– A mi casa no vuelvo. Llevame con vos, Tadeo, no quiero volver.

La gente ya habia empezado a arremolinarse sin la menor prudencia, pero Marga estaba muy lejos de alli, ni siquiera se permitia unos minutos para rezar o consolarse. Estaba inquieta, como si temiera que de alguna parte surgiera una legion blanca para encerrarla en una ambulancia y llevarla al manicomio. Pero solo habia gente que se aproximaba para decir las obviedades que ella no respondia. Tadeo se quedo a unos pasos y vio que Jano la abrazaba como un hermano. Ella lo aparto con dulzura y le dijo que se fuera a descansar. Ya no era el muerto el centro de la ceremonia, sino la hija y la viuda, una pasita arrugada en un rincon, la tia Margarita, que vieja estaba. Por fin, se despejo la bandada de dolientes, cada cual a su auto, a seguir con la vida; muchos quizas habian olvidado por que estaban ahi y ya pensaban en las tareas postergadas esa manana y como las acomodarian en los dias siguientes. Otros se irian plenamente satisfechos por el deber cumplido, con la secreta tranquilidad de saber que estos detalles se devuelven algun dia.

Entonces, el marido de Marga repitio el gesto torpe de la mano en el hombro, pero esta vez ya no hubo disimulo en la respuesta. Ella dio un paso atras con brusquedad y le pidio que la dejara en paz, que queria estar a solas con su padre, que se fuera y se llevara a los hijos y a la madre, que se fuera. El hombre discutio lo imprescindible y obedecio. Ni siquiera reparo en que Tadeo estaba todavia ahi. A lo lejos se oia el motor de un auto que no podia arrancar; parecia el grito ahogado de un dinosaurio que se desperezaba y venia por ellos. Cuando quedaron solos, Marga le suplico con los ojos que la llevara lejos, que la salvara.

La casita de la playa es el lugar donde han quedado los mejores recuerdos. Habia sido de los abuelos, a quienes Tadeo nunca conocio, pero Jano si, y eso le da superioridad, una suerte de prestigio frente al hermano que ha nacido medio huerfano de familia. Pasan ahi los meses de verano y algunos fines de semana durante al ano, si el tiempo lo permite. El padre rezonga cada vez que tiene que hacer una pequena mudanza, pero en el fondo disfruta de este lugar donde se siente mas jefe que en la otra casa, la de la ciudad, el reino de ella.

La madre llega y se descalza. Anda asi hasta la hora de volver; dos dias si son dos dias, tres meses si es el verano entero. Las plantas de los pies se le endurecen y se abren en grietas resecas como un papel acartonado, pero a ella no le importa. Cuando mucho, las raspa contra las piedras de los canteros, tumbada en el pasto en un silencio que, a veces, puede durar demasiado, pero que nadie se atreve a interrumpir. Asi esta hasta que descubre algo que le ilumina la mirada. Pone un indice sobre los labios y susurra al hijo que esta jugando bajo la sombra del alero:

– Shhh, no hagas ruido, Tadeo, veni.

Tadeo se acerca en cuatro patas y mira hacia las matas verdes, pero no logra distinguir nada excepcional. Ella apunta con su dedo extendido y hace gestos con las cejas.

– ?No ves? Entre las ramitas. Mira bien.

Tadeo quiere complacerla y fuerza la vista para saber que la maravilla tanto. Mas que nada quisiera acompanarla en esta pequena conmocion que ella se ha permitido, pero solo ve ramas, hojas, y una telarana a medio deshacer, vestigio de la noche, quizas. Ella se incorpora, lo toma de la nuca y lo obliga a acercarse mas, como si fuera un perro a una madriguera. Entonces, con la misma emocion con que un astrologo descubre una estrella nueva, Tadeo ve un par de ojitos y unas antenas delgadisimas que surgen de una ramita verde, tan verde como todas las demas. Mira a su madre.

– Es como una langostita -dice ella, por ponerle un nombre al bicho que esta inmovil, pero que ya ha sentido su presencia.

– Parece una rama.

Ella sonrie satisfecha.

– Es para que los pajaros no se la coman. Muchos animales hacen eso.

– ?Ah!

– Algunos peces, los conejos blancos en la nieve, unos raros que se llaman camaleones…

– Pero, siguen siendo animales, ?verdad?

– Claro. Se quedan quietitos y cuando no hay peligro, se van.

– Que lindo…

– ?Que cosa?

– Cambiar de color cuando tengo miedo.

