– Bueno, la de Nunoa se vendio bien, ?te acuerdas? ?Era tan linda! Con esa plata compramos esta. El arreglo, casi tan caro como la compra, lo financio Bob, con planos y diseno mios. Fue una aventura de a dos, yo sola no habria podido.

– Y al final cumpliste tu sueno de hacerte una casa en uno de los lugares de los que te habias enamorado.

– Me la hice aqui, ya que nunca pude en el Llanquihue. Siento cada ladrillo tan mio, Josefa. Y solo la tengo hace dos anos. Es como que fue y sera mi casa para siempre.

– ?Te atreves a usar esas palabras todavia? ?Para siempre?

– Si -deja entrever un leve tono de disculpa-. A pesar de todo, me atrevo.

Nos vamos al ala izquierda, la suya. No pude sofocar mis exclamaciones. Su mano esta presente en todo, tanto en los gruesos rasgos de la arquitectura como en los pequenos detalles.

La habitacion era enorme. ?Cuantos cabrian en esa cama? Un arco con una puerta hecha solo de barrotes alineados, en madera torneada, dejando pasar el aire y la luz entre ellos, separaba el dormitorio del escritorio; una separacion mas sicologica que real. Reconoci, en un costado, el baul de mimbre. Vi libros y libros, altos muebles de suelo a techo, con una pequena escala. Sillones floreados, dos grandes mesas que hacian de escritorios, cuadros y tapices en los muros. Me vino a la mente la galeria de Nunoa, por su luz y la calidez de la madera, la chimenea preparada para las tormentas y el escritorio enfrentando el fuego, con papel fresco y bonitas encuadernaciones en su superficie. Era el suyo, no me cupo duda. Me acerco y leo la hoja en que esta trabajando:

GUARECER/ acoger a uno, ponerlo en seguridad

guardar, conservar una cosa

curar, medicinar

refugiarse, ponerse en alguna parte

para estar en seguridad

– Ya, Jose, no seas fome, estamos mirando la casa…

– Y esa puerta detras de los libros, ?adonde lleva?

– A mi taller. Ahi no entra nadie.

Y me condujo a ese espacio -una sola luz, luz por todos lados, toda la luz- rodeado por un pequeno jardin interior y envuelto en el canto de los pajaros. Dos de las cuatro murallas estaban hechas de puro vidrio. Era un espacio casi escondido, amplio y vacio. Habia varios telares de distintos tipos y tamanos; lanas, sedas, hilos, tambien cordeles y otros materiales crudos. Y al centro de la habitacion, un bastidor enorme, aproximadamente dos metros por tres, con un tapiz a medio trabajar. Pude distinguir amplias areas de color, y pequenas areas totalmente bordadas con flores de todos los colores, apretandose en un costado.

– Tecnica mixta -me anuncia antes de que yo pregunte, con una mano en la cintura, mirando su trabajo como si fuera el de otro.

Un carrusel de colores.

– Violeta, ?este es el paraiso!

– ?No es cierto? -respondio animosa-. Por fin he dado con el lugar. Violeta y los lugares.

Mire largamente sin decir palabra, como si antiguas percepciones por fin cuadraran dentro de mi mente.

– Ven. Quiero llevarte a otro lugar de la casa -dijo ella-. Despues podras venir al taller, prometo dejarte entrar.

Me acarreaba hacia la culminacion de su felicidad con la arquitectura: la enorme azotea. Al medio, un antiguo torreon sobresalia en ese espacio plano y ancho.

– Es el techo de la cocina, no creas que es un campanario.

Extendi la vista a las tejas aledanas, un bano de tejas mezclandose con el verde de los cerros, y al fondo, majestuoso, el volcan. El Volcan de Agua.

Como si siguiera mi vista paso a paso, Violeta me dice con una voz mas intima:

– ?Sabes? Cuando a veces no amanezco bien y creo que me estoy perdiendo algo del «amplio mundo», subo a esta azotea y miro al volcan. Creeme, Josefa, mirar el volcan me basta. Me apacigua y me alienta. No hay pena que no se lleve. En un dia normal, el volcan me alegra. Es un elemento esencial para todos los que vivimos en Antigua.

