lo que habia ocurrido. Por primera vez desde que nos habiamos casado senti gratitud hacia sus horripilantes insectos.
?Pensaba en Ernesto? Claro que si, practicamente no hacia otra cosa. Pero pensar no es la palabra adecuada. Mas que pensar, existia por el, el existia en mi, en cada gesto, en cada pensamiento, eramos una misma persona. Al dejarnos habiamos quedado de acuerdo en que la primera en escribir seria yo; para que el tambien pudiese hacerlo yo tenia que conseguir antes la direccion de alguna amiga de confianza para que alli me enviase sus cartas. Le envie la primera carta el dia anterior al dia de los muertos. El periodo siguiente fue el mas terrible de toda nuestra relacion. En la lejania, ni siquiera los amores mas grandes, los mas absolutos, se libran de la duda. Por las mananas abria de golpe los ojos en la oscuridad y me quedaba inmovil y en silencio al lado de Augusto. Eran los unicos momentos en que no tenia que ocultar mis sentimientos. ?Y si Ernesto, me preguntaba, solo fuera un seductor, uno que en las termas, para combatir el tedio, se divertia con las senoras solas? A medida que pasaban los dias sin que llegase una respuesta, esta sospecha se transformaba en certeza. «Muy bien -decia entonces para mis adentros-, si el asunto ha sido asi, incluso si me he comportado como la mas ingenua de las mujerucas, no se ha tratado de una experiencia negativa ni inutil. Si no me hubiese entregado habria llegado a la vejez y a la muerte sin enterarme jamas de lo que una mujer puede llegar a sentir.» Te das cuenta de que, en cierto sentido, trataba de anticiparme para atenuar el golpe.
Tanto mi padre como Augusto notaron el empeoramiento de mi humor. Reaccionaba bruscamente por naderias, apenas uno de ellos entraba en una habitacion yo me marchaba a otra, necesitaba estar a solas. Constantemente repasaba las semanas que habiamos pasado juntos, freneticamente las examinaba minuto tras minuto para encontrar algun indicio, alguna prueba que me impulsara definitivamente en una u otra direccion. ?Cuanto tiempo duro ese suplicio? Un mes y medio, casi dos. Una semana antes de Navidad, llego por fin al domicilio de aquella amiga que hacia el papel de puente una carta: cinco paginas escritas con una caligrafia grande y airosa. Repentinamente volvi a sentirme de buen humor. Entre escribir y aguardar las respuestas volaron el invierno y la primavera tambien. La idea fija que tenia, el pensamiento puesto en Ernesto, alteraba mi percepcion del tiempo, todas mis energias se concentraban en un futuro indefinido, en el momento en que podria volver a verlo.
La profundidad de su carta me habia brindado seguridad acerca del sentimiento que nos unia. El nuestro era un amor grande, grandisimo, y como todos los amores verdaderamente grandes tambien estaba en buena medida lejos de los sucesos estrictamente humanos. Tal vez te parezca extrano que la prolongada lejania no nos provocase un gran sufrimiento, y tal vez decir que no sufriamos en absoluto no sea exactamente la verdad. Tanto Ernesto como yo sufriamos por ese forzoso distanciamiento, pero era un sufrimiento que se mezclaba con otros sentimientos, detras de la emocion de la espera el dolor pasaba a un segundo plano. Eramos dos personas adultas y estabamos casados, sabiamos que las cosas no podian ser de otra manera. Probablemente, si todo eso hubiera ocurrido en nuestros dias, despues de menos de un mes yo le habria pedido a Augusto la separacion y Ernesto se la habria pedido a su mujer, y ya antes de Navidad habriamos estado viviendo bajo el mismo techo. ?Hubiera sido mejor asi? No lo se. En el fondo, no consigo quitarme de la mente que la facilidad de las relaciones trivializa el amor, que transforma la intensidad del arrebato en una infatuacion pasajera. ?Sabes que es lo que ocurre cuando al preparar una tarta mezclas mal la harina con la levadura? La tarta, en vez de elevarse de manera uniforme, se levanta solo por un lado, mas que levantarse estalla, la masa se rompe y chorrea como lava fuera del molde. Asi es la unicidad de la pasion. Se desborda.
Tener un amante y conseguir verse con el no era cosa sencilla en aquellos tiempos. Ciertamente era mas facil para Ernesto: al ser medico siempre podia inventarse un congreso, unas oposiciones, algun caso de urgencia; pero para mi, que no tenia otra actividad que la de ama de casa, era casi imposible. Tenia que inventar alguna clase de compromiso, algo que me permitiera ausencias de pocas horas o incluso de unos dias sin levantar sospecha alguna. Por lo tanto, antes de Pascua me inscribi en una asociacion de aficionados al latin. Se reunian una vez por semana y frecuentemente llevaban a cabo excursiones de caracter cultural. Conociendo mi pasion por los idiomas clasicos, Augusto no sospecho nada ni puso objecion alguna: mas aun, se alegraba de que volviera a recobrar los intereses de antano.