Ella le dice que no diga tonterias, que se vaya a jugar. Y se pierde en un laberinto de confusiones, la cara vuelta hacia el cielo.

No hablaron durante el viaje. El taxi arranco sin saber hacia donde y ella pidio ir a casa de Tadeo. En medio de una situacion tan emotiva, el unico pensamiento que a el le vino a la mente fue que no habia hecho la cama ni lavado los platos del desayuno. Estupideces para no revolver otras cosas.

– Marga… -le dijo, pero ella giro hacia la ventanilla y el supo que no debia hablar.

Abrio la puerta como un adolescente que trae a la novia en ausencia de los padres. Ella entro y se quito los zapatos. Tenia los pies hinchados, muy rojos. Y aquel vestido negro que no invitaba bajo el cual se presentian los estragos que el tiempo habia hecho.

– Cogeme -le dijo, como hubiera podido pedir un vaso con agua.

– Marga, que decis, estas agotada.

– ?No ves que no puedo mas!

Se levanto el vestido y el pudo ver sus piernas enormes, dos mazas blancas llenas de pozuelos, tan distintas a las piernas firmes que le enlazaban la cintura hacia tanto. La abrazo. Quiso ser un abrazo de ternura, pero ella necesitaba otra cosa. Le clavo las unas en los hombros y el dolor llego a la piel por encima de la camisa. Se pego a su cuerpo y empezo a refregarse contra el. Entonces le tomo la mano y la llevo por debajo de su falda. Tadeo estaba paralizado, con su hombria inerme, sin saber que hacer, lleno de pena por los dos. La empujo con suavidad hasta la cama. La mirada de Marga era de pavor, como si estuviera viendo a traves de el, lejos, mucho mas lejos, un ejercito de monstruos de los que queria prevenirlo. Tadeo se acerco a su boca y la beso. Tenia el aliento agrio de una noche en vela, pero su piel seguia oliendo a jabon, como la recordaba. Se recosto a su lado y comenzo a acariciarle el cuello.

– ?Viste que gorda estoy?

Tadeo dijo que estaba bien asi, pero mentia. Por pura turbacion no atino mas que a abrirle el vestido y comenzo a besar aquellos pechos lechosos, blanduzcos, con unas venitas azules que bajaban por todo su cuerpo y se ensanchaban en las piernas, gusanos del tiempo. Ella se dejo hacer y el fue sintiendo que en aquella entrega patetica, en medio de una cama revuelta, eran dos criaturas cansadas que suplicaban por una tregua. La toco con cautela, primero, redescubriendo cada centimetro de su cuerpo con un asombro que le despertaba la memoria, y entonces recordaba que ya habia estado ahi, transitando esos mismos caminos. Ella pidio que bajara las persianas y el hizo como que no la habia oido, pero ella insistio. En la penumbra infeliz del cuarto, la ayudo a arrancarse el vestido y se sorprendio ante su propia torpeza para sacarse el cinturon y el resto de la ropa. Marga se quedo tendida boca arriba, con las piernas ligeramente abiertas, ofreciendose. Volvio a hundirse en i

ella como hacia treinta anos, la sintio retorcerse bajo su peso y quiza sollozar. Pero, para ese entonces Tadeo estaba muy excitado, queria penetrarla con furia, que murieran los dos ahi mismo. Eso queria.

Marga se aferro a su espalda con las manos vueltas garras mientras Tadeo se movia fuera de si, encabritado por una mezcla extrana de amor y resentimiento. No podia dejar de sentir aquel cuerpo abandonado a los embates de la dejadez, y sabia que ella estaria extranando en el su vientre plano, los musculos tensos de sus brazos y piernas. Dio un grito que fue un desgarro del alma. Se elevo sobre su cuerpo y quedo clavado en ella como el indicio torpe de un apunalamiento. Marga lo miraba mientras el se iba a esa otra dimension pictorica y volvia unos segundos despues, perdido, sin saber que realidad lo esperaba. Se quedo acostado encima de ella hasta recuperar el aliento, levanto los ojos y vio que todavia lo estaba mirando.

– ?Y vos? -le dijo.

– Esta bien -contesto y le pidio que la abrazara.

Tadeo se puso a su lado y la apreto contra el. Estuvieron sin hablar por un buen rato, luchando para no quedarse dormidos, quiza porque ambos sabian que no habia lugar para tal plenitud. Marga y Tadeo no se sentian plenos; apenas habian descargado la ira contenida durante tantos anos sin verse y sabian que estaban demasiado lejos de cualquier sentimiento parecido a la felicidad. Ella tendria que vestirse y volver a su casa mas temprano

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