– Tu me daras dieciocho mil dolares y deduciras los novecientos mil de la senora P. y le agregaras el seis por ciento por tu prestamo y en total recibiras ochocientos ochenta mil dolares, lo que me parece una buena ganancia.

Siguio pensando y luego dijo:

– Tengo una idea mejor, Larry, querido. Supongamos que tratas de convencer a la senora P. de que venda el collar por setecientos cincuenta mil dolares. Despues de todo, no es su dinero. Podria vender mercancia para cubrir esa suma y entonces el collar seria mio y no tendria que preocuparme por Tom, ?no te parece? Si lo hiciera y tu vendieras los diamantes por dos millones, podria ganar un millon y cuarto… Una buena suma, ?no?

– Pense que no querias obtener ganancias de esa pobre senora -le dije, tratando de aparentar sorpresa.

Sydney se movio incomodo en su silla.

– Despues de todo fuiste tu quien dijo que esto eran negocios. -Hizo una pausa para espiarme-. ?Crees que podrias convencerla de que vendiera a ese precio?

– No se pierde nada con intentarlo -dije, y termine mi souffle.

– Mira lo que puedes hacer manana, Larry. Estoy seguro de que podras conseguirlo. -Sydney hizo energicas senas al camarero para que trajera el cafe-. Escucha, Larry, te dire lo que hare… Si consigues el collar por setecientos cincuenta mil dolares te dare el dos por ciento de comision. Es mas que justo, ?no?

– Y mi pasaje a Hong Kong con todos los gastos pagados -dije, sabiendo que jamas iria.

– Por supuesto, querido mio.

– ?Terry esta al tanto del asunto de la senora P.?

– ?Ni menciones a ese miserable! ?Debo deshacerme de el! -Sydney se ofusco; estaba muy molesto-. ?Se esta volviendo bastante imposible!

– Eso no importa… ?Esta al tanto?

– ?Claro que no!

– ?Estas seguro? La senora P. fue a verte. ?No quiso saber que queria ella?

– ?Ni siquiera nos dirigimos la palabra!

– ?Y no puede haberte oido? -Terry me inquietaba. Sabia demasiado sobre diamantes.

– No… no. Cuando la senora P. vino a verme, el estaba ocupado con un cliente.

– Muy bien, no debe enterarse, Sydney. De hecho, nadie debe saberlo, si no Tom acabara por enterarse. En realidad, esto tendriamos que hacerlo por medio de la firma. Tom tendra razon en enfadarse si averigua lo que planeamos.

– Sydney volvio a moverse, incomodo. Lo sabia tan bien como yo.

– Si compro el collar con mi propio dinero, Tom no tiene nada que ver -declaro, en tono desafiante.

– Pero la senora P. es clienta de la firma -senale-. Queria producirle culpabilidad-. Mira, Sydney, para que la firma quede completamente fuera de todo esto, tendras que disenar el collar en tu casa y no en la oficina. Si consigo el collar sera mejor que lo guardes tambien en tu casa y no en la oficina.

El no debia saberlo, pero aquello era parte esencial de mi plan.

No dudo ni un instante.

– Si… lo mantendremos entre nosotros. -Me miro, con confianza-. ?Me ayudaras con el collar, Larry?

«Que descarado», pense. Sabia muy bien que sin mi no podria hacer el collar ni persuadir a la senora P. para que lo vendiera a aquel precio tan ridiculo. Y, sin embargo, planeaba obtener una gran ganancia sin participar a Tom Luce de ella y dandome a mi un miserable dos por ciento.

– Sabes que puedes confiar en mi -le dije.

Cuando habia elaborado mi plan para robar el collar durante el vuelo, habia tenido remordimientos respecto a Sydney porque el iba a ser quien perderia, pero ahora que mostraba su avaricia desaparecieron mis remordimientos.

Si me hubiese dicho: «Mira, Larry, dividamos todo al cincuenta y cincuenta. Tu haces el trabajo, yo pongo el capital», no habria proseguido con mi plan, pero como era tan codicioso y egoista de ofrecerme solo el dos por ciento, decidi seguir adelante. Ahora, no le importaba en absoluto torcerle el brazo a la senora P., ?por que debia molestarme a mi torcerle el suyo?

