Me vuelve San Miguel de Allende por el recuerdo de mi primera -y unica- pelea con Violeta. El remordimiento juega conmigo, Viola, Violeta, Violetera.

Primero vino lo del comedor y luego el cuento del sauna.

Pero al sauna lo precede la historia del «bulin».

Durante anos almorce sola con mi hijo Diego en la cocina de mi casa, luminosa y acogedora. Hasta que empezo lo que Violeta calificaba como «el proceso de ir haciendote inaccesible». El primer sintoma fue al regreso de una gira: sorpresivamente, le pedi a Maria, la cocinera, que a partir de ese dia pusiera la mesa en el comedor. Almorzariamos alli. Me irritaba la cercania de las empleadas, y la sola idea de que tuvieran acceso a mi desde la cocina me ponia mal. No resistia exponerme tres cuartos de hora cada dia. Si me fui al comedor, fue para que no me hablaran. Para que nadie pudiera alcanzarme.

– Cuidado, mi amor -me dijo carinosamente Andres-. Un dia podemos no encontrarte.

Era la epoca en que Violeta me llamaba «Miss No-Tengo-Tiempo-Mi-Vida-Es-Demasiado-Importante». Yo me reia, un poco molesta. Es que me sentia en deuda permanente. Mi carrera parecia meteorica y cada paso me exigia mas esfuerzo que el anterior. La contradiccion entre mi vida profesional y mi vida privada me atravesaba como una lanza envenenada. No necesito extenderme sobre este punto. Para las mujeres actuales es ya un lugar comun. Prefiero abocarme mas bien a las sensaciones: siempre acechando las llamadas que no he contestado, la gente que he dejado plantada, los requisitos basicos del carino que no he cumplido.

Llego a mi casa a encerrarme. Tengo que trabajar: las palabras se me agolpan con sus respectivas notas, vislumbro una cancion que no concreto porque no tengo las condiciones para hacerlo. Llego a mi casa y esta ya no me sirve.

Rara la oscuridad de esta casa, tantas veces me parecio la unica luminosidad posible. Entro, abro puertas, veo caras deprimidas frente al televisor, la luz del jardin malgastandose, cuerpos tirados en las camas, como desvencijados. Todos esperan que la nota vital salga de mi pobre garganta. Andres llega a comer contento y satisfecho de si mismo. A diferencia de mi, el ha tenido veinticuatro horas -las tiene cada dia- para pensar en hacer las cosas bien. Besa a los ninos con el cansancio de la satisfaccion. Y me resiento: mi relacion con los ninos esta siempre a medio filo, siempre ando zafandome de ellos para poder trabajar, y siempre adentro de la casa porque no puedo sin ellos. He optado por la presencia permanente porque le tengo miedo al abandono. ?Como es posible que lo que mas amo se convierta en lo que mas perturba mi cotidianeidad?

Entonces empiezo a pagar cada minuto de soledad. Reparto billetes: al cine todos, o al museo en el radio-taxi con helados a la salida, y cuando se cierra la puerta saboreo el silencio que han dejado atras.

– Zulema, voy a estar trabajando. Que no me interrumpan.

Pero para Zulema yo estoy en la casa. Empiezan las interrupciones. En algun momento salgo furiosa, no se adonde. Camino y me encuentro a boca de jarro con un edificio en construccion. Venden un departamento de un solo ambiente. Me ilumino. Espero a Andres entusiasmada.

– ?De que estas hablando? ?Quieres poner un bulin?

– ?Un bulin? Pero Andres, nada que ver… seria una oficina, un lugar de trabajo…

– ?Y tendrias ahi las reuniones con los musicos?

– Podria ser.

– Quizas puedas usarlo tambien para las sesiones de fotografia… ?No has pensado poner una cama?

– Por lo menos un sofa-cama para dormir siesta -le respondo con toda ingenuidad, estoy tan absorta que no percibo su ironia-. ?Y no le daria a nadie una copia de la llave! Imaginate, mi amor, el control que tendria sobre mi propio tiempo.

La discusion continuo hasta que Andres cambio la sintonia y adopto ese tono de-hombre-a-hombre con que le gusta hablarme a veces. No volvio a pronunciar la palabra bulin, pero la idea no le hizo gracia.

