– ?De veras? Sin embargo, estoy tan tranquilo como un obispo. ?A que te refieres?

– Como un obispo que encuentra a una mujer en su cama.

Se rio.

– Bueno, tal vez este un poco excitado. ?No puedo esperar hasta esta noche! ?Quedaras maravillado!

– Dejalo para esta noche y no revolotees mas a mi alrededor. Terry se esta comiendo las unas de curiosidad.

Sydney comprendio la indirecta y permanecio en su despacho el resto de la tarde, pero cuando se fue, a las seis, no pudo resistir dedicarme un guino. Frunci el ceno y partio un poco desilusionado.

Terry se puso de pie inmediatamente y se acerco.

– ?A que se debe tanta excitacion? -pregunto-. Se ha comportado como un yoyo todo el dia. ?Es que tramais algo?

Empece a ordenar mi escritorio.

– ?Por que no se lo preguntas a el? Si quiere que lo sepas, te lo dira.

Terry apoyo las manos en la mesa y se inclino hacia delante. Sus ojillos brillaban de ira.

– Tu me odias, ?verdad?

Me puse en pie.

– No mas de lo que tu me odias a mi, Terry -le respondi y atravese el salon para dirigirme al cuarto de bano.

Diez minutos despues, volvia en el coche a mi apartamento. En una semana, tal vez menos, estaria en Amberes, hablando con uno de los compradores de diamantes mas grandes del mundo. Le ofrecia diez de las mejores piedras pero no la mas grande. Esta la llevaria a Hatton Garden, en Londres. Wallace Bernstein ya me habia pedido que le buscara una piedra de primera para una tiara. Me habia dado a entender que era para un miembro de la familia real. Estaba seguro de que me arrebataria la piedra de las manos y al precio que le pidiera. Luego, de Londres a Amsterdam, de alli a Hamburgo y, por ultimo, a Suiza. Para entonces, valdria un millon de dolares. Esa suma invertida en bonos al ocho por ciento me daria una renta vitalicia de ochenta mil dolares. Pediria una libreta de ahorros, pagaria el impuesto correspondiente y estaria hecho.

Me satisfacia el modo en que habia manejado a Rhea. Estaba seguro de que ya no sospechaba nada y eso era importante. Con ella fuera de la circulacion, enfriandose los talones en San Francisco, y con Fel en Luceville, tendria espacio para maniobrar tranquilo.

Mucho dependia de si Sydney llamaba o no a la policia despues del robo. Debia tratarle con mucho tiento. Estaria en un estado terrible y muy furioso. Era dificil de controlar cuando estaba asi. Tendria que advertirle una y otra vez de que si la policia intervenia, Tom Luce se enteraria de lo ocurrido. Dependia de que ganara la batalla la rabia de Sydney o el temor por Luce; me inclinaba a creer esto ultimo.

Volvi a mi apartamento a las seis y treinta y cinco. Tenia cuatro horas por delante. Al recordar que supuestamente cenaba con los Johnson, me di una ducha y me puse un traje oscuro. A pesar de hacer todo eso a camara lenta, todavia que quedaban tres horas y cuarto por delante.

Me prepare un whisky y encendi el televisor, pero como no me interesaba lo apague. Me pasee por la sala, incomodo y nervioso. Miraba la hora sin cesar. No tenia hambre. Sentia una fea sensacion en el estomago, pero el whisky me ayudaba. Sin ninguna razon aparente, de repente pense en Jenny. Tuve un repentino impulso de hablar con ella. Busque el numero del hospital en mi agenda y la llame.

Al cabo de un rato, Jenny respondio:

– ?Hola?

– Hola -le dije sentandome, mas relajado de repente-. Habla tu excompanero de asistencia social. ?Como estas, Jenny?

– ?Larry! -el cambio de su tono de voz me hizo sentir bien-. Que amable de haber llamado. Estoy mejor, gracias. Ya puedo caminar por aqui con muletas.

– ?De veras? ?Que bien! ?Cuando te dan el alta?

– A finales de la semana que viene. Ya no veo la hora de salir de aqui. Dime, Larry, ?Como estas tu?

Me pregunte como reaccionaria si le dijera que estaba a punto de involucrarme en un robo.

– Estoy bien. Otra vez en el trabajo… tengo que salir a cenar. Acababa de vestirme cuando de repente me viniste a la mente.

– Yo tambien he pensado en ti. Estoy tan contenta de que hayas dejado esta ciudad, Larry. Luceville no era para ti.

