– Vaya problema.

– Terrible -sentencio-. De hecho, he empezado a doblarla a las… -Hizo una pausa mientras consultaba el reloj. Irv llevaba uno de esos vistosos relojes-cronometro del tamano de una galleta, que no solo dan la hora, la temperatura y la presion barometrica, sino que ademas analizan la composicion del aire e informan de la presencia de formas de vida alienigenas. El mismo lo habia montado con el instrumental ofrecido en las paginas finales de la revista Popular Science-. Hace veinte minutos. Bueno, y tu, ?que tal estas?

– Bien -respondi-. Aunque tambien podria estar mejor. -Me sente en el canape de cretona amarillo claro, con un dibujo de rosas rojas trenzadas en un enrejado, que habia condenado a mi viejo sillon verde al exilio en mi estudio-. ?Como esta Emily?

– Bien. Te pasaria con ella, pero en este momento no esta aqui. Ha ido a la ciudad con su madre, para unas compras de ultima hora. Escucha, Grady, ?sabes que dia es hoy?

– ?Sabado?

– Hoy es erev pesach. La primera noche de la pascua judia.

– Es cierto -recorde-. ?Felices pascuas!

– Grady, esta noche celebraremos el seder. [13]

– Lo se.

– Ha venido Deborah; llego ayer por la noche. Phil y Marie vendran en coche desde Aberdeen.

– Aja.

– Empezaremos cuando se ponga el sol, por supuesto, que hoy sera a las… Un momento. -Otra pausa, durante la cual, supuse, consulto su infalible Chronotron 5000-. A las seis y dieciocho minutos.

– Si, bueno… -dije-. Irv, escucha, yo… estoy liado con el festival literario, ?sabes? -Habia pasado unas mil horas hablando con Irving Warshaw sobre temas que iban desde el beisbol a las carreras de galgos pasando por las placas tectonicas que habia bajo el Estado de Israel, pero jamas le habia dicho ni una palabra sobre las secretas fuerzas geologicas que deformaban la situacion de mi matrimonio con su hija. A Irv no le interesaba discutir sobre sentimientos humanos; se limitaba a mostrarse triste en los funerales, orgulloso de Israel, decepcionado de sus hijos y feliz el Cuatro de Julio. No tenia ni idea de lo mucho que lo apreciaba-. Lo celebramos cada ano.

– Ya se en que consiste -dijo.

– Vale, pues tengo que asistir a un monton de seminarios, conferencias y demas. -Iba a decirle que tenia que pronunciar una conferencia, pero me contuve. Aunque, sin duda, no siempre le habia dicho la verdad, lo cierto es que nunca le habia mentido-. Y no creo que pueda escaparme.

– No -dijo el-. Lo comprendo.

Su voz sonaba un poco sepulcral.

– ?Te encuentras bien, Irv?

– Perfectamente -respondio-. ?Sabes?, el pesach siempre cae el dia despues del…, del aniversario… de Sam. Del aniversario de su muerte.

Habia olvidado aquella desafortunada coincidencia de fechas del calendario lunar que se producia cada ano, a pesar de que en realidad Sam se habia ahogado a finales de abril.

– ?Oh! -exclame, y chasquee la lengua-. Suyahrzeit. [14] Se trata de eso, ?no?

– Exacto -dijo Irv-. Encendimos la vela ayer por la noche.

– Lo siento, Irv -dije.

Como respuesta, Irv emitio un semigrunido interrogativo que sono como el equivalente a un irritado encogimiento de hombros, igual que si dijera: «?Que es lo que sientes?»

– Bueno -dijo al cabo de unos instantes con un profundo suspiro-. Pues muy bien.

– Pues muy bien, Irv -dije.

De pronto se me ocurrio que tal vez no volveria a hablar con el.

– ?Grady, mi querido amigo! -exclamo Irv.

Percibi la minuscula fisura de pesar que habia aparecido en su voz.

– Socio -dije-, ?sabia Emily que ibas a telefonearme?

– Si, y no queria que lo hiciese.

– Bueno, pues me alegro de que lo hayas hecho.

– Si. Yo… Bueno…, esperaba tenerte en nuestra mesa esta noche.

– Me hubiera encantado poder acudir -le asegure-. Ojala pudiera ir. Pero no creo que estuviese bien.

– Tienes una conferencia.

– Exacto.

– Lo entiendo.

– Dales un abrazo a todos de mi parte -dije.

Al volver al estudio, encontre a James sentado en el sofa, con las piernas flexionadas bajo la tienda de campana que formaba el saco de dormir, viendo algo en blanco y negro en la television, sin sonido. Cuando entre, me miro un instante como si no me conociese. Tenia el rostro muy palido y la boca entreabierta, y en sus leganosos ojos asomaba una mirada apesadumbrada. Estaba empezando a padecer los efectos de la resaca.

– Tienes Nueve semanas y media y Manhattan Sur -me espeto, como si no se tratase de peliculas, sino de bichos sarnosos y repugnantes-. Y nada mas.

– Me gusta ese Mickey Rourke -le dije-. ?Que estas mirando?

– El asesino poeta -respondio de manera automatica-. 1947. Douglas Sirk.

– ?Y por que has bajado el volumen?

Se encogio de hombros y dijo:

– Me se los dialogos de memoria.

Eche un vistazo a la pantalla.

– ?Ese no es el pobre George Sanders?

Asintio y trago con dificultad.

– ?Te encuentras bien, James?

– ?Que estoy haciendo aqui?

– ?A que te refieres?

– ?Como he llegado hasta aqui?

– Te trajimos ayer noche. Ninguno de nosotros estaba en condiciones para acompanarte hasta Mount Lebanon.

Miramos como George Sanders encendia un largo cigarrillo blanco. Despues eche un vistazo a la imperturbable pila de papeles que habia sobre mi mesa y a las seis hojas nuevas cubiertas de inutiles palabras en tinta negra desparramadas junto al monton.

– ?Hice algo ayer noche? -pregunto.

– ?A que te refieres?

– ?Algo malo?

– Bueno, James -dije-, robaste la chaqueta de novia de Marilyn Monroe del armario de los Gaskell. ?Que te parece eso?

Alguien llamo a la puerta de la entrada con tres ligeros golpes, como si estuviesen comprobando la calidad de la madera para asegurarse de que no estaba podrida. Mire a James. George Sanders se coloco un monoculo, que cuando se movia emitia destellos.

– Hay alguien en la puerta -dije.

Era un agente de policia, con una sonrisa de disculpa y el Post-Gazette plegado en la mano. Era un chaval joven, no mucho mayor que James Leer, y al igual que este, era alto y palido, con una prominente nuez en continuo movimiento. Sus mejillas eran una confusa mezcla de pequenos cortes y pelos que se habia dejado al afeitarse, y llevaba una locion para despues del afeitado dulzona, de deportista universitario. La gorra le iba grande. Y actuaba de la manera tipica en los agentes jovenes, sacando pecho y hablando demasiado

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