Jose Emilio Pacheco

Las batallas en el desierto

© 1981

A la memoria de Jose Estrada,

Alberto Isaac y Juan Manuel Torres,

Y a Eduardo Mejia

The past is a foreign country. They do things

differently there.

L. P. Hartley: The Go-Between

I

EL MUNDO ANTIGUO

Me acuerdo, no me acuerdo: ?que ano era aquel?; Ya habia supermercados pero no television, radio tan solo: Las aventuras de Carlos Lacroix, Tarzan, El Llanero Solitario, La Legion de los Madrugadores, Los Ninos Catedraticos, Leyendas de las calles de Mexico, Panseco, El Doctor I.Q., La Doctora Corazon desde su Clinica de Almas. Paco Malgesto narraba las corridas de toros, Carlos Albert era el cronista de futbol, el Mago Septien trasmitia el beisbol. Circulaban los primeros coches producidos despues de la guerra: Packard, Cadillac, Buick, Chrysler, Mercury, Hudson, Pontiac, Dodge, Plymouth, De Soto. Ibamos a ver peliculas de Errol Flynn y Tyrone Power, a matines con una de episodios completa: La invasion de Mongo era mi predilecta. Estaban de moda Sin ti, La rondalla, La burrita, La mucura, Amorcito Corazon. Volvia a sonar en todas partes un antiguo bolero puertorriqueno: Por alto este el cielo en el mundo, por hondo que sea el mar profundo, no habra una barrera en el mundo que mi amor profundo no rompa por ti.

Fue el ano de la poliomielitis: escuelas llenas de ninos con aparatos ortopedicos; de la fiebre aftosa: en todo el pais fusilaban por decenas de miles reses enfermas; de las inundaciones: el centro de la ciudad se convertia otra vez en laguna, la gente iba por las calles en lancha. Dicen que con la proxima tormenta estallara el Canal del Desague y anegara la capital. Que importa, contestaba mi hermano, si bajo el regimen de Miguel Aleman ya vivimos hundidos en la mierda.

La cara del Senorpresidente en dondequiera: dibujos inmensos, retratos idealizados, fotos ubicuas, alegorias del progreso con Miguel Aleman como Dios Padre, caricaturas laudatorias, monumentos. Adulacion publica, insaciable maledicencia privada. Escribiamos mil veces en el cuaderno de castigos: Debo ser obediente, debo ser obediente, debo ser obediente con mis padres y con mis maestros. Nos ensenaban historia patria, lengua nacional, geografia del DF: los rios (aun quedaban rios), las montanas (se veian las montanas). Era el mundo antiguo. Los mayores se quejaban de la inflacion, los cambios, el transito, la inmoralidad, el ruido, la delincuencia, el exceso de gente, la mendicidad, los extranjeros, la corrupcion, el enriquecimiento sin limite de unos cuantos y la miseria de casi todos.

Decian los periodicos: El mundo atraviesa por un momento angustioso. El espectro de la guerra final se proyecta en el horizonte. El simbolo sombrio de nuestro tiempo es el hongo atomico. Sin embargo habia esperanza. Nuestros libros de texto afirmaban: Visto en el mapa Mexico tiene forma de cornucopia o cuerno de la abundancia. Para el impensable ano dos mil se auguraba -sin especificar como ibamos a lograrlo- un porvenir de plenitud y bienestar universales. Ciudades limpias, sin injusticia, sin pobres, sin violencia, sin congestiones, sin basura. Para cada familia una casa ultramoderna y aerodinamica (palabras de la epoca). A nadie le faltaria nada. Las maquinas harian todo el trabajo. Calles repletas de arboles y fuentes, cruzadas por vehiculos sin humo ni estruendo ni posibilidad de colisiones. El paraiso en la tierra. La utopia al fin conquistada.

Mientras tanto nos modernizabamos, incorporabamos a nuestra habla terminos que primero habian sonado como pochismos en las peliculas de Tin Tan y luego insensiblemente se mexicanizaban: tenquiu, oquei, uasamara, sherap, sorry, uan moment pliis. Empezabamos a comer hamburguesas, pays, donas, jotdogs, malteadas, aiscrim, margarina, mantequilla de cacahuate. La cocacola sepultaba las aguas frescas de jamaica, chia, limon. Los pobres seguian tomando tepache. Nuestros padres se habituaban al jaibol que en principio les supo a medicina. En mi casa esta prohibido el tequila, le escuche decir a mi tio Julian. Yo nada mas sirvo whisky a mis invitados: hay que blanquear el gusto de los mexicanos.

II

LOS DESASTRES DE LA GUERRA

En los recreos comiamos tortas de nata que no se volveran a ver jamas. Jugabamos en dos bandos: arabes y judios. Acababa de establecerse Israel y habia guerra contra la Liga Arabe. Los ninos que de verdad eran arabes y judios solo se hablaban para insultarse y pelear. Bernardo Mondragon, nuestro profesor, les decia: Ustedes nacieron aqui. Son tan mexicanos como sus companeros. No hereden el odio. Despues de cuanto acaba de pasar (las infinitas matanzas, los campos de exterminio, la bomba atomica, los millones y millones de muertos), el mundo de manana, el mundo en el que ustedes seran hombres, debe ser un sitio de paz, un lugar sin crimenes y sin infamias. En las filas de atras sonaba una risita. Mondragon nos observaba tristisimo, se preguntaba que iba a ser de nosotros con los anos, cuantos males y cuantas catastrofes aun estarian por delante.

Hasta entonces el imperio otomano perduraba como la luz de una estrella muerta: Para mi, nino de la colonia Roma, arabes y judios eran 'turcos'. Los 'turcos' no me resultaban extranos como Jim, que nacio en San Francisco y hablaba sin acento los dos idiomas; o Toru, crecido en un campo de concentracion para japoneses; o Peralta y Rosales. Ellos no pagaban colegiatura, estaban becados, vivian en las vecindades ruinosas de la colonia de los Doctores. La calzada de La Piedad, todavia no llamada avenida Cuauhtemoc, y el parque Urueta formaban la linea divisoria entre Roma y Doctores. Romita era un pueblo aparte. Alli acecha el Hombre del Costal, el gran Robachicos. Si vas a Romita, nino, te secuestran, te sacan los ojos, te cortan las manos y la lengua, te ponen a pedir caridad y el Hombre del Costal se queda con todo. De dia es un mendigo; de noche un millonario elegantisimo gracias a la explotacion de sus victimas. El miedo de estar cerca de Romita. El miedo de pasar en tranvia por el puente de avenida Coyoacan: solo rieles y durmientes; abajo el rio sucio de La Piedad que a veces con las lluvias se desborda.

Antes de la guerra en el Medioriente el principal deporte de nuestra clase consistia en molestar a Toru. Chino chino japones: come caca y no me des. Aja, Toru, embiste: voy a clavarte un par de

banderillas. Nunca me sume a las burlas. Pensaba en lo que sentiria yo, unico mexicano en una escuela de Tokio; y lo que sufriria Toru con aquellas peliculas en que los japoneses eran representados como simios

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