Durante la hora siguiente, mientras el avion se acercaba a Paradise City, estuve pensando en la forma de hacerlo.

Sydney estaba en el reservado, jugando con un martini doble en las manos. El maitre de La Palma me condujo hasta el como si fuera un miembro de la familia real.

El restaurante estaba lleno como siempre, y tuve que detenerme en varias mesas porque los clientes me saludaban y se interesaban por mi estado de salud, pero por fin llegue al reservado y Sydney me estrecho la mano.

– ?Larry, querido, no sabes cuanto aprecio lo que has hecho! -me dijo, con los ojos llenos de lagrimas-. No te veo muy bien… Pareces demacrado. ?Como estas? ?Te has cansado mucho en el viaje? Odio tener que hacerte volver, pero tu me comprendes, ?no es verdad?

– Estoy bien -le respondi-. No te preocupes, Sydney. El vuelo ha sido bueno.

Pero no acabo alli. Primero, ordeno un martini seco para mi y, cuando el maitre se retiro, empezo a interrogarme sobre mi estado de salud, que habia hecho durante todo aquel tiempo y tambien si lo habia echado de menos.

Yo estaba acostumbrado a sus peroratas y le pare en seco.

– Mira, Sydney, vayamos directo al grano. Estoy un poco cansado y quiero acostarme despues de cenar, asi que no perdamos el tiempo hablando de mi salud.

Llego el martini seco y Sydney ordeno caviar, un souffle de langosta y champagne.

– ?Te parece bien, Larry? -me pregunto-. Es liviano y alimenticio y podras dormir bien.

Dije que estaba de acuerdo.

– ?Asi que quiere vender el collar? -le pregunte cuando el maitre desaparecio chasqueando los dedos a dos camareros para asegurarse de que estuvieramos bien atendidos.

– Vino a verme ayer… temblando como una hoja -me informo Sydney-. La conozco desde hace anos y me considera uno de sus mejores amigos. Me confeso que necesitaba una fuerte suma de dinero y no queria que Henry se enterase. Al principio, pense que iba a pedirme dinero prestado y empece a cavilar buscando alguna excusa, pero despues me lo dijo directamente. Tenia que vender el collar sin que se enterase Henry. ?Cuanto podia darle por el?

– ?Deudas de juego?

– No me lo dijo, pero claro… posiblemente deba unos cuantos miles. Por supuesto que en cuanto supe lo que queria me envolvi en una nube de humo. Dije que tu te encargarias de la venta. Que tu eras mi experto en diamantes y que se podia confiar en ti porque eras silencioso como una tumba. Le dije que estabas fuera de la ciudad pero que regresarias pronto y que te pediria que la llamaras. La pobre casi se orina encima. Dijo que no podia esperar. Queria saber cuando regresarias. Era muy, muy urgente. Dije que trataria de hacerte regresar esta noche y lo dejamos asi. Bueno, ya has vuelto. ?Podras ir a verla manana por la manana, Larry? No te haces idea del estado en que esta. Ella es muy tonta pero agradable y no me gusta verla sufrir asi. La veras, ?verdad, Larry?

– Para eso he venido.

Llego el caviar y, mientras untabamos las tostadas con mantequilla, le pregunte:

– ?Tienes alguna idea de cuanto quiere?

– Mantuve la boca bien cerrada respecto a eso. No queria arruinar tu trabajo. No hice preguntas. Es toda tuya, Larry.

Extendi el caviar en la tostada.

– Eso podria ser delicado, Sydney -le dije-. ?Te das cuenta de que habra que desmontar el collar? No podremos venderlo asi, como esta. Podria haber publicidad y si Plessington ve la fotografia de otra mujer con el collar, la senora P. estaria acabada. Podria ser un gran negocio para nosotros: hasta podriamos llegar a vender los diamantes por dos millones de dolares, pero tendremos que estudiarlo con sumo cuidado.

Los ojos de Sydney se dilataron.

– ?Dos millones?

