– ?Largate!

– Primero me cuentas lo de Kolbrun.

– ?Era una maldita puta! -dijo el hombre de repente entre dientes-. Y ya esta, ahi lo tienes, largate. Todo lo que dijo sobre mi eran podridas mentiras. No hubo ninguna violacion de mierda. ?Mintio!

Erlendur vislumbraba a Kolbrun sentada, hacia cuarenta anos, delante de este hombre denunciando una violacion. Trataba de imaginar como se habia armado de valor para decidir ir a la policia y explicar lo que le habia pasado, el miedo que habia vivido y que queria olvidar como si no hubiera ocurrido nada. Como si solo hubiera sido una pesadilla y ella siguiese siendo la misma de antes. Pero nunca seria la misma de antes. Estaba sucia. La habian atacado y la habian forzado…

– Vino tres dias despues de los hechos y acuso al hombre de violacion -le dijo el viejo a Erlendur-. No era muy convincente.

– Y tu la echaste -continuo Erlendur.

– Estaba mintiendo.

– Y te reiste de ella, la ridiculizaste y le dijiste que lo olvidara. Pero ella no lo olvido, ?verdad?

El viejo miraba a Erlendur con odio.

– Se fue a Reikiavik, ?no? -dijo Erlendur.

– Nunca condenaron a Holberg.

– ?Y gracias a quien?

Erlendur se imaginaba a Kolbrun discutiendo con Runar en el despacho. ?Discutir con ese hombre! Discutir sobre lo que ella habia tenido que soportar. Intentar convencerle de que decia la verdad, como si el fuera el juez supremo en este caso.

Ella necesitaba todas sus fuerzas cuando le detallaba los sucesos de esa noche. Intentaba contarlo ordenadamente, pero era demasiado terrible. No podia describirlo. No podia describir lo que para ella era imposible de contar, asqueroso, espantoso. De alguna manera pudo acabar su entrecortado relato. ?Era eso una sonrisa? No podia entender por que el policia estaba sonriendo. Seria su imaginacion. Luego, el empezo a interrogarla acerca de los detalles.

– Explicame exactamente lo que paso.

Ella le miro y titubeando volvio a empezar su relato.

– No, eso ya lo has dicho. Explicame detalladamente que paso. Llevarias bragas. ?Como te las quito? ?Que hizo para penetrarte?

?Lo decia en serio? Se le ocurrio preguntar si habia alguna mujer policia con quien poder hablar.

– No… Si quieres denunciar a ese hombre por violacion, tendras que ser mas precisa, ?entiendes? ?Habias coqueteado con el de manera que pudiera pensar que estabas dispuesta a jugar?

?Dispuesta a jugar?

Le dijo en voz muy baja que no habia hecho nada en absoluto.

– Tienes que hablar mas alto. ?Como te quito las bragas?

Estaba segura de que eso era una sonrisa. Le hacia las preguntas bruscamente, ponia en duda lo que decia, era grosero, algunas de las preguntas eran ofensivas, obscenas. Intento hacerla confesar que la culpable de la violacion era ella, que habia querido tener relaciones con el hombre y que luego habia cambiado de opinion, cuando ya era demasiado tarde. ?Entiendes? Demasiado tarde para dar marcha atras. No se puede ir a una sala de fiestas, coquetear con un hombre y luego dar marcha atras. Eso no se hace.

Finalmente, ella se puso a llorar, abrio el bolso, saco una bolsita de plastico y se la entrego. El abrio la bolsita y extrajo unas bragas, rotas…

Runar solto el rastrillo, dispuesto a marcharse. Erlendur le detuvo y le acorralo junto a la pared de la casa. Se miraron a los ojos.

– Te dio una prueba -dijo Erlendur-. La unica prueba que tenia. Estaba segura de que Holberg habria dejado un rastro en esa prueba.

– No me dio nada -siseo Runar-. Dejame en paz.

– Te dio las bragas.

– Eso es mentira.

– Tendrian que haberte despedido entonces -dijo Erlendur-. Maldito, despreciable canalla.

