presentido la muerte, vuela hasta una rama mas alta y queda quietecita, entreverada con las pinas y las pinochas verdes, una sombra gris entre tantas sombras.

Jano putea a la nada y vuelve a apuntar casi perpendicular al cielo. Tiene las venas del cuello tensas y transpira. El sudor le resbala el arma entre las manos. Se seca en el pantalon y vuelve a poner la mira hacia el pajaro que se siente equivocadamente seguro en las alturas. Se afirma, traga, respira y dispara. Es un segundo incierto hasta que la mancha gris de la torcaza va abriendose paso entre las ramas, cayendo, cayendo y se estrella contra el piso como una bomba de agua sucia.

Jano tarda en darse cuenta de que le ha dado, pero Tadeo ya siente la dicha fiel del perro de caza y corre entre los arbustos a buscar la presa que encuentra junto a unas tunas silvestres en flor. Tiene el cuerpo tibio y no ha muerto. Jano se apresura a sacarsela de las manos y en un movimiento rapido le quiebra el cuello.

– Para que no sufra -dice, y luego, mirando a su hermano se oye pronunciar unas palabras que no acaba de entender-: Siempre chiquito, Tadeo, quedate asi siempre.

Los dias que siguieron al decreto del feriado bancario fueron una sucesion de manifestaciones callejeras, declaraciones de autoridades y un sinfin de palabras cruzadas con mayor o menor conocimiento de causa en cada reunion familiar, en el trabajo, en la cancha de futbol, a la salida de las escuelas, en el supermercado. La incertidumbre paralizaba el pais a la espera de una senal que arrojara un poco de luz o fuera el tiro de gracia definitivo. Los que habian sacado a tiempo el dinero de los bancos tramitaban giros hacia el exterior o improvisaban escondites en la casa, sucuchos domesticos viciados de puerilidad. Los otros, los que no solo habian confiado hasta ultimo momento, sino que habian hecho operaciones que prometian la multiplicacion de las ganancias, se veian despojados de sus bienes sin mayor explicacion que un sistema que no habia resistido la coyuntura interna y regional y, por supuesto, las estafas bancarias mas la corrupcion generalizada de la que nadie parecia hacerse cargo. Para colmo de males, algunos depositantes eran golpeados en la lona y recibian el calificativo de antipatriotas porque sus retiros prematuros y las transferencias hacia el exterior eran senalados como una de las patas quebradas que, finalmente, terminaron por voltear la mesa entera.

En todas partes se puso a prueba la capacidad de adaptacion. Era comun ver las cortinas bajas de los comercios, los carteles de venta; enterarse de reduccion de sueldos, seguros de paro, despidos. No solo la economia se contrajo por aquellos dias; la vida entera del pais se transformo en un coagulo, un monotema, aquello de lo que todos tenian opinion formada, una distribucion de culpas, el anquilosamiento de las esperanzas; mientras, afuera, los duenos del mundo se pertrechaban para combatir el terrorismo y erigirse en salvadores de la humanidad. Una lucha sin valores, sin estrategias militares ni economicas, carente de moral y etica, otros fundamentalismos amparados en los ideales de libertad y democracia, pero fundamentalismos al fin; la marca de una nueva era.

En el bar se hablaba de estas cosas, por supuesto. Cada cual tenia su vision de los hechos y no se apeaba de ella por razonables que fueran las explicaciones ajenas. Tambien desde esta necedad defendian sus pequenas parcelas y se reafirmaban en convicciones cada vez mas precarias. Tadeo leyo mucho durante esos meses, se encerro en la poesia y encontro alli un mundo hacia el cual evadirse para no pensar que lo habian estafado, que no tenia ni un peso en el que respaldarse si la situacion empeoraba.