– Yo lo veo asi: primero hablo con la senora P. y le explico que si quiere vendernos el collar a nosotros le pagaremos un millon ochocientos mil dolares, es decir, lo mismo que ella pago por el. Por lo que me dices, le remarcare que la reventa del collar recibira la misma cobertura de prensa que cuando ella lo compro; cuando sepa esto, estara demasiado asustada como para dejar que lo vendamos tal como esta. Despues, le explicare que el collar perdera bastante valor al desmontarlo, y que al intentar vender las piedras por separado no podremos ofrecerle mas de novecientos mil… la mitad del valor original. Si esta de acuerdo, y podria estarlo, le pagas los novecientos mil y nos quedamos con el collar. -Levante una mano para que no me interrumpiera-. Dejame terminar. Deberias disenar un collar utilizando todos los diamantes de la senora P. Hare que Chan me haga el collar y buscare a alguien en Sudamerica, en la India, o en Medio Oriente y se lo vendere por dos millones. Entonces, habras ganado un millon cien mil dolares, lo que me parece un buen negocio.

Se reclino en su asiento, olvidando el caviar. Durante un momento, se quedo mirandome. Parecia trastornado.

– ?Pero no podemos hacer eso! ?No podemos ganar tanto a costa de esa pobre senora!

– Son negocios, Sydney -le dije, sirviendome mas caviar-. Preguntale a Tom si no podemos hacerlo.

Alzo las manos.

– Tom tiene alma de computadora y corazon de caja registradora.

– Y por eso estas comiendo caviar.

Se quedo pensativo.

– ?De veras crees poder vender el collar por dos millones?

– ?Por que no? -Estaba seguro de que no podria, pero era la carnada que queria usar con Sydney-. ?Hasta los Burton podrian querer comprarlo, pero de ti depende disenar un collar que haga palidecer a cualquier otro!

Se le ilumino la mirada. Era el tipo de desafio que le gustaba.

– ?Estoy seguro de que puedo hacerlo! ?Que maravillosa idea, Larry! ?Eres genial!

Vi que le habia convencido y empece a relajarme. Hicimos una pausa para beber el champagne y despues pase a andar por terrenos mas resbaladizos.

– Esto me llevara tiempo, Sydney. Tendre que viajar a Hong Kong. Chan tardara por lo menos un mes en hacer el collar. Y me llevara tres y hasta cinco meses venderlo. Mientras tanto, ?que pasara con la senora P.?

El me miro asombrado. No habia pensado en eso.

– ?Sabia que era demasiado bueno para ser cierto! ?Ella no puede esperar! ?No creo que pueda esperar ni una semana!

Vino el camarero y retiro los platos. Permanecimos en silencio hasta que volvio, sirvio el souffle de langosta y se retiro. Despues deje caer la bomba: sin saber si estallaria o no.

– Mira, Sydney, si vamos a hacer este negocio, tendras que prestarle el dinero hasta que el collar se venda.

Sydney abrio los ojos.

– ?Novecientos mil dolares? -Su voz se elevo hasta convertirse casi en un grito.

– Se lo prestas al seis por ciento y por ultimo vendes el collar a dos millones -le dije-. Preguntale a Tom si no es un negocio brillante.

– ?Pero no puedo prestarle todo ese dinero!

– No digo que lo prestes tu. Puede prestarselo la firma.

– ?Tom nunca, nunca le prestaria dinero a nadie, ni siquiera a Nixon!

– Muy bien, entonces tu le prestas el dinero. Tu banco te dara lo que falte. ?Que tienes que perder? Tendras el collar. Incluso si no puedo conseguir los dos millones por el, aunque creo que lo hare, conseguire lo que ella ha pagado. Aun entonces habras duplicado el dinero. Vamos, Sydney… ?Es una oportunidad unica en la vida!

Se llevo un trozo de souffle a la boca mientras pensaba, y de repente vi un brillo de avaricia en su mirada.

– Tom no tiene que enterarse de esto, ?no? Quiero decir… si yo pongo el dinero, dinero de mi cuenta personal, cuando vendas el collar ese dinero sera para mi… ?no es asi?

– Asi es… Menos el uno por ciento de comision para mi -dije, sin darle mayor importancia.

Me miro, sorprendido. Me di cuenta de que no habia pensado en pagarme la comision.

– Si… el uno por ciento para ti. -Por la expresion de su rostro supe que hacia calculos mentales.

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