Esta rojo de ira. Supongo que el vuelo no tiene para cuando partir y el definitivamente no sabe manejar esta situacion, esta desbordado y las emprende contra mi. Me siento vejada. Este senor me grita y no tiene ningun derecho. ?Cual es su miedo real? ?Que yo mande una carta a las autoridades en Santiago diciendo que el encargado de Bogota es un ineficiente y que ademas no sabe manejar las situaciones de emergencia, que pierde por completo la compostura y le habla a gritos a una persona que tiene millones de interlocutores?

– ?Usted esta cometiendo abuso de poder!

?Me voy a encargar de que la embajada lo sepa! -el tipo no logra contenerse.

– ?De que abuso me habla? ?Es usted el que esta abusando!

– ?Las estrellas! -bufa, fuera de si, y se retira con grandes pasos al refugio de su oficina.

El personal detras del mostrador quedo mirandolo a el, no a mi. Un argentino, el unico viajero que esta a mi lado, me dice divertido:

– Che, ?asi es que vos sos Josefa Ferrer! Debo agradecer la informacion que nos han dado, estoy encantado de conocerte. De paso, deciles a tus compatriotas que cuiden mas la seleccion de su personal en las lineas aereas.

Estoy furiosa. Jamas me he aprovechado de ser quien soy, es lo ultimo de lo que pueden culparme. El argentino me invita a un cafe.

– Tengo una tarjeta para hacer llamados internacionales. Te la presto.

Gracias a el pude alcanzar a Violeta aun en su casa y explicarle la situacion; lo tomo alegremente.

– Tengo una estupenda idea -me dice, alentandome-: dejo a la familia aqui y me voy sola a Ciudad de Guatemala. Pido una habitacion en el hotel El Dorado, esta cerca del aeropuerto y te va a gustar. Me instalare ahi con un buen libro hasta que llegues, no importa la hora. Y de paso nos viene regio pegarnos una conversa solas antes de llegar a la casa. ?Te tinca, Jose?

– Si, me tinca.

Sonrio, me calmo y vuelvo donde el argentino que me ha salvado.

Como decia, me niego a reflexionar frente a la tormenta del cielo. Mi cansancio es enorme, necesito dejar a la cantante en este avion y bajarme otra. Otra que me caiga bien, como esa nina de los timidos ojos oscuros a la que le pusieron una prueba de matematicas sobre el escritorio en el colegio, la miro, no supo una sola respuesta, y sintio como, desde el closet de la sala, al lado de su pupitre, esa companera nueva de los lentes puntiagudos, con quien nunca habia hablado, desde el closet donde se escondia porque le daba una lata feroz participar en la clase, le pasaba una hoja con la prueba hecha; se saco un siete, y por esa razon asistio a su fiesta de cumpleanos. Si, esa nina que le preguntaba asustada a la otra, un par de anos despues, si seria cierto que a Adan y a Eva los habian echado del paraiso por tratar de tener una guagua, si seria ese el famoso pecado.

Esa nina, crecida ya, llega a este pais que no conoce con la ilusion de que algo nuevo puede aguardarla aun en su vida. Se va al hotel El Dorado, se encuentra con su amiga en la habitacion, que por cierto esta llena de flores y con una botella de champana, se abrazan como dos hambrientas, llaman veinte veces al room service durante la noche, no se mueven de sus respectivas camas ni duermen, y ella suelta sus amarras y habla y habla todo lo que ha guardado desde el dia en que nacio frente a la unica persona con quien puede hacerlo.

Y en eso se les fue la noche entera.

8.

Violeta vive en la Sexta Calle Oriente, pero en la ciudad todavia la llaman por su nombre original: la Calle de los Peregrinos. Es una antigua casa colonial, de muros ocres, cerrada hacia afuera, enorme y colorida hacia adentro. Al que entra lo asaltan, inesperadamente, amplios espacios, empezando por el clasico jardin: flores de todos colores, plantas exuberantes que no conocemos ni de nombre en nuestro sur lejano, pasto muy verde, y algun arbol grande en un costado, en este caso un cedro. De los cuatro muros que componen este gran rectangulo, solo uno no esta construido con los corredores amplios y amoblados: el que alberga la fuente de agua.

