cargo.

— No somos injustos — expreso finalmente Kitz al proponerle el compromiso —. Si usted consigue una prueba concreta, convincente, la respaldaremos cuando la de a publicidad.

Vamos a decir que le hemos pedido no dar a luz su historia hasta no estar absolutamente seguros. Dentro de un limite razonable, apoyaremos cualquier investigacion que desee emprender. Si publicamos ahora la historia, va a producirse una primera ola de entusiasmo, hasta que empiecen a arreciar las criticas, lo cual la pondria a usted y a nosotros, en una situacion molesta. Por eso lo mejor es obtener la prueba, si puede. — Tal vez la Presidenta lo hubiera hecho cambiar de opinion, ya que era harto dificil que Kitz acogiera ese trato con beneplacito.

A cambio de eso, ella no deberia contar a nadie lo sucedido a bordo de la Maquina. Los Cinco se sentaron en el dodecaedro, conversaron un rato y luego descendieron. Si dejaba escapar una sola palabra, saldria a relucir el informe psiquiatrico falso, la prensa tomaria conocimiento de el, y lamentablemente ella seria despedida.

Se pregunto si habrian intentado comprar el silencio de Peter Valerian, el de Vaygay o el de Abonneba. No consideraba posible — salvo que dieran muerte a los equipos de interrogadores de los cinco paises y al Consorcio Mundial — que pretendieran mantener el secreto oculto toda la vida. Era una cuestion de tiempo. «Por eso», penso, «lo que estan comprando es tiempo».

Le llamaba la atencion que la amenazaran con tan leves castigos, aunque cualquier transgresion al convenio — si alguna vez ocurria —, ya no seria durante el lapso en que Kitz estuviese en funciones. Al cabo de un ano, el gobierno de Lasker abandonaria el poder, y Kitz se jubilaria, para irse luego a trabajar a un bufete juridico de Washington.

Supuso que Kitz habria de intentar algo mas puesto que no parecia preocuparle nada de lo que, segun ella, habia sucedido en el Centro Galactico. Lo que lo angustiaba sobremanera — estaba segura — era la posibilidad de que el tunel siguiera abierto aunque ya no fuera hacia, sino desde, la Tierra. Penso que pronto desmantelarian la planta de Hokkaido. Los tecnicos regresarian a sus industrias y universidades. ?Que version darian ellos? Quiza se expusiera luego el dodecaedro en la Tsukuba, la Ciudad de la Ciencia.

Despues, cuando la atencion del mundo se hubiera centrado en otros temas, tal vez se produciria una explosion en la planta de la Maquina… nuclear, si Kitz lograba inventar una justificacion plausible. En tal caso, la contaminacion radiactiva seria un excelente pretexto para clausurar la zona, con lo cual se conseguiria impedir por lo menos la presencia de observadores y quizas hasta desconectar el extremo del tunel. Cabia suponer que, por mas que se pensara en una explosion subterranea, la sensibilidad de los japoneses respecto de las armas nucleares obligaria a Kitz a optar por los explosivos convencionales. Ellie dudaba de que con cualquier explosion, ya fuera nuclear o convencional, se pudiera desconectar a la Tierra del tunel. Sin embargo, tambien era posible que nada de eso se le hubiera cruzado a Kitz por la mente. Al fin y al cabo, tambien el debia de sentir la influencia del Maquiefecto. Seguramente tenia familia, amigos, una persona amada. Un halito del nuevo espiritu debia de haberse aduenado de el.

Al dia siguiente, la Presidenta la condecoro con la Medalla Nacional a la Libertad, en una ceremonia publica efectuada en la Casa Blanca. Unos lenos ardian en un hogar, empotrado en la pared de marmol. La Presidenta habia empenado un enorme capital politico — y tambien del otro, mas comun — en la concrecion del Proyecto de la Maquina, y estaba decidida a salvar las apariencias frente al pais y el mundo. Se afirmaba que las inversiones realizadas por los Estados Unidos habian producido grandes utilidades. Las nuevas industrias y tecnologias que florecian era una promesa de un sinnumero de beneficios para los pueblos, tal como lo habian sido los inventos de Thomas Edison.

— Descubrimos que no estamos solos, que otros seres, mas inteligentes que nosotros, habitan en el espacio, y nos han hecho cambiar — expreso la primera mandataria — el concepto de quienes somos.

Hablando en nombre de si misma — pero tambien, pensaba, de la mayoria de los norteamericanos —, consideraba que el descubrimiento afianzaba nuestra fe en Dios y en su voluntad, en ese momento conocida, de crear vida e inteligencia en muchos mundos, conclusion que seguramente seria compatible con todas las religiones. No obstante, el mayor provecho que trajo aparejado la Maquina, dijo, fue el nuevo espiritu que se advertia en la Tierra, un entendimiento mutuo cada vez mas notable en la comunidad humana, la sensacion de que somos todos pasajeros en un peligroso viaje a traves del tiempo y el espacio, el objetivo de una unidad global de proposito que todo el planeta denominaba Maquiefecto.

