– No las he visto.

– El propio Vladimir comentaba a menudo que el y mi hijo tenian la misma forma de la cabeza.

– Esta usted diciendo que mi marido fue el padre de su hijo. El me lo habria dicho.

– No. -Le dedique la sonrisa de compasion que ella se habia negado a darme a mi-. No lo habria hecho. Eramos discretos. El la amaba a usted, y sabia que la habria apenado profundamente, como ocurrio con sus anteriores infidelidades. -Le regale aquello, aunque era a mi a quien me dolia hacerlo. Pero despues de todo no se trataba de una competicion de egos, no me haria ningun bien aplastarla por completo-. El gran duque era el padre de Vova. No le he contado esto a nadie. Y me habria llevado el secreto a la tumba, por el, si no hubiese surgido esta desafortunada situacion. -Cogi aliento. El acto final-. Vladimir no habria querido que su hijo quedase atras. Su sangre corre por las venas de Vova. ?Que le dira el dia que se reuna con el en el cielo? ?Que sabia lo de su ultimo hijo, y sin embargo lo dejo atras, deliberadamente?

Fuera se oia en la distancia un coro de borrachos. Lloraba un nino. Aqui, el samovar humeaba, pero a mi no me habia ofrecido una taza de te. Miechen echo a los perros que tenia en el regazo e ignorando sus protestas, se encaro conmigo.

– Eres una puta -dijo.

Una puta. Me llamo puta. Pero no mentirosa.

?Estaba orgullosa yo de mi actuacion? Cuando el mundo acaba, el orgullo es lo primero que desaparece.

La guardia real cantaba: Dios salve al zar

Levamos anclas el 3 de marzo por la noche, preparados para abrirnos paso por entre las aguas de la bahia, llenas de minas y atestadas con todo tipo de barcos, cegandonos con sus luces descarnadas. Cuando la emperatriz viuda partio de Rusia en el Marlborough oi que un barco ruso paso junto al suyo en el puerto de Yalta, y que la guardia real que iba en el otro barco, viendo la caracteristica figura negra de su emperatriz, empezo a interpretar con voz retumbante el himno nacional, Dios salve al zar. No hubo semejante serenata para nosotros, aunque, como Minnie, tambien nos quedamos en cubierta para mirar por ultima vez la costa rusa. Tres semanas mas tarde la guerra civil acabaria, y en aquel mismo puerto, miles de rusos blancos se embutirian en todo artefacto que pudiese flotar. Un escuadron britanico embarco a varios miles de tropas del Ejercito Blanco. Entre los que quedaron atras, los cosacos mataron a sus caballos a tiros antes de entregarselos a los bolcheviques, y los oficiales del Ejercito Blanco se suicidaron pegandose un tiro en la cabeza con sus revolveres militares antes de permitir ese placer a los bolcheviques, y sus hombres arrojaron sus abrigos y se echaron al agua en un intento de nadar hasta Turquia, prefiriendo ahogarse a vivir. Pero aquella noche nosotros solo mirabamos hacia el campamento de los desesperados, todavia no de los histericos. Andres permanecia erguido, en posicion de firmes, en la barandilla de laton, junto a su madre, vestido con su uniforme de comandante de la Artilleria Montada de la Guardia, un uniforme que no volveria a ponerse nunca mas hasta que yaciese en su ataud. Vova y yo permaneciamos de pie a escasa distancia, y Miechen nos dirigia ocasionales vistazos de reojo, analizando a mi hijo. Y luego, a lo largo del muelle, vi a un hombre con sobretodo que corria y corria por el muelle y saltaba al malecon hacia nuestro barco, agitando los brazos y gritando un nombre que la distancia convirtio en un hilillo muy fino, pero me parecio que captaba el final entre dos dedos: una M, y me agarre con fuerza a la barandilla del barco y atisbe entre la oscuridad. Si Andres de alguna manera habia conseguido una lata o dos de cacao o de galletas de la cantina britanica para nuestros tes, seguro que Sergio, que era mucho mas listo, entre toda aquella agitacion seria capaz de encontrar una forma de enganar a sus guardias bolcheviques, robar las ropas de un campesino, saltar a un tren y atravesar la estepa blanca y luego hasta Moscu, hacer todo el camino desde alli en carro y a pie hasta aquel muelle a tiempo de correr por el embarcadero y saltar por encima de la barandilla hasta llegar a nosotros. Y justo cuando abria la boca dispuesta a montar un espectaculo llamandole en voz alta, Vova se inclino hacia mi y dijo: «No es el».

No. No era Sergio. No se unio a nosotros en Novorossiysk. Ni en Tuapse, Pati, Batum, Constantinopla, el Pireo, Venecia, Milan, Cannes o Cap d'Ail.

