las lujuriosas divagaciones de su cabeza. Como armonizar ahora su cerebro pervertido y audaz con este cuerpo que se le rebela y se le eriza. Tal vez el ha advertido algo porque intempestivamente rie en la oscuridad. Ha separado apenas su cara de la cara de Irene, y la mira. Ah, esto si que es familiar y reconocible. Una mirada.

– ?Tenes frio? -le pregunta.

Y este es el abrigado territorio de las palabras.

Algo parecido a la dicha empieza a aletear en el cuerpo de Irene.

– No, no tengo frio -y la asombra su propia voz, el tono de su voz, baja y un poco ronca. Esto que impremeditadamente ella ha aprendido.

– Tenes que aprender muchas cosas -dice el, y le saca el pelo de la cara.

– Tiempo al tiempo -dice Irene.

?Acaso su voz no ha empezado a ser sabia? Piano, piano, professore, nadie le habia dicho a Irene que tambien el amor es un aprendizaje.

– Claro que si -dice el-. Nos queda toda la vida por delante.

La noche se ilumina y estalla. Las palabras son incorporeas y no le dan miedo. Ahora, mientras caminan muy juntos por la calle, el beso de el es solo un recuerdo, algo que ya esta para siempre instalado en su pasado, y que la transforma. Atencion, caminantes, que ven pasar como si tal cosa al treintanero y la doncella. No los miren tan frescos. Vuelvan la cabeza, tapense los ojos, ruboricense, escandalicense, envidienlos. Esto que ahora empieza es una historia de amor.

Coda

Lo cual constituye una prueba de que el maestro tenia razon en el fondo y de que la naturaleza la habia destinado a la pasion de la inteligencia y no a otras pasiones, mas personales.

HENRY JAMES

La regla de tres es lo mas dificil que hay en el mundo. Esta certeza y el nombre, austero, indescifrable, opaco a todo razonamiento, me dan pavor. Paso noches en blanco imaginando como sera esa valla que me espera en tercer grado, la cienaga en que fatalmente voy a hundirme. No concibo pesadilla mas oscura que la de no comprender algo. Tengo seis anos y todo proyecto de vida se me trunca en el dia aciago. Tengo ocho anos y ocurre. Solo que no me doy cuenta. La senorita Julia ha escrito un problema en el pizarron y esta explicando algo. A mi la explicacion me parece superflua (toda explicacion me parece superflua, como si en el momento de recibirla supiera que el conocimiento ya estaba dentro de mi: la realidad me resulta una fuente de perpetuo aburrimiento) asi que me distraigo. Despues no me acordare si he estado inventando una historia o concibiendo una teoria pero es casi lo mismo. A traves de su trama casi perfecta se abre paso una expresion que destella con luz propia y me reinstala con brusquedad en el mundo real. Me basta un segundo para comprender lo que pasa. Eso que penumbrosamente he olfateado en la letania de la senorita Julia y que mi cerebro utilizo mil veces como la forma mas grosera y chata de razonamiento, eso tan trivial que hasta parece innecesario llamarlo de alguna manera, es lo que responde al augusto nombre de Regla de Tres. Todavia no he decidido que el verdadero misterio de las cosas lo encontrare en las palabras; lo que siento es una irremediable decepcion. El mundo real no solo es aburridisimo: decididamente no ofrece riesgos. Por fortuna me salvan las historias. Llenan casi todo mi pensamiento, no tienen fisuras y son complicadisimas, bien definidas hasta en sus minimos detalles, siempre tramandose con otras y otras y otras sin que pueda quedar un solo cabo suelto, imperativo de alto riesgo porque puede suceder que alguna pieza no encaje y haya que modificar argumentos, trocar personajes, desplazar tiempos, tarea que me obliga a un esfuerzo terrible ya que debo pensar simultaneamente en el todo y en las partes. Es asi que en un sentido estricto las historias nunca transcurren sino que son modificadas hasta la perfeccion. O ese es su verdadero transcurrir y entonces no se diferencian en casi nada de las teorias con que satisfactoria y exhaustivamente me explico el universo y sus componentes. Cuando todo encaja, cuando la trama o teoria es perfecta y yo -pieza infaltable y tambien en cierto modo perfecta: siempre un poco mas alta, mas huesuda, siempre un poco mas rubia o mas morena que el modelo original, siempre menos torpe y hurana- puedo desplazarme con entera libertad por una intriga o universo sin grietas (sensacion que dura apenas unos segundos porque en seguida voy a ver una posibilidad mas absoluta y tendre que efectuar nuevas modificaciones en cadena), entonces, en ese vulnerable instante de plenitud, arrastrada por el formidable empuje de mi imaginacion, debo correr desenfrenada por el comedor de la casa de la calle Bulnes hasta que mis manos chocan con violencia contra la pared. Y aca estoy llegando a la raiz, escribiria. Como si mi energia cinetica y el poder de mi cabeza marcharan por caminos alabeados. Un cerebro poderoso que me compelia a correr poderosamente. Algo que no correspondia. Algo que por fin se iba a parecer a la paralisis. ?Que esperaba en ese tiempo de mi? No puedo recordarme proyectandome en el mundo real, salvo por la negativa. Eso si lo recuerdo, certero como una luz. Una imagen me provoca aun hoy repulsion. Senoras que hablan con Guirnalda en el camino al mercado. Yo, la nena de flequillo, colgada de su mano. Mejillas redondas y deseables que ellas pellizcan encantadas. Es esa redondez lo que detesto. Algo totalmente ajeno al mundo abrupto en que a cada paso corro peligro. En ese mundo soy angulosa y siento un profundo desprecio por estas fofedades que arrastran con resignacion a sus hijos. Las observo con espanto. ?Y yo voy a ser asi?, me pregunto. Supongo un destino irrevocable que une a cada nina con su madre. Mi infierno personal es pegajoso y chirle. Entonces fulgura en mi cabeza la imagen de una mujer en deshabille. Viene de los trasfondos de mi vida consciente. Borrosamente recuerdo que una tarde la fui a visitar con Guirnalda. ?A que fuimos?, ?quien era esa mujer? No me importa. La imagen se me asocia con una palabra clandestina cuyo significado no entiendo del todo pero que me tienta. Amante. Las amantes reciben en deshabille y escandalizan a las senoras como mi madre. Yo quiero ser esa mujer.

