Hubo un pequeno derrumbe silencioso, algo que termino pareciendose a la melancolia.

– Pero yo si -dijo Irene, en voz muy baja.

Porque lo conocia. Sabia que era capaz de realizar actos que ni el esperaba de si mismo solo para convencer a una mujer de que se habia equivocado al fijar los limites de su pasion: el podia saltar vallas, luchar con cocodrilos, embarrarse hasta las verijas, solo por asombrar a una muchacha con el regalo de una unica y esplendente flor de los pantanos.

Pero tambien podia tener descuidos imperdonables, cosa que Irene no le pensaba recordar. Todo lo que hizo fue dejar uno de sus rastros, una sombra de mal humor en el tono, al despedirse. Despues de cortar espero unos minutos junto al telefono. Pero sin muchas esperanzas: Alfredo estaba demasiado entusiasmado como para reparar en los matices de su voz. Por fin hizo un bollito con la carta, puso en su lugar la pagina de Alfredo y camino hacia la puerta.

Y cinco minutos antes de que Irene saliera a dar su examen, el la llamo. “A eso de las seis voy a andar cerca de tu casa, asi que si queres.” Si, ella quiere, profesor; su invitacion no ha sido un modelo de cortesia, pero ella igual quiere. Y cuando Irene quiere algo tatan, tatan --› aca la tiene: alegre como una pandereta, tintineante como una campana, con pajaritos en la cabeza como cualquier hija de vecino, entrando en Las Violetas como un malon. ?Sabe que estuve todo el examen pensando en usted? Que va a saber, con ese aire de interrumpido en lo mejor de. De que. Juiciosamente ella se sienta. Cejas, sonrisas, saludos. ?Que estaba leyendo, tan distraido? (movida equivocada; pero ya no se puede volver atras). A Blake, ?ella no leyo a Blake? No, no lo leyo (y tampoco me importa, tarado, mire que atardecer hace afuera, ?lo que debe ser con un hombre!). Imposible no haber leido a Blake. Cariacontecida, se hace cargo: gran hueco en su educacion. Pero esta a punto de. Ya empezamos: agarrate Catalina que vamos a navegar. ?Y mi crepusculo? Shhh. El que lo quiera seguir que lo siga, mi madre me alumbro en el barbaro sur y negro soy pero ?oh, blanca es mi alma! O el que pueda. Ella puede. Se hace violencia, flagela a sus chingolos y a sus mirlos: sabe ponerse a la altura de sus interlocutores. Atenta, lo escucha. El se entusiasma, ella se entusiasma, ven a vivir, se dichosa y unete a mi, cantemos en dulce coro, ja je ji. Ve agonizar el crepusculo como quien oye llover. Es estoica y astuta. Me vas a pescar en un renuncio si sos brujo. Y ahora que sus campanas estan mustias han salido a la calle y el inesperadamente ha dicho:

– Hablame de vos.

Casi nada. No tenia prepotencia herr professor. Tres horas leyendole a Blake, como si el dia fuera eterno, y ahora le sale con esto. Hablame de vos, ja. Al menos podia haber sido mas concreto. Nombre. Direccion. Estado civil. No tan concreto pero su obligacion es facilitar las cosas, para eso es adulto, ?no? No. Este no te facilita nada, te larga el temita y arreglate si sos guapa. Guapa soy, pero un poco complicada si le parece. Como todos, no: peor que todos. Por la memoria. Como si en todo momento yo fuera yo y toda mi historia y lo que pienso de toda mi historia y. No, que voy a exagerar, de los tres anos para aca me acuerdo de todo. Tengo una memoria impresionante. ?Que? ?Que ya lo dije? Cierto, si, el dia de la fiesta, me habia olvidado.

– Se ve que tu memoria es impresionante.

– Dije impresionante, no infalible.

Muy inteligente, si. Pero timida. De chica no hablaba nunca, en serio. No se, creo que era miedo de no parecer tan inteligente como me creia que era. Asi que no abria la boca y listo el pollo. Pero a los ocho anos resolvi un problema de catorce pasos, un concurso que habia hecho la maestra. Gane yo, claro, nadie mas pudo resolverlo. Una sorpresa para todos: la primera vez que brille de verdad. Eso me gustaba. Resolver problemas, digo. Y hacer versos. A los nueve hice un verso a la primavera. ?Cinco estrofas! Me ligue una mala nota, eso si, algun dia le voy a contar. Pero no importa, ahi si que las otras me admiraron. Yo lo recitaba en los recreos pero tenian que venir a pedirmelo.

– En que grado estabas.

– Cuarto.

– Entonces no tenias nueve anos, no seas macaneadora. Tenias diez.

