El lenguaje humano es como una olla vieja sobre la cual marcamos toscos ritmos para que bailen los osos, mientras al mismo tiempo anhelamos producir una musica que derrita las estrellas.

GUSTAVE FLAUBERT Madame Bovary (1857)

La teologia popular es una enorme incoherencia que procede de la ignorancia… Los dioses existen porque la naturaleza misma ha impreso el concepto de ellos en la mente del hombre.

CICERON De Natura Deorum, I, 16

Ellie se hallaba empaquetando cintas magnetofonicas, apuntes y una hoja de palmera para enviar al Japon cuando le avisaron que su madre habia sufrido un ataque. Un mensajero del proyecto le entrego una carta de John Staughton, sin ningun encabezamiento de cortesia:

Tu madre y yo soliamos hablar sobre tus defectos. Siempre fue un tema dificil de conversacion. Cuando yo te defendia (aunque no lo creas, lo hacia a menudo), me decia que yo era como arcilla en tus manos. Cuando te criticaba, me mandaba a paseo.

Quiero que sepas que tu renuencia a visitarla, estos ultimos anos, desde que empezo el tema de Vega, fue un continuo motivo de dolor para ella. A las companeras de ese horrible asilo donde quiso recluirse les comentaba que ibas a ir pronto. Eso se lo dijo durante anos. «Pronto.» Ya tenia pensado como iba a mostrar a su hija famosa, en que orden te presentaria a esas decrepitas mujeres.

Probablemente no desees escuchar esto, y te la cuento con pesar, pero la hago por tu bien. Tu conducta es lo que mas sufrimiento le acarreo en la vida, incluso mas que la muerte de tu padre. Ahora seras todo un personaje en el mundo, que se codea con politicos y gente importante, pero como ser humano, no has aprendido nada desde tus epocas de secundaria…

Con los ojos llenos de lagrimas comenzo a hacer una bola con la carta, cuando noto algo duro en el sobre. Descubrio entonces que dentro habia un holograma parcial con una vieja foto bidimensional por medio de la tecnica de extrapolacion de las computadoras. Se trataba de una foto que nunca habia visto. En ella aparecia su madre, una mujer joven y bonita, que sonreia a la camara, y con un brazo rodeaba los hombros del padre de Ellie.

El daba la impresion de llevar un dia entero sin afeitarse, y a ambos se los veia radiantes de felicidad. Con una mezcla de angustia, culpa, enojo con Staughton y cierto grado de autocompasion, no le quedo mas remedio que aceptar que jamas habria de volver a ver a ninguna de las personas de esa foto.

Su madre yacia inmovil sobre la cama, con una expresion extrana, que no era de alegria ni de tristeza, como de… espera. Su unico movimiento era, de vez en cuando, un parpadeo. Imposible saber si oia o entendia lo que le decian. Ellie no pudo dejar de pensar en los esquemas de comunicacion; un parpadeo podia significar «si»; dos, «no».

Tambien, si traian un encefalografo con un tubo de rayos catodicos que su madre pudiera ver, quiza fuera posible ensenarle a modular sus ondas beta. Pero esa era su madre, no una constelacion, y lo que alli hacia falta no eran algoritmos de descifrado sino sentimiento.

Tomo la mano de la anciana y hablo durante horas. Evoco su infancia, recuerdos de sus padres. Recordo un episodio de cuando era pequenita y jugueteaba entre las sabanas tendidas, cuando de pronto la alzaron en brazos acercandola al cielo. Menciono a John Staughton. Pidio disculpas por muchas cosas. Tambien derramo algunas lagrimas.

Como su madre estaba desarreglada, busco un cepillo y la peino. Observo ese rostro surcado por arrugas, y reconocio el propio. Los ojos humedos tenian la mirada fija en ella, y de vez en cuando pestaneaban como a una gran distancia.

— Ya se de donde provengo — musito Ellie.

La madre meneo la cabeza en forma casi imperceptible, como si se lamentara por tantos anos de haber estado separada de su hija. Ellie le dio un suave apreton en la mano, y le parecio sentir que ella le respondia de la misma manera.

Le habian dicho que la vida de su madre no corria peligro. De producirse algun cambio en su estado, le avisarian a Wyoming. Al cabo de unos dias podrian llevarla de regreso al asilo donde, le aseguraron, estaban en condiciones de atenderla como correspondia.

Staughton parecia aplastado, pero manifestaba un profundo sentimiento por su madre, que Ellie jamas habia sospechado. Lo iba a llamar a menudo, le prometio.