Caminaba lentamente hacia atras, con cara de asco, alejandose de Runar, un anciano apoyado en la pared de la casa.

– Yo solo queria que se enterara de lo que podia esperar si llevaba este asunto mas lejos -dijo con voz de pito-. Le estaba haciendo un favor. En los tribunales se rien de esta clase de historias.

Erlendur se dio la vuelta y se marcho pensando que, si existia Dios, como era posible que permitiera que un hombre como Runar viviese tanto tiempo y en cambio dejase morir a una nina inocente de cuatro anos.

Tenia la intencion de volver a casa de la hermana de Kolbrun, pero decidio pasar primero por la biblioteca de Keflavik. Paseo entre las estanterias ojeando los lomos de los libros hasta que encontro la Biblia. Erlendur conocia bastante bien la palabra de Dios. Abrio el libro buscando los Salmos de David y encontro el numero 64. Ahi estaba la frase grabada en la lapida: Guarda mi vida del temor al enemigo.

Habia estado en lo cierto. La frase era la continuacion de la primera linea del salmo. Volvio a leerla unas cuantas veces, luego paso la mano por encima de las paginas y la repitio en voz baja.

La primera linea del salmo era una invocacion a Dios y, al leerla, a Erlendur le parecio oir la silenciosa llamada de la mujer a traves de los tiempos.

Escucha, ?oh, Dios!, la voz de mi gemido.

Capitulo 11

Erlendur aparco delante de la pequena casa de tejado de hierro ondulado y apago el motor. Se quedo sentado dentro del coche para terminar de fumar su cigarrillo. Estaba intentando fumar menos y habia llegado a quedarse en cinco cigarrillos algunos dias, cuando todo iba bien. Este era el numero ocho y aun no eran las tres de la tarde.

Salio del coche, subio los peldanos hasta la casa y llamo al timbre. Espero un buen rato sin que nadie abriera. Volvio a llamar, pero con el mismo resultado. Miro por la ventanita de la puerta y dentro de la casa vio el abrigo verde, el paraguas y las botas de agua. Llamo por tercera vez intentando guarecerse de la lluvia mientras esperaba. De pronto se abrio la puerta. Elin le miraba fijamente.

– ?Dejame en paz de una vez! ?Me oyes? ?Largate de aqui! ?Vete!

Iba a cerrar la puerta de golpe, pero Erlendur logro poner finalmente el pie.

– No todos somos igual que Runar -le dijo-. Yo se que a tu hermana no la trataron como se merecia. He estado hablando con Runar. Lo que hizo es imperdonable, pero ya no se puede remediar. Ahora es un anciano desgraciado que nunca sera capaz de ver nada malo en su actitud de entonces.

– ?Dejame tranquila!

– Tengo que hablar contigo. Si no lo logro de esta manera, tendre que hacer que te lleven a comisaria para interrogarte. Preferiria evitarlo. -Saco de su bolsillo la fotografia del cementerio y se la enseno a traves de la puerta entreabierta-. Encontre esta foto en casa de Holberg -le dijo.

Elin no contesto. Paso un largo rato. Erlendur mantenia la foto en el estrecho resquicio entre la puerta y el marco, pero no podia ver a la mujer que empujaba la puerta desde dentro. Poco a poco noto que disminuia la presion sobre su pie, hasta que Elin le quito la foto de la mano. Se abrio la puerta. La mujer se fue hacia dentro de la casa con la foto en la mano. Erlendur entro y cerro con cuidado.

Elin paso a un pequeno salon. Por un momento, Erlendur dudo si debia quitarse los zapatos mojados. Luego decidio restregarlos en un felpudo y seguir a Elin; paso por delante de una pequena y ordenada cocina y de una habitacion de trabajo. En las paredes del salon colgaban algunos cuadros, asi como bordados enmarcados. En un rincon habia un organo electronico.

– ?Reconoces esta fotografia? -pregunto Erlendur cautelosamente.

– Nunca la habia visto -dijo la mujer.

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