Ella no contesto inmediatamente, como si pensara en lo que podia revelarle.

– Debio de darse un golpe en la cabeza al caer.

– ?De que altura cayo? ?Lo sabe usted?

Ella nego con la cabeza, empujo una puerta y la sujeto para que pasara el. Estaban en un vestibulo con una mesa, ahora vacia, a un lado.

Al comprender que la mujer no iba a responderle, Brunetti pregunto:

– ?Era fuerte la contusion?

Parecio que ella iba a responder a la pregunta, pero solo dijo:

– Eso tendra que preguntarlo a un medico.

– ?Fue el golpe en la cabeza la causa de su muerte?

No estaba seguro, pero le parecia que, a cada pregunta suya, la actitud de la mujer se hacia mas reservada y su voz, mas profesional.

– Tambien eso tendra que preguntarlo a un medico.

– Pero sigo sin comprender por que lo subieron aqui -insistio Brunetti.

– Por las fracturas de los brazos.

– Pero si tenia la cabeza… -empezo Brunetti. La enfermera dio media vuelta y fue hacia otra puerta de vaiven situada a la izquierda de la mesa.

Al llegar a la puerta, la mujer dijo por encima del hombro:

– Quiza eso puedan explicarselo abajo, en Urgencias. Pregunte por el doctor Carraro.

Brunetti bajo la escalera rapidamente. En Urgencias conto a la enfermera que era amigo de Franco Rossi, un hombre que habia muerto despues de haber sido examinado en la unidad, y pregunto si podia hablar con el doctor Carraro. Ella le pidio el nombre y le dijo que aguardara mientras hablaba con el medico. El fue hacia una de las sillas de plastico alineadas junto a la pared y se sento. De pronto, se sentia muy cansado.

Al cabo de unos diez minutos, un hombre con bata blanca empujo las puertas de la sala de curas, dio unos pasos hacia Brunetti y se paro, con las manos en los bolsillos. Evidentemente, esperaba que Brunetti fuera hacia el. Era bajo y se movia con el agresivo contoneo que adoptan muchos hombres de su talla. Tenia el pelo blanco y espeso, pegado a la cabeza con reluciente gomina y la cara colorada, pero mas de alcohol que de salud. Brunetti, muy cortes, se levanto y se acerco al medico. Le sacaba por lo menos toda la cabeza.

– ?Quien es usted? -pregunto Carraro levantando la cabeza hacia su interlocutor, con toda una vida de resentimiento en la voz por tener que hacer ese gesto.

– Como ya le habra dicho la enfermera, dottore, soy amigo del signor Rossi -dijo Brunetti a modo de presentacion.

– ?Donde esta su familia?

– No lo se. ?Se les ha avisado?

El resentimiento del medico se troco en irritacion, provocada sin duda por la idea de que pudiera existir alguien tan ignorante como para pensar que el no tenia nada mejor que hacer que sentarse a llamar por telefono a los parientes de los fallecidos. En lugar de contestar, pregunto:

– ?Que desea?

– Conocer la causa de la muerte del signor Rossi -respondio Brunetti con voz calma.

– ?Es acaso asunto suyo?

En el hospital estaban faltos de personal, segun recordaba con frecuencia Il Gazzettino a sus lectores. El hospital estaba lleno, y muchos de los medicos hacian jornadas muy largas.

– ?Estaba usted de guardia cuando lo trajeron, dottore?-pregunto Brunetti a modo de respuesta.

– Le he preguntado quien es usted -dijo el medico alzando la voz.

– Guido Brunetti -respondio con calma el comisario-. Me he enterado por el periodico de que el signor Rossi habia sido ingresado en el hospital, he venido a ver como se encontraba, el portero me ha dicho que habia muerto, y por eso estoy aqui.

– ?Para que?

– Para averiguar la causa de su muerte -dijo Brunetti, y anadio-: entre otras cosas.

– ?Que otras cosas? -inquirio el medico, mientras la cara se le tenia de un color que no hacia falta ser medico para ver que era peligroso.

– Repito, dottore -dijo Brunetti con una sonrisa afectadamente cortes-, deseo conocer la causa de la muerte.

– ?Ha dicho que era un amigo, verdad?

Brunetti asintio.

– En tal caso, no tiene ningun derecho a preguntar. La causa de la muerte no se puede decir mas que a los parientes inmediatos.

Como si el medico no hubiera hablado, Brunetti pregunto:

– ?Cuando se hara la autopsia, dottore?

– ?La que? -pregunto Carraro con enfasis, ante lo absurdo de la pregunta. Como Brunetti no respondia, el medico dio media vuelta y empezo a alejarse, haciendo patente con su contoneo el desprecio del profesional hacia la estupidez del profano.

– ?Cuando se hara la autopsia? -repitio Brunetti, ahora omitiendo el tratamiento de Carraro.

El hombre giro sobre sus talones, no sin cierto aire melodramatico en el movimiento y camino rapidamente hacia Brunetti.

– Aqui se hara lo que la direccion del hospital decida, signore. Y no creo que vaya usted a contar para nada en esa decision. -A Brunetti lo dejaba indiferente el furor de Carraro; solo le interesaba la causa que lo habia provocado.

Saco la billetera del bolsillo, extrajo su credencial y, sosteniendola por una punta la acerco a Carraro, procurando situarla a una altura que obligara al otro a levantar la cabeza para leerla. El medico agarro la tarjeta, la bajo y la miro atentamente.

– ?Cuando se hara la autopsia, dottore?

Carraro mantenia la cabeza inclinada sobre la credencial de Brunetti, como si por el acto de leer la inscripcion pudiera cambiar el significado. Le dio la vuelta, miro el reverso y lo encontro tan vacio de informacion util como de respuesta lo estaba su mente. Al fin miro a Brunetti y pregunto con una voz en la que la suspicacia habia sustituido a la arrogancia:

– ?Quien les ha llamado?

– No creo que importe por que estamos aqui -respondio Brunetti, manteniendo el plural, con intencion de sugerir un hospital lleno de policias que requisaban fichas, radiografias y graficos e interrogaban a enfermeras y pacientes, decididos a descubrir la causa de la muerte de Franco Rossi-. ?No basta con que estemos?

Carraro devolvio la credencial a Brunetti y dijo:

– Aqui abajo no tenemos aparato de rayos X, por lo que, cuando vimos como tenia los brazos, lo enviamos a Radiologia y, despues, a Traumatologia. Era lo natural. Lo mismo hubiera hecho cualquier medico. -«Cualquier medico del Ospedale Civile», penso Brunetti, pero se callo.

– ?Los tenia rotos?

– Claro que los tenia rotos, los dos, el derecho, por dos sitios. Lo enviamos arriba para que lo escayolaran. Otra cosa no podiamos hacer. Era el procedimiento normal. Despues ellos hubieran podido enviarlo a otra seccion.

– ?Por ejemplo, a Neurologia? -pregunto Brunetti.

Por toda respuesta, Carraro se encogio de hombros.

– Perdone, dottore -dijo Brunetti con meloso sarcasmo-, no he oido su respuesta.

– Si. Hubieran podido enviarlo a Neurologia.

– ?Observo usted alguna lesion que indicara que debia ser enviado a Neurologia? ?Lo mencionaba en su informe?

– Creo que si -dijo Carraro evasivamente.

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