En el austero salon resaltaba — quiza con cierta incongruencia — una estatua real — no un holografo — de una mujer desnuda al estilo de Praxiteles. Subieron en un ascensor Otis-Hitachi, en el cual el segundo idioma era ingles y no braille y atravesaron un amplio salon donde habia gente reunida alrededor de varias procesadoras de palabras. Se tecleaba una palabra en hiragana — el alfabeto fonetico japones, de cincuenta y una letras — y en una pantalla aparecia el ideograma chino equivalente, en kanji. Habia cientos de miles de tales ideogramas, o caracteres, almacenados en la memoria de las computadoras, pese a que en general bastaban unos tres o cuatro mil para leer un periodico. Dado que muchos caracteres de significado totalmente distinto se expresaban con la misma palabra, se imprimian, en orden de probabilidad, todas las posibles traducciones en idioma kanji. La procesadora poseia una subrutina contextual en la que los caracteres tambien se mencionaban segun la apreciacion que la maquina hiciera acerca del significado que correspondia. Rara vez se equivocaba. En un idioma que, hasta hacia poco, nunca habia tenido una maquina de escribir, la procesadora de palabras estaba produciendo una revolucion en las comunicaciones no del todo admirada por los tradicionalistas.

En el auditorio se sentaron en sillas bajas — una obvia concesion a los gustos occidentales —, alrededor de una mesa baja tambien, y se les sirvio te. Desde donde se hallaba, Ellie veia una ventana por la cual se divisaba la ciudad de Tokio. «Ultimamente paso mucho tiempo frente a las ventanas», penso. El diario era el Asahi Shimbun — las Noticias del Sol Naciente —, y a ella le resulto interesante comprobar que una mujer integraba el plantel de periodistas politicos, toda una rareza en los medios de informacion norteamericanos y sovieticos. Japon se habia propuesto revalorizar el papel de la mujer.

Lentamente iban quedando atras los tradicionales privilegios masculinos. Casualmente el dia anterior, el presidente de una empresa denominada Nanoelectronics, le habia comentado que ya no quedaba en Tokio ni una «chica» que supiera atar un obi, la ancha faja de los quimonos. Tal como sucedio antes con las corbatas de lazo abrochables, habia ganado el mercado una imitacion perfecta del obi, muy facil de colocar. Las mujeres japonesas tenian cosas mas importantes que hacer que pasarse media hora diaria envolviendose con un obi. La periodista vestia un traje sastre cuya falda le cubria las rodillas.

Por razones de seguridad, no se permitia el acceso de la prensa a la planta de fabricacion de la Maquina, en Hokkaido. En cambio, cuando los directivos del proyecto o miembros del personal viajaban a la isla de Honshu, concedian entrevistas a los medios periodisticos japoneses y extranjeros. A Ellie, como de costumbre, las preguntas le resultaron familiares. Salvo alguna variacion segun la procedencia del periodista, la construccion de la Maquina planteaba los mismos interrogantes en el mundo entero.

Luego de la «desilusion» que sufrieron norteamericanos y sovieticos, ?estaba contenta de que pudiese fabricarse una Maquina en Japon? ?No se sentia aislada en la remota isla de Hokkaido? ?Le preocupaba el hecho de que los componentes empleados en Hokkaido hubiesen sido puestos a prueba mas alla de lo que especificaban las estrictas indicaciones del Mensaje?

Con anterioridad a 1945, ese sector de la ciudad habia pertenecido a la Armada Imperial. Por eso, se veia en las inmediaciones el techo del Observatorio Naval con sus dos cupulas plateadas que albergaban telescopios que aun se utilizaban para llevar un computo de la hora.

?Por que la Maquina incluia un dodecaedro y tres capsulas concentricas llamadas benzels? Si, comprendian que ella no lo supiera. Pero, ?que pensaba? Ellie respondio que, en esas cuestiones, no convenia emitir una opinion ante la falta de pruebas. Como ellos insistieron, defendio las virtudes de una actitud de tolerancia frente a la ambiguedad.

En caso de que existiera un verdadero peligro, ?no seria mejor enviar robots en vez de personas, tal como sugirio un experto japones en inteligencia artificial? ?Llevaria ella algun efecto personal, fotos de familia, microcomputadoras, una navaja multiuso suiza?

Ellie diviso dos siluetas humanas que accedian al techo del cercano observatorio.

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