Ese ano el verano llego en un abrir y cerrar de ojos. A finales de junio, como todos los anos, Ernesto se fue a las termas y yo, con mi padre y mi marido, me dirigi al mar. Durante aquel mes logre convencer a Augusto de que no habia dejado de querer tener un hijo. El 31 de agosto, bien temprano, con la misma maleta y el mismo vestido del ano anterior, me acompano a coger el tren hacia Porretta. Durante el viaje, a causa de la excitacion, no logre estarme quieta ni un instante. A traves de la ventanilla veia el mismo paisaje que habia visto un ano antes, y, sin embargo, todo me parecia diferente.
Me quede en la localidad termal tres semanas, y en esas tres semanas vivi mas y mas profundamente que en todo el resto de mi existencia. Un dia, mientras Ernesto estaba trabajando, al pasear por el parque pense que en ese momento lo mas bello seria morir. Parecera raro, pero la maxima felicidad, al igual que la maxima desdicha, trae consigo siempre este contradictorio deseo. Tenia la sensacion de estar en la ruta desde hacia mucho tiempo, de haber caminado durante anos y anos por sendas abruptas, a traves de matorrales; para avanzar me habia abierto un estrecho sendero con un hacha; avanzaba y de todo lo que habia a mi alrededor -salvo lo que estaba ante mis pies- nada habia visto; no sabia adonde estaba yendo, ante mi podia haber un abismo, un barranco, una gran ciudad o un desierto; despues, de pronto, el matorral se habia abierto, sin darme cuenta habia ascendido hacia lo alto. Repentinamente me encontraba en la cumbre de una montana, el sol acababa de asomar y ante mi, con diferentes esfumados, otras montanas se escalonaban hacia el horizonte; todo era de un color azul celeste, una ligera brisa acariciaba la cima, la cima y mi cabeza, mi cabeza y dentro de ella mis pensamientos. Desde abajo ascendia de vez en cuando algun rumor, el ladrido de un perro, el repicar de las campanas de alguna iglesia. Cada cosa era al mismo tiempo leve e intensa. En mi interior y fuera de mi todo se habia vuelto claro, ya nada se superponia, nada se convertia en sombra, yo no tenia ya ganas de volver a bajar, de meterme en la maleza; queria zambullirme en ese color celeste y quedarme alli para siempre, dejar la vida en el momento mas alto. Conserve aquel pensamiento hasta la noche, cuando llego el momento de volver a ver a Ernesto. Pero no me atrevi a comentarselo durante la cena, tenia miedo de que se echase a reir. Solamente mas tarde, cuando vino a mi dormitorio, acerque los labios a su oido para hablarle. Queria decirle: «Quiero morir.» ?Sabes que le dije, en cambio? «Quiero un hijo.»
Cuando me marche de Porretta sabia que estaba embarazada. Creo que tambien Ernesto lo sabia, los ultimos dias estuvo muy turbado, confundido, frecuentemente callado. Yo no, en lo mas minimo. Mi cuerpo habia empezado a modificarse desde la manana siguiente a la concepcion, repentinamente el pecho se me habia vuelto mas voluminoso, mas compacto, y la piel del rostro mas luminosa. Es verdaderamente increible que poco tiempo tarda el fisico en acomodarse al nuevo estado. Por ese, puedo decirte que, aunque todavia no habia hecho los analisis, aunque el vientre todavia se veia plano, yo sabia muy bien que era lo que habia ocurrido. Me sentia de pronto invadida por una gran luminosidad, mi cuerpo se modificaba, empezaba a expandirse, a volverse poderoso. Antes de entonces nunca habia experimentado nada que se pareciese a eso.
Los pensamientos graves solamente me asaltaron cuando me quede sola en el tren. Mientras estuve junto a Ernesto no tuve ninguna duda sobre el hecho de que tendria aquel nino: Augusto, mi vida en Trieste, las chacharas de la gente, todo estaba muy lejos. Pero en aquel momento todo ese mundo se estaba aproximando, la rapidez con que avanzaria el embarazo me imponia tomar decisiones cuanto antes, y, una vez asumidas, mantenerlas para siempre. En seguida comprendi, paradojicamente, que abortar resultaria mucho mas dificil que tener el hijo. Un aborto no habria pasado inadvertido para Augusto. Y ?como podia justificarlo ante sus ojos despues de haber insistido durante tantos anos en mi deseo de tener un hijo? Ademas, yo no queria abortar, esa criatura que estaba creciendo dentro de mi no habia sido un error, algo que hubiera que eliminar cuanto antes. Era la realizacion de un deseo acaso el deseo mas grande y mas intenso de mi vida entera.
Cuando se ama a un hombre -cuando se le ama con la totalidad del cuerpo y del alma-, lo mas natural es desear un hijo de el. No se trata de un deseo inteligente, de una eleccion fundada en criterios racionales. Antes de conocer a Ernesto me imaginaba que queria tener un hijo y sabia exactamente por que lo queria, cuales serian los pros y contras de tenerlo. En palabras pobres, era una eleccion racional, queria tener un hijo porque habia llegado a una determinada edad y me sentia muy sola; porque era una mujer y si las mujeres no hacen nada, por lo menos pueden tener hijos. ?Comprendes? Para comprar un automovil habria adoptado exactamente el mismo criterio.
Pero cuando aquella noche le dije a Ernesto: «Quiero un hijo», se trataba de algo absolutamente diferente y todo el sentido comun estaba contra esa decision; sin embargo, esa decision era mas fuerte que todo el sentido