Y empeoro. Era empleado de una agencia de viajes y cuando se presento a trabajar un lunes, ya no habia tal trabajo; ni siquiera habia empresa. Esa manana, mientras acomodaba las piezas de su pequeno mundo, con la soberbia imbecil de creer que ya nada mas podia pasar, mientras desayunaba y elegia su corbata, unas personas que habian abierto cuentas en las que iban depositando una cuota mensual para un futuro viaje rompian a pedradas la vidriera de la agencia y entraban como una turba enloquecida; mientras otros, ultimamente entrenados en estos menesteres, aprovechaban para saquear computadoras, lamparas, sillas, todo lo que pudiera ser vendido sobre una manta en cualquier calle de la ciudad.

Cuando Tadeo llego, encontro a sus companeros aturdidos que daban la cara a la gente mientras respondian a la policia, a los microfonos, e intentaban que no se robaran lo que, en definitiva, era el unico capital que les quedaba. Unos monigotes, eso eran los pobres y alguno, desbordado, se sento en el cordon de la vereda y rompio a llorar. A Tadeo le llevo unos minutos entender que otra vez lo habian enganado, que de un soplido, un domingo por la tarde mientras la ciudad era un desierto, los duenos de la agencia habian vaciado las cajas fuertes, destruido los documentos y se habian subido a un avion paradojicamente mezclados con tantos que se iban a buscar esperanzas en el exterior; las primeras manifestaciones de un exodo que desangro al pais.

No veia mas que los vidrios rotos y la unica idea que rondaba su cabeza era la deuda que tenia con la automotora: unos siete mil dolares que habia logrado refinanciar hacia unos dias y que pensaba ir pagando con el sueldo mas algunas privaciones a las que todos empezaban a acostumbrarse. Tambien debia dinero a un conocido por una edicion frustrada de sus cuentos, la compra de un par de electrodomesticos y la tarjeta de credito. Penso que si no se tomaba vacaciones ese ano y apretaba algun gasto superfluo, no solo capearia la tormenta, sino que podria saldar sus deudas en pocos meses. Y, ademas, estaba el sueldo de Laura, que era un sueldo docente, es decir, no gran cosa, pero que iba a ser el salvavidas mientras el encontraba otro trabajo.

Siempre habia sido muy malo para los calculos, pero esa vez se gano la medalla de oro al error. En los meses siguientes, el desempleo treparia al veinte por ciento, Tadeo no soportaria el oprobio de ser mantenido por su mujer y Laura iba a dar aquel portazo con el que lapidaba una convivencia de veinticinco anos.

– ?Quimica y fisica! ?Eso somos!

– Hay algo mas, Jano.

– ?Me vas a venir con Dios, ahora?

– No se, puede ser. Pero hay algo mas.

– Explicamelo, entonces.

– Es que no lo se.

– Si no lo podes explicar, no existe.

– Vos siempre tan limitado.

– Y vos haciendote el intelectual, el raro…

– Dejate de joder, queres, ?que quiere decir “intelectual”?

– Vos sabras. Preguntale a esos con los que andas, todos iguales a vos, todos palidos, muertos de hambre, siempre con un librito bajo el brazo, manga de pajeros.

– Porque tus amigos son una maravilla, ?no?

– Por lo menos son normales, se juntan para hablar de mujeres, de futbol.

– ?Quien te dijo que no hablamos de esas cosas?

– ?Cogiste alguna vez?

– ?Que decis?

– Eso, ?cogiste?

– ?Y a vos que te importa?

– Sos un marica, quince anos y sos un marica.

– Repetilo.

– Que sos un marica, Tadeo, Tadeito. Que no se vaya a caer, que el primer diente, que fotos hasta para cuando inauguraste la escupidera, que las primeras letras, que la monita azul, que enfermito de esto y de aquello, ?apestado! Como no ibas a enfermarte, si te hervian todo, si la casa vivia llena de vapor para que se le abrieran los bronquios a Tadeito, para que Tadeito esto y aquello.

– ?Anda a la puta que te pario!

– Que es la tuya.

– Con mama no te metas.

– Vos la nombraste antes, ?queres que hable del viejo?

– No te atrevas.

– Ella estaria aca si no hubiera sido por el.

– Te voy a romper la cara.

– Dale, animate.

– Te voy a romper la cara, Jano, te la voy a romper en pedacitos.

– Dale, dale, veni.

Y se la rompio.

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