– Supongo que no, pero a lo mejor la anoro… y te anoro a ti. -De repente, senti deseos de volver a verla pero sabia que era imposible. En cuatro o cinco dias estaria camino de Europa y quiza nunca regresara. Pense en su cabello desarreglado, en sus ojos, su eficiencia y su amabilidad-. Debo partir para Europa dentro de unos dias por asuntos de trabajo. De lo contrario, habria ido a verte.

– ?Ah!… -Una pausa, luego prosiguio-: ?Estaras fuera mucho tiempo?

– No estoy muy seguro… depende. Puede que tenga que viajar a Hong Kong. Si… sera bastante tiempo.

– Bueno… que tengas buen viaje. -Me di cuenta de que su voz se habia tornado triste. Mire hacia la pared opuesta. Pense en la soledad que me aguardaba. Un exiliado viviendo en un pais extrano… No hablaba ningun idioma aparte del propio. Que diferente habria sido con Jenny a mi lado. Y con todo ese dinero, podriamos llevar una vida maravillosa juntos. Todo esto pasaba por mi cabeza cuando dijo-: Supongo que habra sol donde estas tu. Aqui sigue siempre tan deprimente. A veces, echo de menos el sol.

Pense en como me divertiria ensenandole Hong Kong, luego, con un sentimiento de depresion comprendi que ya era demasiado tarde. No podia decirle «Ven conmigo». Ademas, ella todavia no podia andar. No… era demasiado tarde, tendria que salir pocos dias despues del robo, quizas el lunes siguiente. Seria demasiado peligroso quedarme.

– Aqui el sol es maravilloso -dije, y desee no haberla llamado-. Te escribire, Jenny. Bueno, ya es tarde. Cuidate.

– Y tu tambien.

Hablamos unos segundos mas y luego corte. Me quede alli sentado, mirando la pared. «?Estare enamorado de ella?», me pregunte. Quiza le escribiera cuando estuviera seguro en Suiza, y le diria lo que sentia por ella. Le pediria que fuera a verme para poder hablar de ello. Le enviaria el pasaje de avion. Sentia que iria.

Mire la hora: todavia me quedaban dos horas y tres cuartos de espera. No podia permanecer mas tiempo en el apartamento asi que sali y fui a Interflora, que estaba abierto hasta tarde. Ordene que enviaran unas rosas a Jenny con una tarjeta donde le decia que permaneceria en contacto con ella. Como sabia que debia comer algo, fui hasta el Hotel Spanish Bay. Pedi un sandwich de salmon ahumado y un vaso de vodka puro.

Uno de mis clientes, Jack Calshot, un rico accionista, se sento conmigo. Hablamos de cosas diversas. Me dijo que estaba buscando un brazalete de esmeraldas y rubies y me guino un ojo:

– No es para mi esposa, ?me entiende? Encontre a una muchacha muy entusiasmada, pero necesita algo. ? Tiene alguna cosa asi, Larry?

Le dije que no habria problema y que pasara por la tienda al dia siguiente.

Pase otra hora escuchando su charla. Era un hombre interesante, pues siempre me daba buenos consejos sobre el mercado. Pero en mi interior pensaba que todo aquello cambiaria muy pronto: un nuevo cambio de escenario. Me pregunte si haria amigos en Suiza. Por lo que habia oido, los suizos no eran muy amigos de los extranjeros, pero podria encontrar alguna colonia norteamericana para entablar relaciones.

Por fin, las agujas del reloj marcaron las diez menos cuarto de la noche. Me despedi de Calshot, que prometio pasar por la joyeria alrededor de las diez. Cuando subi al Buick, pense en Fel y me sobresalte. Un golpe en la cara puede ser doloroso. No es facil ganar un millon de dolares, me dije.

Llame al timbre del portal de Sydney y vi a Claude salir del ascensor, mientras Lawson venia a abrirme la puerta.

Ambos me saludaron cuando Lawson me abrio.

Lawson volvio presuroso a la porteria, porque seguramente estaria viendo un buen programa en la television, y Claude me dijo:

– El senor Sydney esta muy excitado esta noche, senor Larry. Me ha costado convencerle de que cenara. Espero que usted consiga calmarle.

Cuando pense en lo que iba a suceder me dije que seria imposible.

– Hare lo que pueda, Claude -le prometi-. Buenas noches. -Y tome el ascensor hasta el apartamento. Sali del

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