centinelas en la Edad Media.
– ?La ves?
– Si, he visto varias iguales.
– Bueno, esos eran los puestos de vigilancia que usaba el PAC durante la guerrilla. Es un cuerpo de defensa civil que se creo para «defender a la poblacion». Ahora que no hay guerrilla, nadie sabe que hacer con ellos. Estan armados hasta los dientes y se han convertido en un verdadero lastre, un peligro. No te quepa duda de que estan metidos en los secuestros y en varios de los dramas delictuales de este pais.
Es la Violeta de siempre. Me sonrio. Aun la apasionan todas aquellas causas, entre perdidas y solidarias. Sea como sea, estara con los guerrilleros. Recorde cuanto me impacientaba antes su falta de escepticismo, y noto extranada que no le pido otra cosa: ya no me molesta. No es que con el mio me haya ido muy bien, despues de todo. Y siento un inmediato alivio.
– ?Todavia te emocionan los himnos? ?Sigues llorando con los villancicos y la Cancion Nacional?
– Si, aunque me creas una loca -contesta riendo, sin desviar los ojos del camino.
Mi tono cambia:
– ?No te da miedo vivir en este pais?
Posa sobre mi una mirada significativa:
– ?Y no te dio miedo a ti vivir los ultimos veinte anos en el tuyo?
Titubeo. En este tema, prefiero no errar con cualquier espontaneidad. Pero Violeta no me espera y arremete:
– Este pais tiene tantas heridas como el nuestro, pero estan a la vista. Su inmundicia se ve a la luz del dia. Habra aire para secarlas, me parece. No se esconden detras de una venda protectora, destinada a disimularlas. La pestilencia se huele; las heridas de Chile, en cambio, son asepticas. Dime, ?cuales podran sanar antes?
– No me sermonees, Violeta. Estoy mas cerca de ti de lo que te imaginas. En Chile empezaron «los nuevos tiempos» y se acabo, aparentemente, la transicion. Todo esta bien. Parece normal. Los empresarios producen, los politicos se dedican a la politica, los estudiantes estudian, los obreros trabajan. Las cosas marchan. Tenemos todo lo gris de la eficiencia, pero ahora todo es competencia y estamos muy secos. En el fondo, es una lata.
– La transicion… -murmura concentrada- Una cosa debiera habernos ensenado: que hay que volver a la categoria de los buenos y los malos. Cualquier otra sutileza da para entregar o perder el alma.
– Quizas tengas razon. Lo que es yo, me canse de relativizar. No me sirvio para nada.
Entramos en un silencio hermetico que a ambas nos viene bien.
Por varios kilometros me obsesiono con el verde del paisaje. Llame una hora mas tarde anoche, asustada de que Violeta fuera a sorprenderme en este acto de control pueril, innecesario. Nada. Vacia esa cama con el telefono en el velador. ?Que voy a hacer, Dios mio? No puedo perderlo, no existo si no es en el. Siento sus manos en mi pelo… Vuelven las nauseas, infinitas mis ganas de deshacerme de este miedo, esta pesadilla. Andres, ?voy a naufragar!
Trato de volver. Por fin, decidida a estar donde estoy, pregunto:
– ?Que significa el nombre de este pueblo, tan dificil? Quiero decir, el pueblo al que vamos. Casi no puedo pronunciarlo.
– ?Chichicastenango? Tenango es «el lugar». Las chichicas son esas plantas que estan en el camino, las ortigas. El lugar de las ortigas. Como Quetzal tenango, el lugar del quetzal. El quetzal, aparte de ser la moneda nacional, es un pajaro. Ya lo veras en los bordados, es un icono infinitamente repetido. Es el espiritu de Guatemala. Es como nuestro condor -se rie-, pero es mas bonito el quetzal, y mas amable.
– Me impresiona la pobreza, Violeta -comento al mirar por la ventanilla del auto-. Pero me ensenaron los ninos que, pobreza o no, todo precio debe negociarse en este pais. ?Es cierto?
– Todos lo hacemos, yo tambien lo hacia. Hasta que un dia, en el mercado de Antigua, luego de una negociacion muy dura, el hombre, cansado, me dice que bueno, que quedemos en el precio que yo ofrecia. Cuando le pase los escualidos billetes, me dijo: «Se lo vendo nomas porque tengo hambre.»