Ah, el sabe estas cosas tambien, estas cosas mundanas. Y encima se equivoca, tiene su parte bruta, eh. Irene se hincha de orgullo como un sapo. Yo no, yo no, yo a los nueve estaba en cuarto; me pusieron directo en primero superior porque sabia todo, hasta la “y” griega (que estoy diciendole, yo estoy loca, para eso cinco dias buscando a Lawrence Sterne y a Kropotkine en las bibliotecas, indagando que es un critico marxista, ?Lukacs?, ?Gramsci?, a leerlos se ha dicho, aunque muramos en el intento, ah, maula, no me vas a tomar por sorpresa esta vez, y todo para venir a decirle que a ella la pusieron directo en primero superior porque sabia hasta la “y” griega). El se rie, parece divertirse, dice que Irene es mas vanidosa de lo que se anima a aparentar, pero, ?se ha dado cuenta de que Bulnes quedo atras? Su calle, su casa, han quedado atras. Y Guirnalda, quien estara esperando con devocion a la nina examinada. ?No sabe este hombre que ella tiene diecisiete anos y una madre ansiosa que han quedado atras? Irene no se lo dice: recien esta en las preliminares de si misma. ?Si-misma? Que exageracion. Apenas retazos que va extrayendo al azar, fragmentos rescatados de algun lugar de la memoria para que el arme la figura si le da el cuero -y tiene la sensacion de que si le da el cuero, pero tambien tiene la sensacion de que no hay figura, de que tal vez no salga nada por mas que el se empene en acomodar las piezas. Sensacion que no la abandona ni siquiera ahora que vislumbra la felicidad sobre un puente debajo del cual esta pasando un tren-, yo aca venia cuando era chica, me pasaba horas caminando de una punta a la otra del puente y oyendo los trenes. Como si estuviera falseando un poco las cosas mientras le habla de trenes y de puentes, como si el solo hecho de nombrarlas -de aislarlas quimicamente del resto- las falseara, y ella no fuera del todo esa que ahora le esta diciendo: pero yo no era del todo esa, no se, no se si me va a entender, yo tenia flequillo y me paraba arriba de una silla y decia versos, pero era como si jugara a ser una nena con flequillo, entiende, como si me quedara afuera, viendome a la vez como me veian los demas y como no podian verme los demas (como se ve ahora, contandole a este hombre retazos de si misma con la esperanza de que el, por alguna punta, capte eso indefinible y por momentos grandioso pero por momentos, ah, tan miserable, que ella cree que es). Vivo en borrador, eso querria decirle, como si nada de lo que hago o de lo que soy fuera digno de perdurar tal como es. ?Usted sabe lo que es acostarse cada noche pensando se acabo: manana empiezo a pasarme en limpio y soy definitivamente yo, y despertarme cada dia con la certeza de que hoy tampoco, que va a ocurrir algo, algun hecho trivial que me va a retrotraer a la Irene que desprecio? A veces tengo miedo de levantarme, no se, como una paralisis en todo el cuerpo: si hago el menor movimiento estoy perdida; otra vez voy a ser vista en borrador. Pero no se lo dice y en cambio le habla de los cantos. A ella la enloquecen esos cantos tremendos, ?se ubica el? Obreras tisicas, canillitas que se mueren en el quicio de una puerta, ninas ciegas de nacimiento, esas cosas. Pero sobre todo los huerfanos, tiene todo un repertorio de huerfanos. Huerfanos a los que sus madres abandonaron cobardemente, huerfanos que piden limosna en la puerta de un palacio al que llegan hombres ricos y mujeres egoistas, huerfanos que se mueren escarchados, en fin, una verdadera galeria de huerfanos. La enloquecen.

– Yo soy huerfana, sabe.

Lo ha tomado por sorpresa: en la oscuridad, el ha levantado las cejas. Gesto leve y pasajero que no puede estar destinado a ella. ?O si? Tal vez el es tan habilidoso como para maquinar un gesto que en apariencia no esta destinado a que ella lo vea, pero justamente para que ella lo vea. Eso querria decir que el confia en su perspicacia. ?Pero sospechara que su perspicacia es tan aguda como para descubrir la maquinacion? Dios mio, como nos vamos a divertir este hombre y yo. ?Y sospechara que ella ahora tambien esta jugando? Solo que, tal vez, este es un juego mas peligroso que el de la nina con flequillo que, con ojos de candor, observaba perversamente el mundo de los adultos. Esto es todo lo contrario: esto es jugar a ser mas perversa de lo que en realidad es para que el pueda completar la imagen, ?pero no una imagen falsa?, de la adolescente que camina a su lado, capaz, al parecer, de divertirse como loca oyendose decir “yo tambien soy huerfana” como los ninos ateridos en el umbral, como los cobardemente abandonados, como los que atesoran un callado odio en la puerta de un palacio. Hecho que no atempera la congoja real, el vacio real que una manana de Reyes le dejo para siempre el viajante que le pelaba naranjas, el distraido incorregible que se fue sin que ella llegara a conocerlo de verdad pero, sobre todo -piensa la huerfanita de once anos en el velorio, observada con compasion por espectadores compungidos-, sobre todo sin que el llegara a conocerla a ella, sin que llegara a adivinar siquiera este destino de gloria con el que ella suena entre coronas y crespones mientras exhibe una impecable cara de huerfana desamparada. Lo que la vuelve doblemente mentirosa pero no menos triste. Como ahora, que calcula la admiracion que habra despertado en el hombre que camina junto a ella sin conseguir que amaine la desolacion que de golpe le llena los ojos de lagrimas. Si Alfredo Etchart lo ha advertido lo disimula muy bien; con tono burlon, acaba de decir:

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