La senora de Lasker presento a Ellie al periodismo escrito y la television, hablo de su perseverancia durante doce largos anos, de su talento para captar y descifrar el Mensaje.

La doctora habia hecho todo lo humanamente posible y por eso merecia el agradecimiento de los norteamericanos y de todos los pueblos del orbe. Ellie era una persona muy reservada, pero a pesar de su natural reticencia, acepto la carga de explicar todo lo concerniente al Mensaje cuando hubo necesidad de hacerlo. Habia puesto de manifiesto una paciencia para con el periodismo que ella, la Presidenta, le admiraba. La doctora deseaba en ese momento volver al anonimato para reanudar su labor cientifica.

Ya habia habido anuncios oficiales, comunicados y entrevistas al secretario Kitz y al asesor Der Heer. Por todo ello, solicitaba al periodismo se respetaran los deseos de la doctora Arroway en el sentido de no conceder conferencias de prensa. Hubo, si oportunidad de tomarle fotografias. Ellie partio a Washington sin poder determinar cuanto era lo que sabia la jefa del Estado.

La enviaron de regreso en un pequeno jet militar, y aceptaron hacer una escala en Janesville durante el trayecto. La madre tenia puesta su vieja bata acolchada, y alguien le habia dado un toque de color en las mejillas. Ellie apoyo la cara sobre la almohada, junto a su madre. La mujer habia recuperado en parte el habla, y el uso de su brazo derecho, lo suficiente como para darle a su hija unas palmaditas en la espalda.

— Mama, tengo que contarte una cosa importantisima, pero te pido que mantengas la calma. No quisiera ponerte nerviosa. Mama… estuve con papa; lo vi, y te mando carinos.

— Si. — La anciana asintio lentamente —. Vino ayer.

Ellie sabia que John Staughton habia ido a visitarla el dia anterior. Ese dia, sin embargo, se disculpo de acompanar a Ellie aduciendo un exceso de trabajo, aunque quiza solo lo hubiese hecho para que pudieran estar solas.

— No, no. Me refiero a papa.

— Dile… — La mujer articulaba con dificultad. — Dile… vestido de chiffon… pase por la tintoreria… al salir… ferreteria.

Su padre seguia siendo gerente de una ferreteria en el universo de su madre. Y en el propio tambien.

El largo cerco de proteccion se prolongaba, ya sin necesidad, de uno a otro horizonte, interrumpiendo la amplia extension del desierto. Ellie se sentia feliz de regresar, de poder iniciar un nuevo, aunque mucho mas reducido, programa de investigacion.

Habian designado a Jack Hibbert director interino de Argos, y ella no tendria el peso de las responsabilidades administrativas. Dado que quedaba mucho tiempo libre para el uso de los telescopios desde que se interrumpiera la senal de Vega, se advertia en el ambiente un renovado aire de progreso en ciertas disciplinas de la radioastronomia que habian quedado relegadas. Los colaboradores de Ellie no daban la menor muestra de aceptar la idea de Kitz en el sentido de que el Mensaje fuera una patrana. Ellie se pregunto que explicaciones darian Der Heer y Valerian a sus colegas acerca del Mensaje y de la Maquina.

Tenia la certeza de que Kitz no habia dejado trascender ni una palabra fuera del recinto de su oficina del Pentagono que pronto habria de abandonar.

Willie se habia encargado de traerle el Thunderbird desde Wyoming, pero se habia convencido que solo podria conducirlo dentro del predio de la planta de por si suficientemente espacioso para poder pasear por alli. Sin embargo, no habria mas paisajes tejanos, no mas guardias de honor de conejos, no mas ascensos a la montana para contemplar las estrellas. Eso era lo unico que lamentaba de la reclusion, pero de todas maneras, los conejos no realizaban sus formaciones durante el invierno.

Al principio, nutridos contingentes de periodistas recorrieron la zona con la esperanza de poder hacerle alguna pregunta a gritos o fotografiarla con lentes telescopicos. No obstante, ella mantuvo obstinadamente su aislamiento. El recientemente incorporado personal de relaciones publicas era muy eficiente en su mision de desalentar los deseos de interrogarla. Al fin y al cabo, la Presidenta misma habia solicitado que se respetara la intimidad de la doctora.

En el curso de las semanas y meses siguientes, el ejercito de reporteros se redujo a una compania y luego a un mero peloton. Solo permanecio un grupo de los mas tenaces, en su mayoria integrantes del plantel de El

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