un par de versos ajenos. “No quiero que te vayas, dolor, ultima forma de amar…”, le recita Pedro Salinas al oido y es como si hubiera escrito pensando en el. El dolor, ese mausoleo de la memoria, quema, pincha, pica, duele, pero que no falte, adorado tormento.
Tadeo pensaba en su muerte. Y no es que fuera hacia ella, sino que se iba de la vida. Sentia que iba a consumar la ruptura mas total con el universo y, a la vez, unirse a el. Como antes de nacer, volveria a la misma nada. Trataba de imaginar como seria eso y no lograba mas que fantasias baratas que se mezclaban sin respeto ni pudor en un carnaval de dogmas religiosos y formas varias de paliar el miedo. O la angustia. Mas bien la angustia, aunque a esa altura ya ni siquiera eso, sino un cansancio profundo. Queria dormir un largo sueno y que, al despertar, su vida ya no fuera esa vida, sus problemas no estuvieran y pudiera empezar una existencia mas liviana. Su cabeza era un enjambre de dudas; la unica certeza era que no queria seguir asi.
Habia planificado distinto su ultimo dia. Pudo haber seguido con escrupulosa meticulosidad cada detalle previsto y, sin embargo, se fue aferrando a las llamadas, a los pedidos, manotazos de naufrago que bracea por llegar a cualquier isla. Apenas se fue Marga, se descubrio olvidandola con sorprendente rapidez. Marga habia muerto para el hacia treinta anos y el timido resplandor de aquellos amores asomado en la manana no era mas que el producto de un exceso de sensibleria en un dia en el que tenia derecho a estar sensible. Al final, iba a terminar siendo bueno que se hubieran encontrado para decirse cuerpo a cuerpo que nunca se habian perdonado tanta debilidad. Luego del sexo, se hizo demasiado evidente que eran dos extranos sucumbiendo al llamado de una vida anterior nada mas que para saldarla y darse el adios definitivo. Borro su nombre de la lista de llamadas.
Se sento a escribir la famosa carta. No se sentia obligado; de hecho, le parecia un detalle bastante cursi, pero preferia salvar ciertos asuntos de la habitual tergiversacion del recuerdo. Por ejemplo, necesitaba que Cesar supiera que lo queria, no porque lo intuyera, sino porque lo leeria asi, sin una letra de mas ni una de menos, sin un adjetivo que atenuara la fuerza de las palabras, asi, nada mas le diria: “Cesar, te quiero”. Y no habria nada que interpretar; tampoco dudas, solamente la seguridad de que se habia matado incluso queriendolo. Hacia tanto que no lo veia y ni siquiera recordaba si algun dia se lo habia dicho.
Hubiera sido mas heroico que eligiera un papel limpio y estrenara una lapicera azul, pero estaba lejos de sentirse un heroe y, ademas, se habia propuesto alejarse de lo previsible. Si lo normal era una nota a mano, el iba a escribirla en su computadora, como habia escrito cada palabra importante en los ultimos anos. Ya ni recordaba su caligrafia mas que cuando tenia que firmar algun vale, y tambien por eso preferia olvidar. Esa iba a ser una nota impresa, sin mas aclaraciones que las indispensables y privando de antemano a cualquier morboso que fuera a solazarse con el temblor de su mano o a descubrir una vacilacion final en la curva sinuosa de una mayuscula.
Encendio la maquina y dio una mirada a la pagina en la que habia entrado compulsivamente durante los ultimos dos meses. Se sorprendio de que mas de trescientas personas la hubieran visitado desde el dia anterior. Como siempre, habia mensajes disuasivos y algun insulto, tambien. Muy pocos se animaban a dejar su aplauso por escrito, quiza para no tener que llevar otra carga cuando todo estuviera hecho. Por momentos, se decia que era otra farsa colgada en la red, pero el chico parecia tan sincero que daba verguenza dudar de sus intenciones, y Tadeo se dejaba hechizar, como tantos otros, por su canto.
La pagina se llamaba
Horacio habia incluido poemas bellisimos de Sylvia Plath, de Alejandra Pizarnik y de Emelino J. Vargas. Tambien textos de Osamu Dasai, de Virginia Woolf, de Hemingway, y parrafos enteros de Sandor Marai elegidos con sutileza de sus libros inundados de sabiduria. En fin, se notaba que no solo hacia gala de ser lector fino, sino que buscaba una cierta legitimacion en la literatura. Destacaba una cita que atribuia a Goethe. Tadeo dudaba de su autoria, pero la habia copiado como una premonicion. Decia asi: “Como no lo lograba jamas, termine por reirme de mi mismo, rechace lejos de mi todas esas locuras de hipocondriaco y resolvi vivir. Pero para poder hacerlo con serenidad, debia realizar una tarea poetica donde seria expresado todo lo que yo habia sentido, pensado y fantaseado”. Si esto era cierto, la idea habia surcado la mente de Goethe como una posibilidad; o mas que eso: lo habia intentado infructuosamente y habia decidido volcar en la escritura aquellas experiencias de las que parecia haber desistido.
Lo terrible de aquella pagina eran las declaraciones de Horacio, un muchacho de diecisiete anos, de clase media, hijo de un contador procesado sin prision por algun malabar turbio durante la crisis bancaria. Horacio no defendia la inocencia de su padre, sino todo lo contrario, se avergonzaba de el como una pieza mas de aquella locura que casi quiebra al pais. Habia visto a algunos padres de companeros perder el trabajo o cerrar las pequenas empresas y se sentia complice de tanto dolor repetido hasta el hartazgo en informativos, diarios y reuniones de toda indole donde no habia otro tema que la situacion critica y el fondo que estaba a punto de tocarse. Una tarde abrio la ventana de su dormitorio y tiro desde el septimo piso a la calle su calzado deportivo de marca, los
“?Nunca te paso estar junto a una ventana abierta en un piso alto, mirar hacia la calle, tan chiquita alla abajo, y pensar: '?Y si me tiro?'. Yo, si -decia al comienzo-. Al principio, crei que era solo vertigo y la necesidad de acabar de un golpe con la angustia de la altura, pero es mas que eso. Hay un deseo de morir en mi, algo que recien ahora estoy descubriendo. Soy una basura. Estoy hecho de la misma mierda que mi padre y el esta hecho de la misma mierda que ellos. Me han dejado solo y estoy acorralado”.
Tadeo no pudo evitar que los alacranes de la infancia vinieran a su recuerdo.
– Papa, ?como se llaman aquellas estrellas?
– Las Tres Marias, el cinturon del gigante.
– ??
– Habia una vez un gigante muy, muy hermoso que se enamoro de una diosa: Artemisa. Artemisa es la hermana de Apolo, ?te acordas de Apolo, Tadeo? ?No? ?Y como voy a seguir si no te acordas, eh? Veni que ya esta haciendo frio. Ahora, presta atencion: Apolo es un dios importante porque es el dios de la musica y de la poesia…
– Ahhh…
– Te gusta eso, ?verdad, sinverguenza? Te gusta la poesia, ?eh? ?Queres que leamos un poco? A ver, movete asi me levanto, ?no tenes frio? Dejame ver que puede gustarte. ?Te traigo una manta?
– Papa…
– ?Hijo?
– Veni prontito.
– Pero si estoy aca nomas, si me ves por la ventana. Recostate y mira las estrellas mientras busco. Esta biblioteca es un lio…