– Y te recordara los volcanes del sur de Chile, ?verdad?

– Es raro, mis lugares siempre llenos de volcanes…

Violeta tienta a la naturaleza. ?No es extrano que con su historia elija vivir entre ellos? ?No es, acaso, una provocacion? ?Que pensaria de ellos Cayetana? Me muestra tambien el Volcan de Fuego y el Acatenango.

La mire, su cuerpo erguido sobre la ciudad, y se me antojo una reina. Antigua, habia dicho, la Bella Durmiente de America. Amaba a su durmiente y deseaba cuidarle el sueno. Para ser la mujer que era, y haber hecho lo que hizo, y haber vivido lo que vivio, me parece una persona demasiado entera. Violeta: ?viva y tanta muerte!

– ?Ves esa iglesia, donde flamea una bandera amarilla? -me interrumpe-. Es San Francisco. El hermano Pedro esta enterrado ahi, el santo de los pobres. Aun no es un santo oficial, pero parece que lo van a canonizar luego. A el iremos a pedirle por Andres.

Me sente en el campanario -llame asi al techo de la cocina- para empaparme de sol, y contemple lentamente mi entorno. ?Seria cierta esta belleza o alguien iba a despertarme para decir que era solo un sueno? Viniendo de Ciudad de Guatemala, trasnochadas y con el corazon abrigado, tanto cerro verde en el camino a Antigua empezo a apaciguarme. Ya arribando a la meseta, me llene de calma. Sorprende que a media hora de la capital se encuentre un rincon del mundo donde la historia se detuvo. Amplias casonas, calles empedradas, algunas iglesias en ruinas, otras en pie, la arquitectura del siglo dieciseis, la uniformidad de la epoca, la ausencia de modernidad, me introdujeron a esta joya a la que he llegado casi de rodillas, esperanzada de su piedad.

Su quietud… ?podra curarme?

– ?A que aspiras ahora que lo tienes casi todo? -pregunto.

– A que mi carga sea cada dia mas ligera.

– Dios te salve, Violeta.

9.

Chichicastenango no es un lugar, es una experiencia.

La definicion es de Violeta, y tuvo razon.

Aunque la ciudad empezaba a funcionar a las seis de la manana, me negue a cambiar mis habitos. Violeta me llevo un cafe al dormitorio cerca de las ocho, ya duchada, vestida y desayunada. Se ha transformado en una nativa, pense.

– No es que todo Guatemala tenga buen cafe. Es un privilegio de Antigua. Estamos rodeados de cafetales.

Partimos, ella al volante, a conocer el famoso pueblo en la montana que cada jueves y domingo se transforma en un mercado. Pueblo-mercado, el mas bonito de America, opina Violeta sin vacilar, ?hasta Mexico se lo quisiera! Y eso no es poco decir.

En ese camino serpenteante las micros aparecian de pronto, como una amenaza.

– Un dia averigue sobre las micros a Chichicastenango -me cuenta-, y el chofer me dijo que solo salia con la suya los domingos, porque ese era el unico dia en que no habia control sobre los neumaticos. Los tenia totalmente lisos. ?Que te parece?

A medida que avanzabamos me deje subyugar por el paisaje: enormes barrancos, verdes acantilados, bosques orgullosos. ?Donde estara Andres? Falte anoche a mi propia promesa y lo llame. Espere y espere con la garganta seca, escondida de Violeta. Nadie respondio. Eran las doce de la noche en Chile. ?Que le habria dicho si atendia? Me queda el panico, la fantasia de sus manos en otro cuerpo, pero tambien la dignidad del silencio. ?Cual pudo haber sido la nota? Llantos, condenas o un solo grito: que viniera a salvarme.

Violeta me senala una caseta de barro redonda, con pequenas ventanas, como las que uno se imagina de los

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