walkman, y disfrutaba como loco de su cuarto de hora como improvisado formador de opinion.

La verdad era que a esa altura de la manana muy pocas personas sabian lo que estaba pasando y esas se encontraban deliberando sobre la suerte de todos, a resguardo de cualquier telefono desde donde un periodista impertinente pudiera hacerles la pregunta para la que no tenian respuesta. El vacio de informacion se lleno de especulaciones y fantasmas que venian de muy atras, cuando otra crisis bestial habia roto una mentada “tablita” y con ella tantas vidas y tantos suenos. Ahora, veinte anos despues, muchos habian vuelto a creer en la estabilidad del sistema y habian prestado oido a mas de un consejo que estimulaba a endeudarse tranquilamente en dolares. Otros, Tadeo incluido, se habian creido los reyes de la astucia financiera por depositar su dinero en bancos islenos que ofrecian plazos fijos con intereses de telenovela. Y algunos que habian optado por la seguridad del pais ni siquiera sospechaban que tambien sus ahorros se habian evaporado hacia aquellos paraisos para hacer las veces de torniquete de sangrias ajenas. Pero la mayoria era una masa silenciosa que no tenia ni una moneda en el banco, que transcurria revolviendo la basura y comiendo de ella, pariendo hijos al por mayor y extendiendo su horizonte apenas al anochecer de cada dia. Sobre todos se cernia la oscuridad de la incertidumbre que en pocos dias seria impotencia para unos y hambre para otros.

A la una en punto salio el subgerente. Tenia la camisa empapada y unos pelos locos pegados al craneo. Estaba nervioso, pero se esforzaba por aparentar calma e incluso un cierto aire de superioridad. Aplasto un cigarrillo con el pie y pidio que la gente se acercara, pero nadie queria perder su lugar en la cola que ya doblaba la esquina y se esfumaba hacia la otra cuadra para mezclarse con otra cola identica que desembocaba en la puerta de un banco del Estado. El hombre no tuvo mas remedio que salir del refugio del umbral y avanzo unos metros con dos guardias custodiandole las espaldas. Cada paso que daba era un golpe de corriente que se desplazaba a toda velocidad uno a uno a traves de la cola hasta el final y se cruzaba con la informacion que venia desde el otro banco en una sorprendente simultaneidad que fue el indicio mas claro de que aquello era un problema de todos.

Anuncio el feriado bancario casi con verguenza y explico que se prolongaria hasta el lunes siguiente, cuando los bancos abririan sin problemas y cada cual podria seguir operando como hasta el dia anterior. Pero la conciencia general, que en aquellas horas se habia desarrollado como la mente de un unico cuerpo compacto, hizo que estallara una silbatina feroz, acompanada de insultos y alguna amenaza. El hombre entendio que aquella era la senal para volver al precario bunker de su banco y los guardias tambien se atrincheraron detras de las puertas a la espera de que aquella criatura encolerizada se dispersara sin mas incidentes.

Tadeo se maldijo por no haber consultado, por no haber hecho mas cuentas, por no haber calculado los riesgos antes de hacer aquel deposito. Evoco los estragos de hacia veinte anos y los cuentos que iban mas atras todavia y recordaban otros bancos quebrados, buques transatlanticos a pique con los depositantes dentro, naufragios en los que muchos se ahogaron junto con sus esperanzas. Penso en lo que desde hacia unos meses estaba sucediendo en paises de la region, lo que miraba por la tele como si fuera una pelicula, una ficcion que le quedaba demasiado lejos: la gente golpeando a puno limpio contra las puertas de los bancos, los saqueos masivos a comercios, las manifestaciones dispersadas con gas lacrimogeno -como si alguien necesitara de un gas para llorar-, pero tambien los tiros, los heridos y muertos y hasta la caida de algun presidente que huyo en helicoptero. Y en medio de semejante caos, el se habia creido el cuento de un gerente conocido que le sugirio transferir sus depositos, es decir, los ahorros suyos y de Laura, a aquel plazo fijo que se los devolveria en tres meses, sanos, salvos y engordados. Para reforzar su actuacion magistral, aquel gerente tenia el detalle de mostrar el deposito que su madre habia hecho unos dias atras, algo que, segun supo mas tarde, repetia con cada uno de los clientes. Con Tadeo habia dado resultado.

Tambien sabia que en los ultimos meses el pais soportaba una corrida bancaria sostenida, la muerte por goteo, como alguien la habia definido, y que una delegacion del gobierno estaba en Washington gestionando un nuevo prestamo que permitiria salir de la crisis, una terapia de shock para salvar el apuro, aunque nadie creyera que seguir endeudandose fuera la solucion definitiva. La solucion definitiva estaba en activar el pais, pero era mas facil conseguir dinero dulce a modo de prestamo que bajas en los aranceles o apertura de mercados para los productos. En ese sistema perverso, el pais pequeno se volvia mas y mas un apendice dependiente y la soberania, que cada tantos anos se despertaba con orgullo en las urnas, empezaba a parecerse a un teatro montado desde el exterior para permitir la eleccion de los gobernantes que luego irian a recibir instrucciones de los verdaderos duenos del poder, lejanos y extranjeros.

