mi y no encuentro -se me pierde- el hogar humano en que me crie. Hablo del hogar colectivo… el grande.
La verdad, Josefa, es que ya no me siento en mi hogar en este mundo.
Hubo una segunda:
Conoci a un norteamericano, se llama Bob. Es una mezcla de periodista y dentista social. En mis palabras, es un «romanceador». Ha hecho las mismas peregrinaciones mias por America Central y eso nos ha acercado.
?Sabes que Bob te conoce? Asistio a tu actuacion triunfal en el Radio City Hall, en Nueva York. Le conte que te sentiste «estrella» la primera vez que viste un compact-disc tuyo en las vitrinas de la Quinta Avenida. Hay algo de destino -?o no?- en que el haya ido a escucharte porque eras chilena (como todo gringo bien nacido, el tema de nuestro pais le interesaba) y que hoy yo me lo cruce aqui, en estas bahias del Pacifico.
Es muy raro encontrar a alguien en el planeta que sienta lo mismo que una, ?cierto?
Bob tambien penso alguna vez que podriamos crear algo parecido al cielo aqui en la tierra, que la historia no podia seguir siendo siempre la historia del sufrimiento humano.
Vuelvo a mirar la fotografia de Violeta en el diario. Sus rizos se ven despeinados. Su cuerpo destella un aura de hielo, ese cuerpo que no supo sino de calor.
La calma no ayudo a Violeta, porque no habia calma. Esta vez no la acompano su bendita esperanza.
?Es que se esfumo el ultimo bosque y yo no me di cuenta? ?Es que no la protegio de la intemperie? Quizas habia muchos bosques, Violeta se enredo en los laberintos y el ultimo quedo vacio: ella no pudo llegar en linea recta hasta el.
9.
– Soy una esclava de mi cuerpo, Josefa, y me detesto por eso.
– ?Crees que la solucion sea el matrimonio?
Lo fue, parece.
Del diario de Violeta:
La noche en que me case fue la primera de amor sin orgasmo; al reves de tantas mujeres que empiezan a acabar cuando ya saben que seran desposadas.
Al encontrarme con Eduardo, yo estaba dispuesta a recoger, como fuera, ternura sobre el hombro. A esa ternura hubiese querido aferrarme.
Eduardo se ha tomado mi casa, a pesar de que no fue mi intencion que lo hiciese. Hoy, domingo en la noche, se ha tendido arriba de la cama con un block amarillo en las manos, sentandome a mi al frente. Me ha pedido, con un tono severo, que me pusiera los anteojos. Me dicto una lista de quehaceres que debere realizar durante la semana. Todos domesticos, como llamar al maestro que tiene que limpiar las canaletas o hacerle la revision anual a la estufa del pasillo. Cuando le pregunte si bromeaba, me previno que el proximo domingo chequearia mi eficiencia. Lo he tomado como un juego.
«Aqui el intelectual soy yo», me advirtio. Supongo que solo puede haber uno para que la pareja marche.
Eduardo escribia en sus hojas amarillas sobre la mesa de fierro del jardin, despues de almuerzo, mientras yo miraba el cielo desde mi hamaca. Lo interrumpi:
– ? Como seria tu paraiso? Contestame asi, sin racionalizar.
– O sea, ?como me gustaria que fuera el mundo?
– El mundo ideal…
– A ver… -piensa un minuto y me devuelve la pregunta-. ?Que arreglarias tu de este mundo?
– ?Yo? Dos cosas. El cuerpo y los pobres: ellos evitan mi paraiso.
– ?Como asi?
– El cuerpo es el deterioro, lo perecible, lo dolorido. Y los pobres: el estigma global.
Eduardo me miro con una leve ironia y luego me despacho:
– Solo se de mi paraiso personal: esta en mi escritura. No he pensado en el otro ni me preocupa.
Hemos hecho el amor; marido y mujer amantes, perfectamente legal.
Soy el eros consumado de un Eduardo excitado y ansioso. Me excito y ansio tambien yo. Todo se desenvuelve como corresponde y pierdo la compostura, como siempre con el, y esto lo desboca como a un caballo ciego y nuestros gritos son casi una verguenza. Todo anduvo bien, hasta el momento posterior al orgasmo, a su orgasmo. ?Con razon lo han llamado alguna vez la petite mort! Acabar. Vaciarse. Descargar. El resultado: placer, alivio, paz. Y eso lo llevo directo al sueno. Directo, he dicho. No hay intervalo. Ni un abrir de ojos para decirme que me ama o, por ultimo, para mirarme amandome.
Nada. Se separa de mi como si nunca hubiese estado conmigo, se traslada a su propio bienestar, que es solamente suyo. Despues del amor, Eduardo no comparte nada. Acaba y se duerme, ese es el ciclo. Ni un rastro de ternura, de acercamiento, de cuidado. Yo me quedo en la cama con los ojos abiertos, aun impregnada de la intimidad que acabo de vivir, y no se me ocurre otra cosa que acariciarlo. Con ternura, no con pasion. Cuando lo oigo roncar, comprendo que mis caricias estan fuera de lugar. El se ha ido en el momento mismo en que el acto termino. Y yo quedo absolutamente sola, con el semen adentro, los olores colgando de mi cuerpo, mi amor dando vueltas por el dormitorio. Sin una mano amiga que me reafirme luego de la fusion que recien he vivido.
Una vez mas he sido el deposito de Eduardo, una vez mas me ha tomado y me ha dejado. Ya no le sirvo a esta hora.
Creo que la proxima vez deberia cobrarle.
Al menos, si tengo demonios es que tengo conciencia.
Hoy, mientras comiamos, le he contado divertida a Eduardo el dialogo que tuve con Josefa cuando vino del estudio a tomarse un cafe.
Josefa: No puedo entender, Violeta, sencillamente no puedo entender que tu objetivo, en general, no sea el exito.
Yo: ?Que te impresiona de eso?
Josefa: Bueno, no se… Podrias llegar muy lejos.
Yo: Es que no me interesa llegar lejos. No de esa manera, Jose. No como yo, la arquitecto. Me gustaria que el mundo llegara lejos, ?entiendes?
Josefa: No, no lo entiendo.