– La unica diferencia entre la arquitectura antiguena y la espanola es que aqui las fuentes no estan al centro del jardin, sino adosadas a un muro -me explica Violeta.

El color del estuco es rojo, ese rojo colonial que no llega a ser terracota. El muro de la fuente es blanco, con una linea del mismo rojo atravesandola en el borde, en su mismo nacimiento. El agua se corta solo de noche.

Miro el numero de puertas que dan a los corredores.

– ?Que haces con tal cantidad de piezas? – le pregunto, casi con envidia. Recuerdo la casa de la calle Gerona y ella diciendome: nunca sobran los metros cuadrados, nunca.

Me senala el corredor, a la izquierda del gran porton.

– Es facil, no te vas a perder. Toda esa ala es nuestra: de Bob y mia. Este pano, frente al muro de la fuente, es espacio comun. Detras de la cocina estan los servicios, que incluyen un lavadero de piedra, de los tradicionales, ya lo veras. Tierna odia la lavadora, le gusta lavar sobre la piedra.

Avanzamos hacia el ala derecha, la de los ninos y los invitados. Mientras me va mostrando los dormitorios de Jacinta y del pequeno Gabriel, diviso una guitarra inclinada sobre una silla en la pieza de Jacinta. Un escalofrio: no la tocare jamas, me digo casi enojada. Avanzamos, observo a Violeta: se desliza sobre esos espacios como un cuerpo que se siente a sus anchas. Le cuelgan del escote sus eternos anteojos «a lo Mia Farrow», como los llamo anos atras, y ella conserva esa mirada lejana y distraida que le da el astigmatismo. Y aunque me han dicho que en Antigua nunca hace frio, mantiene el habito de vestirse con colgajos; diversas y ricas telas ondulan a medida que camina, sea a manera de bufanda, de panuelo, de cinturon o de manta. Metros cuadrados de casa, metros de tela sobre el cuerpo: abundancia y diversidad de espacios y texturas. Entre ambos dormitorios, una salita sonada, con patio de luz todo en piedra, ilumina el sector.

– ?Y de quien es esta pieza? -paso del dormitorio de Gabriel a otro, evidentemente varonil.

– De Alan, el hijo de Bob. Viene a vernos dos o tres veces al ano. Es como de la edad de Borja.

Veo algunas prendas conocidas sobre la alfombra, pero mas que las prendas reconozco esa forma de tirar la ropa al suelo.

– ?Aqui aloja Borja?

– Si. Como esta vacia casi todo el ano, los amigos de Jacinta la ocupan. Pero vamos al fondo, quiero que conozcas tu dormitorio.

– ?Es el «dormitorio oficial de alojados»?

– Llamalo asi. Pero pense en ti y en Andres al arreglarlo. Imaginate la emocion que siento, ?por fin lo vas a usar!

Veo mis maletas. ?Quien las bajo? No puedo dejar de tenderme sobre esa cama invitadora, ancha, adosada a dos gruesas columnas de madera.

– Aparentemente es espanola, del siglo pasado. Si el anticuario que le consigue los muebles a Bob es serio, dormiras sobre una reliquia.

Las puertas estan abiertas hacia el corredor y respiro el olor de las plantas. Entonces descubro en mi velador una rara flor, es rosada y sus hojas verdes son gruesas, firmes y erectas.

– ?Que es esta maravilla? Nunca he visto una igual.

– Es una orquidea, su nombre es cattleya. De esta zona Las orquideas se dan maravillosas por aqui.

Me levanto, conmovida. Abrazo a Violeta.

– Eres la de siempre. Los pequenos detalles…

Sonrie. Se ve tan bella. No ha envejecido, no tiene ni una arruga mas que hace tres anos. Tampoco canas.

– Ven, te quiero mostrar mi parte.

– Esperate, dejame mirar el bano -abro esa puerta y me encuentro con un bano entero de ladrillo y ceramica pintada, como solo he visto en Mexico o en Sevilla. Una antigua viga de madera oscura pareciera sujetar el sector de la tina que, por cierto, lleva tambien una linea de ceramica.

– ?Es precioso, Violeta! Tiene que haberles costado una fortuna arreglar esta casa.

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