Tadeo no fue de los que aporrearon puertas ni tampoco tuvo arrebatos de histeria, pero vio como gente muy parecida a el se agolpaba frente a los bancos y perdia la cordura ante la injusticia. Vio mujeres; sobre todo mujeres convertidas en gorgonas desmelenadas, ajenas a cualquier mandato de la coqueteria, gritando insultos a los banqueros, mentando a la madre que los habia parido; insultos que, puestos en boca de una mujer, volvian como un bumeran sobre su propia condicion femenina. Estaban defendiendo sus ahorros y, en muchos casos, los de sus hombres, quizas incluso con mas apasionamiento, como hembras celosas, custodias de un hogar que veian derrumbarse sin remedio. Tambien hubo amenazas publicas y privadas, estas muy probablemente mas eficaces que las primeras; varios comunicados en los medios y los propios medios que entrevistaban a diestra y siniestra, aunque por aquellos dias andaban todos a ciegas y las declaraciones no eran mas que calculos, expresiones de deseo en algunos casos, sentencias apocalipticas en otros. Puro desconcierto.

En el preciso instante del anuncio del feriado bancario, Tadeo vislumbro el primer rayo del temporal que se venia y se acerco al empleado de la sanitaria, a quien ya nadie prestaba atencion, para preguntarle si habia novedades. “Una conferencia de prensa a las siete”, le dijo y se dio media vuelta con su caja de herramientas convertida en mil kilos de plomo que apenas podia levantar. Tampoco Tadeo tenia fuerzas; volvio caminando a su casa como un heroe vencido, y atraveso una ciudad que empezaba a erizarse a medida que las noticias iban extendiendose, y con ellas el miedo de no saber, que es el peor de los miedos.

Jano estrena la chumbera que el tio Ignacio le regalo por sus diecisiete anos. Ha estado limpiandola, limpio sobre limpio, toda la manana mientras Tadeo juega a las bolitas y lo mira de reojo. Cada tanto, Jano lo apunta y Tadeo no se mueve, pero el parpado izquierdo parece enloquecer y tiembla fuera de control. Jano tambien juega a calzarse el cano en la boca y a hacer que dispara el gatillo con un pie, mientras mantiene los brazos a los costados del cuerpo.

– Si papa te ve… -le dice Tadeo con timidez, casi con respeto.

Esta tarde van a ir por primera vez de caceria al monte de pinos que queda a un par de cuadras de la casita de la playa. Jano practica su punteria con latas que coloca sobre un tronco frente al muro de atras, un muro tan blanco que al mediodia es dificil aguantar el dolor que el reflejo causa en los ojos.

– Asi es la nieve -dice el padre-. Les puede quemar la vista. Algun dia, vamos a conocer la nieve. Los tres, ?que les parece?

Tadeo se regocija por adelantado, pero Jano nunca contesta, como si un rencor sordo viniera encrespandose al ritmo de una gran ola y sintiera que pronto reventara en alguna de sus orillas para luego arrastrarlo lejos, muy lejos de alli.

Los hermanos salen hacia el monte. Jano va con su chumbera a la espalda y una latita con municiones. Tadeo da dos pasos donde el otro uno, y apenas puede con la vianda y el morral para las presas.

– Ahora hay que hacer silencio, soldado -le dice Jano al llegar-. El enemigo puede estar en cualquier parte.

Tadeo arquea la espalda y camina tratando de evitar las pinochas crujientes. Por encima de su cabeza, el cielo es una piedra azul engarzada en la filigrana de las ramas altas. Jano le senala una parcelita de pasto bajo un pino.

– ?Arme la tienda, soldado! Cocina y despensa. Tambien polvorin y santabarbara.

– Eso es de los barcos -protesta Tadeo.

– ?Silencio, soldado! No me contradiga. Cumpla con lo suyo mientras voy a inspeccionar.

– Eso es de los barcos -susurra Tadeo y se arrodilla junto al pino. Extiende la mantita que lleva en el morral y sobre ella pone la vianda y las municiones-. Ya esta tu santabarbara, ?bruto!

Jano se aleja unos metros siempre con la mirada en lo alto de las copas. Una torcaza inmensa aletea desde un eucalipto y se posa en una de las ramas bajas de un pino. Jano apunta. Tadeo lo sigue a la distancia. Puede oler el miedo en el aire. Jano traga saliva y respira hondo, pero la torcaza no le da tiempo. Como si hubiera

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