Llegamos al pueblo alrededor de las once y media. Mis ojos quedaron casi cegados, encandilados como los de Moises cuando vio la zarza ardiente. La fiesta de colores con que me encontre no es descriptible. Simplemente, los oros, sepias, tierras, verdes olivos, azules, lilas y morados, en toda su gama, me inundaron desde los cientos de puestos de artesania. Uno tras otro, pegaditos, era imposible enumerarlos o distinguir donde comenzaba uno y terminaba el otro.
– Aqui siempre encuentro inspiracion -dijo Violeta al ver mi cara-. Vamos, mas tarde vendremos al mercado. Ahora quiero llevarte a la iglesia de Santo Tomas. Ven.
Caminamos un rato por calles escarpadas y aparecio de pronto la iglesia, magnifica con sus escalones de piedra pura, ese color gris de la piedra verdadera. Al frente vi otra iglesia.
– ?Vamos a visitar las dos?
– No, solo esta. La que ves al frente es de ellos, de los indigenas. Se llama El Calvario. Alli van a encontrarse con el Sajorin o Chukajau. Es el sacerdote mayor de los mayas, el mas sabio y mas anciano, y a veces el mas prospero. Lo visitan en la iglesia y el les da consejos y los cura. Seria como una falta de respeto entrar ahi, yo nunca lo he hecho.
– No entiendo: si las dos iglesias son catolicas, ?por que hablas de ellas como si fueran propiedad de los indigenas?
– Porque lo son. Los espanoles no fueron tan tontos, despues de todo. Acuerdate de que la Iglesia Catolica les reconocio solo en 1542 el derecho a tener alma, como el resto de los humanos. Se sintieron satisfechos con la rara mezcla que lograron entre su Dios y los dioses indigenas. Por ejemplo, Santo Tomas era un templo maya y los espanoles no lo destruyeron. Hicieron su iglesia encima, respetando a los antepasados mayas enterrados en los suelos de su iglesia catolica. ?Fijate como oran los indigenas! Oran hacia el suelo, ellos saben que los dioses mayas estan enterrados ahi abajo.
Las gradas de la iglesia casi no se veian por el humo del copal -el incienso- que lo invadia todo. Note una de las zapatillas de Violeta desabrochada; estaba a punto de pisarsela.
– Levanta el pie, Violeta.
– Ah -se rio-, es que como Bob no esta… El me las abrocha.
Violeta nunca aprendio a anudarse los cordones de los zapatos. «Nadie me lo enseno», se defendia, «y ya es muy tarde para aprender esos actos mecanicos.» Mil veces tuve que pedirle, a traves de nuestra historia, que subiera el pie, al verla a punto de tropezar. Parsimoniosamente, yo le hacia la rosa. Y al repetir ese gesto, en este pueblo lejano, comprendo que Violeta y yo somos las de siempre. Aparentemente tan cambiadas y sin embargo las de siempre. Y en cien anos mas diria lo mismo, estoy segura. Ese sentimiento me conforta.
Entramos en la gran nave de Santo Tomas, oscura, con pocos bancos. En el pasillo central vi varias agrupaciones de velas, pegadas al suelo, y a los indigenas orando en voz alta, cuidando sus velas, entre esperma endurecida y petalos de flores derramados. Mire hacia el altar y me divirtio que al Cristo no le hubiesen asignado el lugar central; estaba a un costado. Me emocionaron el fervor y la devocion. Andres vuelve a mi mente, sin nauseas, solo un dolor agudo en mi pecho, sin miedo. Cuando llame por tercera vez y no paso nada, me sente a llorar, apretando el telefono contra mi pecho. ?Tengo que poder, no debo hundirme! Miro al Cristo vestido con ropas de tela y le suplico: ?Senor, dame fuerzas! Mi cuerpo se distiende y por un segundo algo indoloro parece emerger…
– ?Que extrana iglesia! Esto no es un ritual catolico.
– Los catolicos han sido tolerantes aqui, cosa rara…
– ?Como?
– Antes incluso permitian unos rituales con el aguardiente. Entraban los indigenas con su botella, que usaban para acercarse a Dios…
– ?El aguardiente para acercarse a Dios? -estoy consciente de mis preguntas de turista estupida, pero a Violeta no le importa. Estoy transportada.
– …porque Dios es espiritu, y al beber el alcohol el espiritu se libera. Antes ellos entraban a la iglesia, tomaban el aguardiente y tiraban tres escupos. El primero a la izquierda, para su dios Maximon. El segundo, a la derecha, para la familia maya que cuida al Dios. Y el tercero al centro, para si mismos. ?Te imaginaras el piso de la iglesia con todos esos escupos de alcohol!
– Pero Violeta, eso es paganismo.
– No es paganismo. Es misticismo.