– No, Josefa, no. Es una pesima inversion. Esta carisimo. Ese edificio no es de construccion fina, tiene pesimas terminaciones. ?Despues no te lo va a arrendar ni comprar nadie! Y no hablemos de los gastos… ?Y quien se haria cargo de el cuando andes de viaje? ?Quien te haria el aseo? No te veo a ti en eso, terminarias metiendo a la Zulema en el departamento. Ademas, Josefa, no estan los tiempos para tener metros cuadrados de mas, con toda la gente pobre que hay, con el problema de los allegados… ?No te parece frivolo comprar un departamento para estar unas pocas horas al dia sola?

Tipica frase de Violeta… Como si se hubiesen puesto de acuerdo.

Tarde aun varios dias en darme cuenta de lo que pasaba con el y sentirme cercada. Todo adentro de la casa. Me quiere adentro, a cualquier precio. La casa y yo: unidas hasta que la muerte nos separe.

– Tiene razon en parte -me dice Violeta unos dias mas tarde-. Ya es bastante aguantar a una mujer famosa sin serlo el. Piensa que esta obligado a quedarse con los ninos cuando estas de gira, incluso con los que no son propios. Y soportarte siempre rodeada de musicos, rockeros, sonidistas, periodistas, ver como te vistes de lentejuelas para los estelares, cuando un millon de ojos escrutaran cada centimetro de tu cuerpo. No puedes exigirle tanto, Josefa. Si despues de todo es un marido…

Cerre una pieza en el segundo piso, inutilizada por no tener luz, y mande a hacer un sauna. Los demas creyeron que era afan de salud o vanidad, pero yo habia descubierto que un sauna es como un bano: un lugar de absoluta privacidad. Iba a ser el unico sitio donde nadie me dirigiria la palabra. La senora esta en el sauna, diria Zulema al telefono: ni siquiera tendria que mentir.

Instale mi sauna. Me hice adicta.

Entonces vino lo del telefono. Pedi una vez mas que me cambiaran el numero. Instale una linea extra en el living de los ninos, con el compromiso de que nadie la atenderia sino ellos. La segunda linea seria para «la casa». Acordamos con Andres no darle a nadie el numero, solo a la familia para alguna urgencia. Ambos contabamos con oficinas para ser ubicados. Con este sistema descanse por primera vez. El maldito timbre ya no sonaba y por fin podia disfrutar mi casa sin sus interrupciones, sin ese miedo constante a que me atrapasen en contra de mi voluntad. A mis amigos les decia, sin inmutarme: «Ya no tengo telefono, dejame recado con mi secretaria.»

Pero cometi un error: darle a Violeta esa misma version. No supe hacer las distinciones necesarias.

Trabajaba con Alejandro una manana en mi oficina, revisando mis contratos, cuando la secretaria nos interrumpio:

– Violeta Dasinski quiere verla.

Me sorprendi. Era muy discreta y no llegaba a mi oficina sin aviso.

Estaba sentada frente a mi escritorio. Jugaba con un lapiz amarillo y no sonreia.

– Te traje una idea para tu proxima cancion.

– ?Si?

– «The soul selects her own society. Then, shuts the door» [2] -recito con su pronunciacion perfecta-. Es de la Emily Dickinson.

– Bonito -comente desconcertada.

Pedi cafe para ambas; tenia un leve presentimiento. Entonces se levanto -largas las faldas de Violeta, gruesas sus botas- y, mirando hacia afuera por la ventana, me espeto:

– ?Te has fijado, Josefa, en tus niveles de voracidad?

Extrana la frase. Cuidadosa y calida, ella no solia hablar asi.

– ?De que estas hablando? -el tono defensivo en mi voz.

– De detalles. Sintomas. ?Te has fijado en que fumas el cigarrillo hasta el filtro, como si fuera el ultimo de tu vida?

– No me digas eso, sabes que no deberia fumar -desvie la respuesta para apaciguarla.

– Y cuando tomas vino, ?cuantas veces llenas la copa? Me refiero a cuando haces vida social.

– No me estaras acusando de alcoholica…

– No, por eso te especifique lo de la vida social. Y cuando llegas a la casa, tu misma me has contado que entras a la cocina y te comes una marraqueta entera, especialmente si estas a regimen…

– ?A que viene todo esto, Violeta?

– Llevo tres noches analizandote. Supe por tus hijos que era mentira que no tenias telefono. No contaste con la complicidad de ellos con Jacinta.

– Ah, es eso.

Se me seco la boca de pura angustia. No resisto la idea de una pelea con Violeta, no la resisto.

– Violeta, lo siento. No me juzgues, por favor. Estoy exhausta.

– Estas siempre exhausta.

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