conducido a la sala de Urgencias del Ospedale Civile, donde permanece ingresado con pronostico reservado.
Desde mucho antes de ser policia, Brunetti habia dejado de creer en la casualidad. El sabia que las cosas ocurrian a consecuencia de otras cosas. Desde que era policia, habia dado por sentado, ademas, la conviccion de que la relacion entre los hechos, por lo menos, los hechos que el debia tomar en consideracion, rara vez era fortuita. Franco Rossi no habia causado una gran impresion en Brunetti, aparte de aquel momento de casi panico en el que habia levantado la mano en actitud defensiva, como para rechazar la invitacion de Brunetti a salir a la terraza, para echar un vistazo a las ventanas del piso de abajo. En aquel instante, y solo durante aquel instante, habia dejado de ser el funcionario meticuloso y gris capaz de hacer poco mas que recitar las normas de su departamento y se habia convertido, para Brunetti, en un hombre como el mismo, con las debilidades que a todos nos hacen humanos.
Brunetti no creyo ni por un momento que Franco Rossi hubiera
Con esa certidumbre en su mente, Brunetti volvio a entrar en el despacho de la
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Mientras se acercaba al hospital, Brunetti se puso a pensar, casi sin darse cuenta, en las veces en que su trabajo lo habia llevado alli, aunque recordando menos a las personas a las que habia venido a ver que el hecho de haber cruzado, como el Dante, los anchos portales tras los cuales moraban el sufrimiento, la desesperanza y la muerte. Con los anos, habia llegado a intuir que, por grande que fuera el dolor fisico, el sufrimiento moral que lo acompanaba podia ser mucho mayor. Movio la cabeza para ahuyentar esos pensamientos, resistiendose a entrar en el hospital ya con tan tenebrosas cavilaciones.
Brunetti se detuvo ante la mesa del portero, para preguntar donde podia encontrar a Franco Rossi, que habia sufrido una caida durante el fin de semana. El portero, un hombre de barba oscura cuyo semblante le era vagamente familiar, le pregunto si sabia en que seccion estaba ingresado. Brunetti suponia que en Cuidados Intensivos. El hombre hizo una llamada, hablo unos momentos e hizo otra llamada. Hablo brevemente, colgo y dijo a Brunetti que el
– ?En Neurologia entonces? -sugirio Brunetti.
Con los movimientos sosegados y seguros, fruto de una larga experiencia, el portero marco otro numero de memoria, con el mismo resultado.
– ?Donde puede estar? -pregunto Brunetti.
– ?Seguro que lo trajeron aqui?
– Es lo que ponia
Si el acento del portero no hubiera ya dicho a Brunetti que el hombre era veneciano, se lo hubiera revelado la mirada que le lanzo. Pero solo dijo:
– ?Dice que fue una caida? -Al gesto de asentimiento de Brunetti, el hombre sugirio-: Preguntare en Traumatologia. -Nuevamente, marco un numero y dio el nombre de Rossi. La respuesta que recibio le hizo lanzar a Brunetti una mirada rapida. Escucho un momento, cubrio el microfono con la palma de la mano y pregunto-: ?Es familia?
– No.
– ?Un amigo?
Brunetti, sin dudarlo ni un momento, se atribuyo la categoria.
– Si.
El portero dijo unas palabras mas, escucho y colgo. Miro el telefono unos instantes y despues a Brunetti.
– Lamento informarle de que su amigo ha muerto esta manana.
Brunetti acuso el impacto, y a continuacion sintio un asomo del dolor que hubiera experimentado de haber sido realmente un amigo del muerto. Pero solo dijo:
– ?Traumatologia?
El portero se encogio de hombros ligeramente, para distanciarse de la informacion recibida y transmitida.
– Dice que lo llevaron alli porque tenia los dos brazos rotos.
– Pero ?de que ha muerto?
El portero no respondio inmediatamente, rindiendo a la muerte su tributo de silencio.
– La enfermera no lo ha dicho. Quiza a usted le den mas detalles. ?Conoce el camino?
Brunetti lo conocia. Cuando se iba, el portero le dijo:
– Siento lo de su amigo,
Brunetti asintio en senal de agradecimiento y cruzo los altos arcos del vestibulo, insensible a su belleza. Con un deliberado esfuerzo de voluntad, se resistio a repasar, como las cuentas de un rosario de mitos, las historias que habia oido contar acerca de la legendaria incompetencia del hospital. A Rossi lo habian llevado a Traumatologia, y habia muerto alli. Eso era lo unico que ahora importaba.
Brunetti sabia que en Londres y en Nueva York se representaban los mismos espectaculos musicales durante anos y anos. El reparto cambiaba, nuevos interpretes sustituian a los que se retiraban o se iban a otro teatro, pero el argumento y el vestuario eran los mismos, ano tras ano. A Brunetti le parecia que alli ocurria otro tanto: los pacientes cambiaban, pero el vestuario y el ambiente de amargura que los rodeaba permanecian invariables. Hombres y mujeres entraban y salian bajo los arcos o se acercaban al bar en bata y pijama, acarreando escayolas y muletas y, mientras se repetia el mismo argumento incesantemente, unos interpretes cambiaban de papel y otros, como Rossi, hacian mutis.
Al llegar a Traumatologia, Brunetti encontro en el rellano de la escalera a una enfermera que fumaba un cigarrillo. Cuando el se acerco, la mujer aplasto el cigarrillo en el vaso de papel que tenia en la otra mano y abrio la puerta del pasillo.
– Si me permite un momento -dijo Brunetti entrando rapidamente tras ella.
La enfermera arrojo el vaso de papel a una papelera metalica y se volvio.
– ?Si? -dijo casi sin mirarlo.
– Se trata de Francesco Rossi. El portero me ha dicho que estaba aqui.
Ella lo miro mas atentamente, y su profesional impenetrabilidad se diluyo, como si su relacion con la muerte lo hiciera acreedor a mejor trato.
– ?Era familia?
– No, amigo.
– Lamento su perdida -dijo la mujer, y no habia en su voz tono profesional, solo el sincero reconocimiento del sufrimiento humano.
Brunetti le dio las gracias y pregunto:
– ?Que ocurrio?
La mujer empezo a caminar despacio y Brunetti la siguio suponiendo que lo llevaria a donde estaba Franco Rossi, su amigo Franco Rossi.
– Lo trajeron el sabado por la tarde -dijo ella-. Abajo, cuando lo reconocieron, vieron que tenia los dos brazos fracturados y lo enviaron aqui.
– Pero el diario decia que estaba en coma.
La mujer vacilo y, de pronto, empezo a andar mas aprisa hacia unas puertas de vaiven que habia al fondo del pasillo.
– De eso no puedo decirle nada, pero cuando lo subieron estaba inconsciente.
– ?Inconsciente de resultas de que?