Es mejor olvidar la escena que se desarrollo con la senora P. No llamo ladron a Sydney, pero lo dio a entender. Lloro y se retorcio las manos regordetas. Recorrio la enorme sala de un lado a otro hecha una furia, haciendo el ridiculo. Me acuso de mentiroso, de haberle dicho que los diamantes vivian siempre y jamas perdian su valor. Tuve que recordarle que habia que desmontar el collar y que si aguardaba un ano, mas o menos, yo podria conseguirle por lo menos un millon y medio de dolares por los diamantes y el platino, pero como queria el dinero de inmediato, era lo mejor que Sydney podia ofrecerle.

Por fin, se tranquilizo. Despues de todo, tres cuartos de millon, cuando no es una perdida personal, no es tan grave. Ella no habia pensado en que si tratabamos de vender el collar tal como estaba habria publicidad y aquello termino por convencerla.

Dijo que aceptaria el cheque que Sydney me habia dado, pero agrego que jamas volveria a comprar nada en Luce amp; Fremlin.

Hice los comentarios adecuados aunque, en realidad, me tenia sin cuidado lo que hiciera.

Despues, me sorprendio con algo tan inesperado que por un momento no supe que contestarle.

– Lo menos que puede hacer es darme el collar de fantasia -dijo-. ?Es lo menos que puede hacer! Si alguna vez mi marido quiere ver el collar, podre mostrarle la imitacion. No se dara cuenta de la diferencia.

Ella, por supuesto, no debia saber que el collar de vidrio era la clave de mi plan. Sin el, mi plan de hacerme con dos millones de dolares no existia.

Cuando Sydney le envio el collar verdadero cinco anos atras, me pregunto que podiamos hacer con la replica.

A Sydney no le gustaba desperdiciar ni un solo dolar. Le dije que estaba en la caja fuerte y entonces me pregunto si podriamos devolverselo a Chan y ver de conseguir algo a cambio. ?Tres mil dolares, tal vez? ?Para que queriamos una imitacion de cristal?

El collar era una creacion de la que me sentia orgulloso. En aquel momento, tenia una buena racha en la Bolsa y contaba con algun dinero. Le dije que llevaria la replica a Chan y le preguntaria cuanto podia darnos. Pero no lo hice. Me quede con el collar como recuerdo. Cuando Sydney me pregunto que habia sucedido, le dije que Chan me habia dado dos mil quinientos dolares y le entregue un cheque de mi cuenta.

Y, ahora, la senora P. me pedia la imitacion.

Al cabo de un rato, le dije que habia sido desarmado y que las piedras se habian utilizado para hacer otros collares.

Casi me mato cuando oyo esto, e insistio en que le mandara hacer la imitacion de inmediato. Le dije que lo haria, pero que tardaria al menos tres meses. Tenia que conformarse con eso.

Fuimos juntos hasta el banco en su Rolls y ella saco el collar de la caja. Estaba dentro de una caja de cuero forrada con terciopelo negro. No habia visto el collar desde hacia cuatro anos. Su belleza me hizo contener el aliento. Le entregue el cheque y ella me entrego el collar.

Cuando salio de la boveda para ir a cambiar el cheque casi rodo por las escaleras. La deje hablando con el gerente y tome un taxi para volver a mi apartamento.

Abri la caja fuerte y saque el collar de fantasia. Coloque el collar verdadero y la replica sobre la mesa para estudiarlos.

Sydney era estrictamente un disenador. No era un experto en diamantes y estaba seguro de que no sabria cual era cual. Chan habia hecho un trabajo maravilloso; incluso Terry podria equivocarse hasta que no examinara las piedras, luego se daria cuenta, claro, pero no tendria la oportunidad de hacerlo. Ya me habria ocupado de eso.

Coloque el collar falso en la caja de cuero y el genuino en la de plastico y lo guarde en mi caja fuerte.

Despues, telefonee a Sydney a la tienda. Le dije que todo habia salido bien. Zumbo como siempre, como una abeja atrapada en la botella, y me cito en su atico al cabo de media hora.

El apartamento de Sydney era magnifico. Estaba situado frente al mar. Constaba de un enorme salon, exquisitamente decorado, cuatro dormitorios, una piscina en la terraza, una fuente en el hall y todos los complementos que un marica rico sabe colocar.

Me estaba esperando cuando llegue.

– ?Como lo ha tomado? -me pregunto, mientras me conducia al salon y observaba el paquete que llevaba

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