Una nada espantosa

Poco a poco, en Paris y en la Riviera, aquella primavera y verano aparecieron los rostros de los que sobrevivieron: diversos artistas de teatro, entre ellos Chaliapin, Pavlova, Karsavina, Fokine, Preobrazhenskaya, Diaghilev, y como aquel ballet ruso renacio en Paris, Londres y Nueva York, nuestros bailarines o estudiantes formados por nuestros bailarines fundaron algunas de la companias de ballet mas importantes del mundo. Y alli aparecieron tambien muchas variantes de grandes duques, principes y condes. Nos encontramos unos a otros en nuestras villas, en el Hotel de Paris, en el Chateau de Madrid, en el Pavillon d'Armenonville, en el teatro Sarah Bernhardt… pero otras caras no aparecieron, aunque parecian permanecer a nuestro lado o justo delante de nosotros, sus formas desvaidas por una pintura gris muy clara. ?En que se ocupan los muertos cuando no nos estan rondando, que opinan ustedes? ?Encuentran en la tumba algun resto del pasado? Se que algunas almas descansan en paz, pero yo no creo que las almas de los emigrados lo consigan, ni tampoco las almas de los asesinados. Las almas de los Romanov probablemente caminen hacia el oeste por el suelo maltratado de Rusia, a traves de Omik, Ekaterinburgo, Life, Kazan, Tambov, Tula, Moscu, todo el camino hasta lo que ahora se llama Leningrado, buscando lo que han perdido. Y nosotros buscabamos a los que habiamos perdido tambien, preguntandonos: ?Donde estan? ?Que les ha ocurrido? Las respuestas terribles a esas preguntas llegaron a Paris en la persona de Nikolai Sokolov, un investigador legal que habia sido asignado al misterio de los Romanov desaparecidos despues de que el Ejercito Blanco tomase Ekaterinburgo brevemente a los bolcheviques. Unos cuantos oficiales corrieron a la casa Ipatiev, donde se mantenia al zar y su familia hasta ocho dias antes, y la encontraron limpia de arriba abajo y vacia. Quiza la historia hubiese cambiado por completo si hubiesen encontrado alli a Niki y a su familia, porque hacia 1920 Rusia estaba en las garras de una hambruna tan espantosa que la gente de las provincias orientales habia empezado a comerse a sus muertos, congelados en la nieve, para sobrevivir. Si, el hambriento pueblo ruso habria arrojado flores a lo largo de las carreteras de Peter si el zar hubiese estado todavia vivo y les hubiese prometido pan. Pero los oficiales blancos no encontraron a Niki, ni a Alix, ni a Alexei, ni a las chicas, ni a nadie del sequito imperial; encontraron solo el spaniel de Alexei, Joy, vagando por la casa, hambriento. Encontraron horquillas, cepillos de dientes, libros, una silla de ruedas, la tabla que usaba el fragil Alexei como pupitre cuando estaba en cama. Una nada espantosa. Sokolov sabia como llevar a cabo una busqueda eficiente. Sabia interrogar, sabia requerir la ayuda de las partes interesadas, examinar las paredes del sotano, llenas de agujeros, las huellas de neumaticos y rodadas y de cascos de caballo que conducian desde la casa hasta el bosque en torno a la Mina de los Cuatro Hermanos, a veinte kilometros de Ekaterinburgo. Sabia tamizar la tierra en busca de pruebas. Se le daba muy bien catalogar: fragmentos de huesos carbonizados, hebillas de cinturon, un pendiente con una perla, unos centimetros del dedo de una mujer, tres iconos, hebillas de zapatos, fragmentos de una gorra militar, el contenido del bolsillo del zarevich (papel de estano, unas, monedas de cobre, un rizo). Y de todo esto conjeturo que la familia imperial habia sido tiroteada, sus cuerpos llevados en camion y luego en carro a traves del bosque, donde los desnudaron, los cortaron a trozos y los quemaron, y sus cenizas arrojadas a la mina. Ese tambien habria sido el destino de mi hijo si hubiera hecho el viaje con ellos a Siberia aquella noche de agosto de 1917.

Sokolov puso lo que quedaba de las pertenencias de la familia imperial en una maleta que nadie quiso hasta que finalmente la acepto la Iglesia ortodoxa de Bruselas. Todo esto lo consiguio reunir Sokolov antes de que el Ejercito Rojo volviese a tomar Siberia en 1919, y la misma oleada que nos hizo huir del pais, lo hizo huir a el tambien, con su maleta, sus notas, sus teorias y sus fotos, hasta la Riviera francesa, donde visito al tio de Niki, Nikolasha; luego a Londres, donde visito a la hermana de Niki, Xenia; a Dinamarca, donde intento visitar a la madre de Niki, la emperatriz viuda, que se nego a verle, que se nego incluso a creer que su hijo y su familia hubiesen sido asesinados o a permitir que se rezase por su alma; y finalmente a Paris, donde Andres y yo nos

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×