Cuaderno con espiral, pollera tableada, burbujas en su aureola, Irene sube al 26. Una viejita le sonrie con humeda ternura. Ella derrama sobre la viejita lindos chorros de candor juvenil y piensa: esta retardada no sabe que voy a visitar a mi amante. Saborea hasta el carozo la palabra “amante” y apenas la descorazona -una melancolica bruma, una remota y conocida sensacion de que otra vez se esta haciendo trampa con las palabras- el hecho de que ella nunca ha esperado a nadie en deshabille como la distante mujer deseada. Todo lo que viene haciendo desde hace meses es escuchar a este hombre a cuya puerta esta llamando ahora, quien laboriosamente persiste en moverle el piso, en hacerle estallar la cabeza, en reducir a polvo su aurifero orgullo de nina superdotada que pudo conocer el Teorema de Tales o la teoria del Apoyo Mutuo sin haberse tomado el trabajo de leerlos -puro ludo (ha dicho el) o accidentes de la naturaleza, como ser ventrilocuo o culona, pero que hacemos con esto, con las taras o preces que Dios nos dio, ?que estrella construiremos, que caverna, que piedra sobre piedra?, ah, ahi te quiero ver escopeta- y que de vez en cuando, ?como parte de su formacion?, la inicia en juegos que saludablemente van impresionando su mente perversa pero no todavia su cuerpo perverso, por la sencilla razon de que ese cuerpo se triza, se descuartiza, desaparece apenas es tocado. Ahora todavia no. Ahora que ella ha cerrado el cuaderno con espiral pero aun tiene puesta la pollera tableada, su cuerpo es todavia una cosa integra y gozadora, abierta a todos los desenfrenos. Ya han hablado sobre epifanias y electrolitos, y tambien sobre ese relato tan extrano que Irene ha escrito en el cuaderno, y ahora ella, con vanidad, ha sacado a relucir el recien incluido tema de los planos de clivaje.

Son terribles, ha dicho. ?Como, terribles?, dice el, que lo desconoce todo sobre este asunto. Entonces ella habla de los cristales, del proceso lento y laborioso con que se elabora un cristal, de como los atomos desordenados y erraticos van buscando en el caos su lugar de mayor estabilidad y equilibrio hasta urdir una estructura destellante y perfecta. Por eso es casi imposible destruir un cristal, dice, y ni siquiera se inmuta porque los dedos de el vayan recorriendo, demorados, su oreja. Ni el mas leve error de logica revela el estremecimiento que ha puesto a danzar todas sus moleculas. Esta primera parte le sale a las mil maravillas. Sabe lo que debe hacer: no tocar, pero aceptar con discrecion ser tocada, seguir explicando con minuciosa claridad, como si nada, que sin embargo hay zonas, planos, donde las uniones interatomicas no se consolidan, son debiles, y esos son los pavorosos planos de clivaje, mientras yemas versadas acarician sus pezones por debajo de la blusa. Explicar

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